Domingo, 4 de septiembre de 2016 | Hoy
CINE › GASTON DUPRAT Y MARIANO COHN PRESENTAN EL CIUDADANO ILUSTRE
Los directores de El hombre de al lado estrenan hoy en el Festival de Venecia su nueva película, que este jueves tendrá su lanzamiento local. “Los motivos por los que podés adorar a un ídolo son los mismos por los que podés odiarlo con un día de diferencia”, afirman.
Por Oscar Ranzani
Los cineastas Gastón Duprat y Mariano Cohn ya integran, a esta altura, la dupla más duradera y exitosa que ha dado el cine argentino detrás de cámara. Dirigieron los largometrajes Enciclopedia (1998), documental de corte experimental; Yo Presidente (2003), con entrevistas a los ex Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner; El artista (2006), sobre el complejo y contradictorio mundo del arte contemporáneo; el popular El hombre de al lado (2008), que se filmó en la casa platense diseñada por Le Corbusier; Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011), de género fantástico basado en un cuento de Alberto Laiseca; y Living Stars (2014), que retoma en clave cinematográfica el concepto del programa Televisión abierta, el primer reality del mundo creado por Cohn y Duprat. Esta semana será clave en la vida profesional de la dupla: su largo más reciente, El ciudadano ilustre, tendrá su première mundial hoy domingo en el Festival de Venecia –donde participa de la competencia oficial, junto a películas de directores consagrados, como Wim Wenders, Emir Kurturica, Terrence Malick y François Ozon, entre otros– y el jueves próximo se estrenará en la Argentina.
El guión de El ciudadano ilustre corresponde a Andrés Duprat (hermano, de Gastón), quien ya había escrito los guiones de El hombre de al lado y El artista. En este caso, la idea germen consistía en narrar la vuelta al pueblo de una celebridad artística. Posteriormente, pensaron en que fuera un escritor. Y después de eso le sumaron que haya ganado un Premio Nobel de Literatura, para darle más contraste. “Queríamos contar las tensiones que surgen cuando una celebridad no respeta la imagen que el pueblo natal tiene de él”, cuenta Gastón Duprat. A su lado, Mariano Cohn agrega: “El tipo estuvo cuarenta años sin volver. Ganó el Premio Nobel y dejó de escribir. Siempre había hecho literatura basada en su pueblo, pero desde Europa”.
Oscar Martínez personifica a Daniel Mantovani, un escritor argentino consagrado mundialmente por haber obtenido el Premio Nobel de Literatura. Sus novelas se caracterizan por retratar la vida en Salas, un pequeño pueblo de Argentina en el que nació y al que no ha regresado desde que era un joven con aspiraciones de escritor. En Europa, donde vive hace años, junto a la correspondencia que recibe diariamente le llega una carta de la municipalidad de Salas en la que lo invitan a recibir el máximo reconocimiento del pueblo: la medalla de Ciudadano Ilustre. Sorprendentemente, y a pesar de sus importantes obligaciones y compromisos, Daniel decide aceptar la propuesta y regresar de incógnito por unos pocos días a su pueblo. El viaje tendrá para Daniel múltiples aristas: será el regreso triunfal al pueblo que lo vio nacer, un recorrido al pasado en el que se reencontrará con viejos amigos, amores y paisajes de juventud, pero sobre todo será un viaje al corazón mismo de su literatura, a la fuente de sus creaciones e inspiración. Una vez allí, el escritor constatará tanto las afinidades que aún lo unen a Salas como las insalvables diferencias que lo transformarán rápidamente en un elemento extraño y perturbador para la vida del pueblo.
Antes del estreno, la dupla piensa en Venecia: “A pesar de que es un festival muy difícil para entrar, porque hay solo diecinueve películas en la competencia, con grandes nombres de directores y actores, en el fondo percibíamos que teníamos alguna posibilidad y por eso armamos el estreno en fecha alrededor del festival”, cuenta Duprat. “Incluso, hemos rechazado entrar en secciones paralelas de otro festival muy importante, con la esperanza de estar en la competencia oficial de Venecia que era lo que queríamos. Así que se dio, pero era una en mil”, agrega. Y suma Cohn: “Una vez seleccionada ya está en igualdad de condiciones con las otras, aunque hay que considerar que compite con películas de directores muy importantes”.
–¿Qué visión tienen de los premios y cómo creen que podría apoyar un hipotético galardón a la proyección internacional de la película?
Gastón Duprat: –Sólo por el hecho de estar ahí nos han invitado a todos los festivales del año clase A del mundo. Obviamente, si puede ganar un premio, mejor. Lo peor ya pasó: era acceder a estar entre las 19 finalistas de 30 mil. Es una diecinueveava parte de posibilidades que hay.
Mariano Cohn: –También confirma un poco el trabajo más de autor que veníamos haciendo sobre las películas. Si se toma toda nuestra obra hay un estilo, queriendo o sin querer. Así que también es un reconocimiento de un festival tan importante a un estilo de trabajo.
–¿Por qué pensaron en Oscar Martínez?
G.D.: –Desde el principio pensamos en él y a Oscar le gustó mucho el guión. Incluso trabajamos con él los textos del personaje. El guión ya estaba hecho, pero los textos que tenía que decir los volvimos a redactar con él. Hoy, el saldo es que fue una decisión acertadísima porque le aporta muchísimo al personaje, es absolutamente orgánico y tiene sentido por todos lados. No hay una palabra del personaje que no se sienta verdadera.
M.C.: –También está en todas las escenas, porque era condición de la película un actor que soportara eso. Y también tenía que soportarlo desde la cámara y desde la narración.
G.D.: –Es que la película tiene el punto de vista de él. El espectador ve todo lo que ve el personaje. Y lo que no ve, no está en la película.
–¿Por qué lo pensaron de esta manera?
M.C.:–Porque permite tener ese punto de vista. Por momentos, es hiperrealista y, por momentos, está distorsionado. Así es el punto de vista de un artista: alguien que está observando la realidad con su manera de ver el mundo y actuar ante esas circunstancias. Eso lo charlábamos mucho con Oscar porque el tipo es argentino, nació en ese pueblo y hace cuarenta años que no vuelve. Y cuando regresa es un cuerpo extraño ahí. Ese sentimiento fue el que discutimos y charlamos mucho. Y hubo también mucha complicidad con Oscar en la manera de entender esta situación.
–¿Trabajaron de otra manera con Oscar Martínez respecto de sus anteriores películas? Porque, por ejemplo, a Daniel Aráoz y Emilio Disi los hicieron actuar en otros registros diferentes a los habituales de cada uno de ellos. En cambio, al ver El ciudadano ilustre es fácil distinguir que es un personaje a la medida de Martínez.
G.D.:–Sin duda, eso fue a favor.
M.C.:–Y fue uno de los motivos para la selección. Desde que estábamos adaptando el guión siempre veíamos a Oscar como protagonista.
G.D.:–También por la afinidad al personaje en la vida real.
M.C.:–Después, el trabajo fue de precisión, palabra por palabra. Esa es la virtud de poder trabajar con Oscar: el tecnicismo, el manejo absoluto de toda la situación y la conciencia del sentido de las cosas como actor.
–Algo que plantea la película es el nacionalismo de los argentinos. A este escritor tal vez en el pueblo no lo leyeron nunca, pero el Premio Nobel lo convierte en una suerte de emblema.
G.D.:– Es uno de los temas que toca la película: el regreso de una celebridad que después no llega a coincidir con lo que el pueblo ha imaginado que puede ser y empiezan las tensiones. Una vez que éstas empiezan, se desatan y pueden pasar del amor al odio en veinte minutos. La película habla del chauvinismo, del sentimiento nacionalista, de esta cosa de Maradona, Messi, el Papa. El film hace una autocrítica sobre esos tópicos y los pone en entredicho. Eso es muy divertido y, a la vez, muy revelador para el público porque devela algunos mecanismos de pensamiento nuestro que, puestos así fríos, quedan muy expuestos, en evidencia.
M.C.: –Por otro lado, revela el ostracismo del escritor allá, en su vida europea sofisticada, y el aburrimiento. El tipo viene porque está seco de ideas. Siempre el pueblo es protagonista de sus novelas, pero en este caso, es el escritor que viene al pueblo a buscar no se sabe bien qué. Eso hace tensionar no sólo la devolución o el afecto que tiene el pueblo al principio (y cómo eso va cambiando durante los tres días de estadía) sino que el tipo también está aburrido y empieza a llevar todas las situaciones al máximo. Eso es una olla de presión durante toda la película porque está en contacto directo con el pueblo y en tensión.
–¿La pelicula cuestiona el modo en que la sociedad argentina vive el éxito ajeno?
M.C.:–Los motivos por los que podés adorar a un ídolo son los mismos por los que lo podés odiar con un día de diferencia.
G.D.:– Y también es como una cosa cobarde, muy exculpatoria, como que uno deposita todo en ese ídolo y eso lo inhibe a uno de comportarse como corresponde en la vida personal sin tener actos heroicos ni solidarios total “ya los hace la figura”. Hay algo bastante oscuro y perverso en esa cosa de idolatrar a las figuras. Y en el deporte ni hablar.
–Oscar Martínez definió a El ciudadano ilustre como una metáfora de la Argentina como país. ¿En qué aspectos coinciden con esa afirmación?
G.D.:–Es una posible metáfora, como tantas. Yo coincido, pero no es la única posible. Y es posible porque la película no plantea un blanco o negro, que al que viene de Europa lo halaga y critica al pueblo. Para nada. Es una cosa mucho más gris, mucho más complicada, donde las dos partes tienen razón, las dos tienen argumentos. Las dos partes ganan y pierden. En ese sentido, es metáfora de la Argentina. No plantea una verdad respecto a eso sino que está lleno de tensiones y conflictos de esta cosa del exterior, la cosa cosmopolita y europea vs. la cosa pueblerina.
M.C.:–Es un retrato de la Argentina actual, con lo bueno, lo malo y con el costo que tiene observar eso en detalle, sin opinar.
–En relación a lo que vienen contando de estas cosas que plantean una autocrítica de los argentinos, ¿se las puede perder un espectador extranjero?
M.C.: –Ese sentimiento de idolatría y el chauvinismo existen en todos los países. Es un factor común. Idolatrar es un tema universal y también lo son los pueblos que ven nacer a estas figuras, estas celebridades, y su vuelta al pago. Inclusive, en una conversación que tuvimos con Pedro Almodóvar nos comentó que a él le sucedió algo muy parecido cuando volvió a su pueblo, después de su exitosa carrera. Por eso decía que le parecía muy afín. Creo que eso se repite.
–¿Creen que la película plantea la dualidad de un personaje que es, a la vez, un héroe y un antihéroe?
G.D.: –Nunca lo pensé en términos de héroe o antihéroe. Nunca lo dialogamos así.
M.C.:–Sí tiene toda la contradicción de la vida real y un poco propone un juego de hacerse cargo por vivir y pasar su vida en la Argentina, y cuánto tiene que ver con esta realidad. Es hacerse cargo de su parte. Todo el tiempo propone ese juego de extranjero de mirada fría, de lo que uno toma como cotidiano y que si lo observa en detalle es hostil o es cruel.
G.D.: –También está el tema de un tipo que durante cuarenta años persigue un objetivo altísimo, el Premio Nobel, y una vez que lo consigue lo detesta. Y lo pone en un lugar horrible, de soledad absoluta, de ser una figura de cartón para los cóctels. La película pone en entredicho también esos logros.
M.C.: –Toma el viaje como una aventura y es movilizado para el tipo que viene de incógnito.
–Y en cuanto a las dualidades... también está la del humanismo y, a la vez, de lo inhumano que tiene el personaje, ¿no?
G.D.: –Sí, eso se ve cuando llega al principio al pueblo y todavía no hizo la traducción de que está en su pueblito. El ejemplo sería la escena de la silla de ruedas cuando un padre le pide si puede donar una para su hijo enfermo. El aplica mecanismos de defensa para la vida high class que tiene allá y se los aplica a un chico que necesita una silla. El expone toda su perorata de por qué no hay que hacer beneficencia y todo eso. Sin embargo, a los dos días se da cuenta de que en ese contexto eso no funciona.
M.C.: –Y también tiene varios gestos nobles con gente que se le acerca; por ejemplo, con el chico que escribe, el conserje del hotel. El se toma su tiempo, incluso cuando la situación está al límite le dedica su tiempo y se pone a su disposición.
–En relación a esos aspectos era el planteo del antihéroe, por cómo lo ven los demás: el héroe que ganó el premio y que los ayuda en el pueblo y que cuando no les sirve o no les gusta lo bajan de ese pedestal y pasa a ser un antihéroe.
G.D.: –Absolutamente. O se convierte en una especie de alcancía para ir a pedirle cosas: silla de ruedas, plata...
M.C.: –También es diverso cómo lo ven. No es que todo el pueblo cambia de signo. Hay contradicciones. Hay detractores y están los que le tiran buena onda, los que se quedan hasta el final y lo ayudan.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.