Sáb 17.09.2005
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CINE › HOY SE PRESENTA “EL AURA” EN SAN SEBASTIAN

Las ilusiones argentinas tienen con qué pelear en tierra vasca

Más allá del film de Fabián Bielinsky, en la competencia prevalecen las películas europeas, preferentemente españolas.

› Por HORACIO BERNADES
Desde San Sebastián

Desde un afiche de gigantescas dimensiones ubicado en plena avenida, a pasitos de la sede central del Festival, Ricardo Darín luce como perdido, cabeza gacha y pistola en mano, en medio de un fantasmagórico bosque patagónico. Hoy hace su presentación El aura, en el 53º Festival de San Sebastián, y tanto ese cartelón de ubicación privilegiada como el hecho de que la película se exhiba un sábado, en horario central, sugieren que la película de Fabián Bielinsky entra al festival donostiarra pisando fuerte. Tal vez se trate de engañosas trampas del deseo, pero lo cierto es que en los papeles no sobran para la Concha de Oro candidatos de hierro. Y el opus dos de Bielinsky/Darín tiene con qué pelearle de igual a igual a cualquiera. Vaya si tiene.
La competencia está dominada este año por el cine europeo, y dentro del europeo por el cine español. De los 19 contendientes que se presentan, 13 son europeos, 4 de ellos españoles. La programación marcó de entrada esa tendencia, con una de las películas locales (Obaba, de Montxo Armendáriz) a cargo de la inauguración y un film británico (A Cock and Bull Story, lo nuevo de Michael Winterbottom) siguiéndole los pasos. También compite por estos días la película china Xiang Ri Kui (Sunflower), mientras que la presentación de El aura, hoy a la noche, marcará el debut de un cine latinoamericano algo relegado este año. Iluminados por el fuego (que arranca el martes próximo) y O veneno da madrugada (versión de La mala hora dirigida por el brasileño Rui Guerra y con coproducción argentina) completan el staff latinoamericano que va a por las Conchas.
Tanto Obaba como la película china (dirigida por Zhang Yang, de quien en Argentina se había conocido Shower) entran de lleno en el rubro cine internacional preformateado, la película de Armendáriz acogiéndose a un formato anquilosado del cine español (el naturalismo pueblerino de base literaria) y la de Yang a uno bastante más calculado, la saga-históricasobre-la-China-moderna-con-base-humanista-y-alusiones-políticas. Nuevo film de uno de los cineastas más prolíficos y eclécticos del cine contemporáneo (el escocés Michael Winterbottom, el mismo de Jude, 24 Hours Party People y la inminente Código 46, entre otras), A Cock and Bull Story es otra cosa, por suerte. Calificarla de “adaptación de Tristram Shandy” sería decir tan poco de ella como definir a El aura como un policial. Lo que hace Winterbo-
ttom con la novela de Laurence Sterne (piedra fundacional de la literatura británica, escrita en el siglo XVII) es desarmarla, reconstruirla, entrarle por cualquier parte, tomársela en joda. Todo lo cual no podría ser más pertinente, en tanto no difiere en nada de lo que el propio Sterne hizo con ella, hace tres siglos y pico.
Si Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy es una historia de aprendizaje que se la pasa anunciando el nacimiento del protagonista para finalmente (luego de más de 500 páginas) jamás llegar a él, A Cock and Bull Story se permite no sólo ir hacia atrás y adelante en el relato, hacerlo y deshacerlo, sino además practicar sobre él un continuo juego de interferencias, desvíos, disrupciones, autorreferencias y cruces de planos narrativos. Así, el actor protagónico se presenta a sí mismo, a su personaje y la película que veremos, el equipo de rodaje interrumpe una escena, el protagonista discute con el chico que hace de él mismo cuando pequeño y finalmente los relatos paralelos de la película que se filma y del propio rodaje (y de todo lo que rodea a un rodaje, incluyendo charlas bobas, sexo casual y periodistas molestos) terminan circulando como carriles que eventualmente se cruzan.
Por más que sobre el final su knack se diluya un poco (el término, de raíz lesteriana, tiene plena pertinencia aquí), A Cock and Bull Story –que incluye apariciones amistosas de Jeremy Northam, Stephen Fry, la trainspottiniana Nelly McDonald y hasta Gillian Anderson, la Scully deExpedientes X– remite sin cesar a esa maravilla llamada 24 Hours Party People. No sólo por su espíritu juerguista, su total libertad de tono y estilo, sino por una buena cantidad de remisiones a aquélla, que incluyen a varios miembros del elenco. Más que nadie, el fabuloso Steve Coogan, que vuelve a confirmar aquí que la suya es una de las presencias más infecciosas e irresistibles del cine contemporáneo. Cuando el festival se pierda en la memoria, los duetos cómicos de Coogan con el hasta aquí desconocido Rob Brydon van a seguir siendo revisitados, sin duda, como quien ve al infinito cada capítulo de Seinfeld.

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