CINE › CHRISTIAN ENDER EN EL FESTIVAL DE CINE JUDIO
› Por Oscar Ranzani
Nacido en la ciudad de Oberhausen en 1924, Werner Bab es ciudadano judío alemán y uno de los pocos sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz, al que fue destinado tras un intento fallido de escape del régimen del horror: en 1942 fue arrestado por la Gestapo en la frontera suiza y fue destinado a ese tenebroso recinto de la arquitectura nazi, símbolo de la intolerancia humana y sede de la tortura y el exterminio. Desde que la pesadilla terminó, Werner Bab nunca quiso hablar del tema. Pero un día, su mujer conoció a Christian Ender, un joven estudiante del doctorado de filosofía, que tenía inquietudes, como cualquier persona pensante, sobre lo que había sucedido en su país. Ender trabajaba por aquel entonces brindando información al público en el Museo Judío de Berlín, creado en 2001 y pensado como un espacio para la difusión de la historia y la cultura judeoalemanas. Cuando se encontró con la señora Bab, la química fue instantánea y ella le comentó que su marido había sobrevivido al Holocausto. Obstinado con el tema, decidió conocer a Werner Bab con el objetivo de desempolvar sesenta años de historia. A raíz del encuentro, filmó el documental Capítulos en la vida de Werner Bab, como una manera de homenajear a este hombre que logró narrar su dolorosa experiencia de supervivencia. El documental podrá verse hoy a las 16 y mañana a las 11 en el Hoyts Abasto, dentro del Festival de Cine Judío en la Argentina, con la presencia del director.
Capítulos en la vida de Werner Bab tiene un fin muy preciso: lograr que la historia no se repita. Fue traducida a dieciocho idiomas y se proyectó en diversas escuelas de Alemania. “Estamos tratando de que cada alumno reciba un DVD para que después pueda tener un efecto multiplicador en casa: sentarse a la mesa, hablar con los padres sobre por qué sucedió esto, qué se hizo, qué es lo que no se hizo, qué podemos nosotros hacer ahora para que no se repita una historia así”, comenta Ender en diálogo con Página/12. El director señala que lo que más lo impactó de Bab fue “su voluntad de vivir, su honestidad y, además, la decisión de informar a los jóvenes sobre lo sucedido con el objetivo de evitar nuevas agresiones, faltas de tolerancia. El señor Bab no le echa la culpa a toda la sociedad alemana sino que considera que hubo gente culpable. Lo que se le puede reprochar a otros es por qué miraron para el costado”.
–¿Cuál es su opinión sobre el abordaje cinematográfico del Holocausto a través de la ficción?
–Estoy en contra. La ficción no representa la realidad. Pero, por otro lado, es una forma de hacerle llegar al público una visión del tema. La mejor forma de encararlo es haciendo un retrato real y sincero. El tema es tan serio que no está pensado para una película de ficción. Se podría decir que es como una falta de respeto hacia lo sucedido. Puedo dar el ejemplo de la música. En la película de ficción la música puede transmitir tanto que se pierde el mensaje que están dando los actores. En mi película la música está sólo al principio y al final o para hacer paréntesis entre lo sucedido. Pero no uso la música para distraer del hecho real. Además, con las películas de ficción, se busca ganar mucho dinero y este tema no es para ganar dinero. No es un tema para lucrar.
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