CINE › GIANFRANCO QUATTRINI HABLA DE “CHICHA TU MADRE”
De origen suizo, nació en Perú, se crió en Chicago y vive en Buenos Aires. En su ópera prima, que se estrena mañana, propone una especie de viaje hacia el interior de la cultura popular peruana.
› Por Oscar Ranzani
Gianfranco Quattrini es un joven cineasta multicultural: nació en Perú en 1972, tiene orígenes suizos, se crió en Chicago, estudió en la Universidad de Cine en Buenos Aires y actualmente vive en la Argentina. Con semejante hibridez cultural, su identidad tiene distintos polos. No es de extrañar, entonces, que su ópera prima Chicha tu madre –que se estrena mañana en Buenos Aires– tenga buena parte de esa impronta y que haya surgido como una necesidad personal de reconciliarse con parte de su historia, según confiesa en la entrevista con Página/12. La película transcurre en Lima y es una especie de viaje hacia el interior de la cultura popular peruana. Quattrini reconoce que también estuvo a punto de irse a vivir a Suiza, pero si concretaba esa idea era “como perder la identidad fuerte latinoamericana”. Por eso pensó su primer largometraje como “un puente” entre Buenos Aires y Lima. Y, a la vez, como un reflejo del collage sociocultural propio de la capital peruana.
Chicha tu madre tiene como principal protagonista a Julio César (Jesús Aranda), un taxista que sabe leer el Tarot y que tiene una vida terrenal bastante mundana, que se materializa en frecuentes relaciones con una prostituta y que funciona como un contraste de la espiritualidad que sugiere el Tarot. Julio César cambia el rumbo de su vida luego de enterarse de que su hija adolescente está embarazada. A partir de la exploración del mundo interno de su personaje (y, en consecuencia, de la condición humana), Chicha tu madre habla también de un mundo externo: el de la cultura chicha.
–¿Por qué decidió reflejar la cultura chicha y qué grado de identificación usted tiene?
–La cultura chicha no estaba representada cinematográficamente desde la óptica en que está reflejada en la película. Es algo que yo sentía no sólo como una necesidad personal mía, sino también de la sociedad peruana, de asumir un poco esa cultura en la cual uno está inmerso pero que cree que es del otro. El título dice eso: “Chicha tu madre”, es como decir “Somos chicha todos”. Si tenemos la misma madre, entendemos que el comportamiento que tenemos tiene que ver con el comportamiento de la cultura chicha, que es esta cosa de vivir irresponsablemente. Y lo ves a nivel político y a nivel país también. Eso es lo que está detrás. Por adelante, está el rebuscárselas. La síntesis de la cultura chicha es el rebusque, es encontrar en las oportunidades que se presentan diariamente el paso para otra oportunidad. Es como un bailoteo constante pero que, de alguna forma, es necesario dar un paso más para poder construir desde ahí. Porque si no simplemente lo que se está haciendo es “estar”.
–¿Es un planteo moral?
–La película permite reflexionar, de alguna manera, sobre nuestras condiciones morales. Pero justamente desde el lugar de no juzgarlo. Presenta muchas situaciones que, depende la óptica en que uno lo mire, podrían ser criticables o no. El personaje argentino que trae enfermos de Perú para operarlos acá hace un negocio estafando al Estado, pero al mismo tiempo brinda una oportunidad para gente que de otra manera no la podría tener. Entonces, desde un punto de vista es un tránsfuga y desde el otro es un tipo generoso. Esas contradicciones que me parecen muy humanas son también muy latinoamericanas.
–“Chicha tu madre” es un insulto en Perú. ¿Por qué partió desde aquí conceptualmente?
–No solamente un insulto. Es una forma de confrontación. El hecho de que esté en segunda persona, lo que está pidiendo es que uno haga un balance de su situación también. En ese sentido, es una película muy abierta. No hay un relato con un drama, con una crisis, un gran clímax y demás. Es un tipo que viaja alrededor de la ciudad de Lima y vive muchísimas experiencias que, desde su óptica, se van igualando. Para él es lo mismo tener un problema con su mujer que si su hija queda embarazada o si su club de fútbol va ascender a segunda o no, si conoce algún amigo o consigue guita de algún lado. Es una persona que, de alguna modo, vive la vida de una manera egoísta.
–El film tiene mucho color local desde el inicio. ¿Podría transcurrir esta historia en otra ciudad que no fuera Lima?
–La película podría suceder en cualquier ciudad del mundo. Básicamente porque es una historia que habla de un hombre que puede encontrarse en cualquier ciudad. Es un buscador. Pero desde el lugar de la identidad de la ciudad de Lima, me interesaba que fuese un personaje muy fuerte en la película: desde la banda de sonido, con la música, con las radios, buscaba crear una experiencia bien sensorial. Por eso también el trabajo que hicimos en la fotografía: filmamos en cine pero ampliamos digitalmente, lo cual nos permitió manipular mucho los colores y crear esta gran saturación de color que, de alguna manera, está ahí en la ciudad de Lima. Claro que como tiene este manto de neblina, este manto gris de la ciudad, a veces uno no lo toma como tan presente. Pero es súper-intenso.
–Usted es reconocido por sus trabajos como videasta con músicos importantes como Vicentico, Spinetta, Divididos, Catupecu Machu, pero a diferencia del trabajo en el videoclip, su ópera prima no tiene un ritmo frenético. ¿Se propuso diferenciar estéticamente sus trabajos como realizador de videoclips respecto de su producto cinematográfico?
–No, no era una adrede, sino que tenía que ver con los tiempos internos de este personaje. Es un tipo que va siempre a paso de hombre y aun así puede mover alrededor de él todo un universo. Entonces, es un ritmo tranquilo, y creo que dentro de la película ayuda mucho la música que hizo Axel Krygier, que le encuentra como este tempo que es entre ligero y profundo.
–La película tuvo una buena repercusión en Perú y fue vista por más de 160 mil espectadores. ¿Cómo la tomó la clase media?
–Fue interesante. Podríamos decir que allá hay una clase alta y una clase media pequeña, y después todo el resto de la clase media se parece mucho más al personaje. El polo económico en Perú es Lima, y lo que mueve el país son los conos, los pueblos jóvenes que se fueron desarrollando en la informalidad y ahora el empuje de la economía está ahí. Ellos acudieron al cine masivamente a verla porque era una película que no pontificaba y, de alguna forma, invitaba a vivir una experiencia diferente desde el lugar cinematográfico. Para las clases altas y la clase media, primero había como cierta reticencia a acercarse a verla justamente por “ésta es una cosa de cholos” y “lo chicha es lo que tiene mal gusto”. Pero después mucha gente sí vio la película y me encantó que vinieran a decirme: “Sí, me sentí identificado” o “me veo representado ahí también”.
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