Vie 16.09.2005
espectaculos

CINE › LOS FILMS QUE COMENTO BORGES

El más implacable de los críticos

Un ciclo en la Biblioteca Nacional rescata las películas que el escritor reseñó en Sur.

No es una nueva sala barrial inaugurada por un nostálgico que piensa que todo tiempo pasado fue mejor. “Cine Borges Palace” es el nombre del ciclo de películas, comentadas por el escritor argentino en la revista Sur, que comenzó el viernes pasado en la Biblioteca Nacional (Agüero 2502) con la proyección de Luces de la ciudad, de Charles Chaplin. “Este visitadísimo film del espléndido inventor y protagonista de La quimera del oro, no pasa de una lánguida antología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental. Su carencia de realidad sólo es comparable, también desesperante, a su carencia de irrealidad. Su destartalado argumento pertenece a la difusa técnica conjuntiva de hace veinte años. Arcaísmo y anacronismo son también géneros literarios, lo sé; pero su manejo deliberado es cosa distinta de su perpetración infeliz. Consigno mi esperanza –demasiadas veces satisfecha– de no tener razón”, escribió Borges, sobre la película de Chaplin, en el número 3 de la revista dirigida por Victoria Ocampo. “Los comentarios son de una acidez irreprochable”, señala a Página/12 Horacio González, subdirector de la Biblioteca.
Las once películas, que se proyectarán todos los viernes (hasta el 9 de diciembre) con entrada libre y gratuita (ver aparte), estarán acompañadas por un programa de mano, diseñado como los que se hacían en los años ’40, con fragmentos de esos comentarios borgeanos que el escritor Edgardo Cozarinsky recopiló en el libro Borges y el cine. González advierte que en esas críticas “Borges busca el secreto de las estructuras narrativas y desarrolla su prosa maléfica con la idea del maldito candoroso que perdona o castiga la elección matemática de un adjetivo”. Lo peculiar de este ciclo es que pocas películas se “salvan” de eso que el subdirector de la Biblioteca Nacional define como “formas inocentes de despreciar”, cultivadas por el autor de Ficciones. Uno de los films que resultan invictos ante la ironía borgeana es El ciudadano, de Orson Welles. De esta película, Borges dijo que “no es inteligente, es genial: en el sentido más nocturno y más alemán de esta mala palabra”.
En el caso de Marruecos, de Josef von Sternberg, el escritor señaló que “se deja ver con simpatía, pero no con el goce intelectual que causan la visión (y la revisión) de obras anteriores de Sternberg”. Este director, recuerda González, es citado por Borges en el Evaristo Carriego, “cuando decía que para narrar había que inspirarse en cierto tipo de cine”. La programación incluye también Sabotaje, de Alfred Hitchcock; La fuga, de Luis Saslavsky; Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone; El acorazado Potemkin, de Sergei Einsestein; La extraña pasajera, de Irving Rapper; La máscara de Demetrio, de Jean Negulesco; Alejandro Nevsky, de Einsestein, y Prisioneros de la tierra, de Mario Soffici. Respecto del film dirigido por Soffici, González subraya que el escritor celebró la escena en la que uno de los capangas, interpretado por Francisco Petrone, disparó sin volver la cabeza para ver caer al mensú. “A Borges le gusta que dispare como lo haría uno de sus personajes”, agrega el subdirector.
A la hora de señalar los desaciertos de una adaptación cinematográfica, Borges no perdona. “Conrad nos da la comprensión perfecta de un hombre que causa la muerte de un niño; Hitchcock dedica su arte (y los ojos oblicuos y dolientes de Sylvia Sidney) a que nos enternezca esa muerte. El empeño de uno fue intelectual; el del otro es apenas sentimental”, escribió acerca de Sabotaje. “Un tema crucial para la Biblioteca es la fórmula secreta de narrar y su relación con el cine”, añade González. Y en este sentido, Cozarinsky precisó que no era casual que un ensayo temprano de Borges asociara desde el título “arte narrativo” y “magia”. Y no es menos casual que el autor de El Aleph rechazara el doblaje cinematográfico por un defecto que él consideraba central: “el arbitrario injerto de otra voz y de otro lenguaje. La voz de Hepburn o de Greta Garbo no es contingente; es, para el mundo, uno de los atributos que las definen”.

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