CINE › EL CINE ARGENTINO SE MUEVE EN SAN SEBASTIAN
Un festival de películas, festejos y nuevas posibilidades comerciales
Mañana arranca Iluminados por el fuego. El aura recogió en su presentación opiniones dispares. En la sección oficial se proyectaron Sommer vorm Balkon (Alemania) y Drabet (Dinamarca).
› Por HORACIO BERNADES
Desde San Sebastian
En la muestra competitiva termina su ronda de exhibiciones El aura y arranca Iluminados por el fuego. En secciones paralelas empieza a mostrarse Como pasan las horas y desde el Festival de Toronto viene llegando Monobloc, opus dos de Luis Ortega. El cine argentino se mueve en San Sebastián, y esto comprende no sólo a las películas que se ven sino a las que todavía ni existen. Es el caso de El país de las últimas cosas, versión de la novela de Paul Auster que Alejandro Chomsky (director de Hoy y mañana) comenzará a rodar dentro de unos meses, con el propio Auster como coguionista. De producción mayoritariamente española, el comienzo de ese rodaje se anuncia aquí a la prensa mañana al mediodía, aprovechando que todo el mundo del cine local, y parte del europeo, da vueltas por Donostia en estos días.
Y después están las películas argentinas que se venden. Pregúntenle de esto al singular Pascual Condito, distribuidor y vendedor internacional de la mayor parte del cine argentino independiente. Aunque este año redujo el peso de sus equipajes con respecto al anterior (unos 20 kilos, contra los ciento treinta y pico del 2004), Condito andaba de aquí para allá con dos tremendos valijones llenos de folletos, Betas y CD-roms, para seducir a potenciales compradores. En cuanto a la delegación de El aura, llegó como flotando en una nube de felicidad. A la inédita unanimidad crítica en Argentina –como nunca antes se descerrajaron dieces y excelentes– se le suma un dato que en nuestro país se conocerá recién mañana, pero Página/12 está en condiciones de anticipar: el arranque de la película de Bielinsky rozará cifras históricas. Datos “boca de boletería” cantan que el 60 por ciento de quienes concurrieron al cine el jueves fueron a ver El aura, triplicando en cifras a su inmediata perseguidora y recaudando más que Papá se volvió loco en el día de estreno.
Pero no todas son flores para el film de Bielinsky & Darín. La recepción estuvo bastante dividida aquí, tanto entre la crítica especializada como entre el público. Así lo demuestran el moderado aplauso del final de la proyección y las opuestas reseñas que publicaron ayer los dos diarios más importantes. Mientras que en El País el crítico Angel Harguindeguy habla de “maestría narrativa infrecuente”, Carlos Boyero, redactor estrella de El Mundo, se confiesa “decepcionado” ante una película que se le ocurre por debajo de Nueve reinas. Lo que nadie discute es la excelencia de Ricardo Darín, que con su actuación en El aura no hace más que elevar al infinito la idolatría que se le profesa aquí. Mientras se espera la presentación del otro crédito argentino, Iluminados por el fuego, en la competencia oficial (debuta mañana), la sección de cabecera del 53º Nazioarteko Zinemaldia (nombre del festival en euskera) sigue mirando hacia Europa, con la proyección de la danesa Drabet y la alemana Sommer vorm Balkon, traducida aquí como Verano en Berlín.
Ultima parte de una trilogía sobre la Dinamarca actual encarada por su director y guionista, Per Fly, Drabet impone desde el comienzo un tono denso y abrumador, que se corresponde con una visión del mundo en la que todo conduce, como en embudo, a una culpa irredimible. El protagonista es un profesor de sociología, ex militante de izquierda, cuya amante –unos treinta años menor que él– forma parte de una célula de ultraizquierda. Durante un operativo en una fábrica de armas, atropellan a un policía y lo matan. De allí en más, más que el cerco policial se impone el cerco moral, con la viuda del policía recordándole, a los protagonistas y el espectador, que el infierno de los otros es también el propio. Narrada con una solidez aplastante y actuada con esa excelencia que es marca de fábrica de los actores daneses, Drabet parece una suerte de Bergman sin metafísica. A algunos podrá resultarles hastiante, pero nadie podrá negar la valentía con que plantea serios dilemas morales.
Dirigida por Andreas Dressen, Sommer vorm Balkon (lit.: Verano desde el balcón) es una de esas películas que deberían venir acompañadas de un cartel: “Quédese, no es lo que parece”. Parece una comedieta vulgar y con poca pólvora, pero va mutando hasta devenir en amarga, conmovedora mirada sobre la soledad en la Berlín contemporánea, a la que Dressen (y el escritor y guionista Wolfgang Kohlhaase) ve como una verdadera capital del feísmo. Encarnadas por dos actrices formidables, en el mejor de los casos las dos protagonistas deben conformarse con los servicios de un impresentable ejemplar de macho humano, que se cree Adonis pero jamás se saca la musculosa. Si se señala que Sommer vorm Balkon ofrece algunos de los momentos más divertidos del festival y, al mismo tiempo, algunos de los más terribles, se tendrá una idea de su secreta, esquiva riqueza.