Jue 21.12.2006
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CINE › EL DIRECTOR MEXICANO GUILLERMO DEL TORO HABLA DE “EL LABERINTO DEL FAUNO”

“No puedo domesticar mi imaginación”

El director de El espinazo del diablo y Hellboy vuelve a incursionar en el cine fantástico con una superproducción que ya es una de las favoritas a integrar el rubro mejor película extranjera en la ceremonia del Oscar de Hollywood. “Los que vivimos un mundo imaginario tenemos la gran responsabilidad de mantener esa imaginación y libertad vivas”, dice Del Toro.

› Por Aurora Intxausti *
Desde Madrid

Su mundo es el de los sueños, la fantasía, la imaginación desmesurada capaz de ser transformada en imágenes. Su pasión: el cine, la pintura y deambular por el mundo de la creación. Guillermo del Toro (Guadalajara, México, 1964) presentó en el Festival de Sitges El laberinto del fauno, un cuento de hadas para adultos con el trasfondo de la Guerra Civil Española, que viene de cosechar trece candidaturas para los premios Goya y está nominada como mejor película extranjera para los Globos de Oro de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood.

La película, de coproducción hispanomexicana, competirá con Volver, de Pedro Almodóvar, por un lugar en el Oscar, en el apartado de film de habla no inglesa. “No habrá competición sino que será una juerga poder estar juntos. Almodóvar es estupendo”, comenta el cineasta en conversación telefónica desde Los Angeles sobre quien le produjo su primera película en España, El espinazo del diablo. Del Toro, que vive a caballo entre España y Estados Unidos, posee miles de libros y comics de terror y películas relacionadas con ese género que le sirven para alimentar esa desatada imaginación que posee y que va tratando de reflejar en unos cuadernos de tapas de cuero en los que anota y dibuja con minuciosidad todo lo que fluye por su alocada mente. Sus películas, antes de ser filmadas, han quedado plasmadas en hojas de papel. En esos cuadernos que viajan con él por el mundo va anotando diálogos, traza los bocetos y colorea los dibujos cuando sabe que serán contemplados en el cine por millones de personas.

El laberinto del fauno –cuyo estreno en Argentina está previsto para el 4 de enero– está situada en la posguerra española y narra el viaje de Ofelia (Ivana Vaquero), una niña de 13 años, y su madre (Ariadna Gil) a un pueblo en el que se encuentra destacado Vidal (Sergi López), un capitán franquista que concentra el odio de la pequeña.

–En El laberinto del fauno muestra un mundo de fantasía entremezclado con otro de una crueldad extrema, como es el de la Guerra Civil...

–La realidad es que en el mundo entero el péndulo político está teniendo un regreso a la derecha. Cada día y cada vez más esa derechización se vuelve más constante y preocupante. Eso es la realidad global y creo que me interesaba mucho presentar la idea de que aquellos que vivimos un mundo imaginario tenemos a la vez la gran responsabilidad de mantener esa imaginación y libertad vivas. El mundo espiritual o el mundo imaginario nos dan una libertad que contrasta con los preceptos de las instituciones que quieren que obedezcas porque sí. Pensé que la forma de fabular una idea como ésta era un cuento de hadas, un cuento profundamente perturbador y para adultos y de ahí es donde surge esa película. Nunca he podido vivir la realidad separada de la fantasía porque ésta me permite soportar la infinidad de cosas infames que ocurren a diario.

–¿De dónde procede ese interés por la Guerra Civil?

–Cuando crecí en México veía películas mexicanas influidas por talentos que habían emigrado de España. Llegaron diseñadores, directores, actores y escritores de la República española que tuvieron una gran influencia en las artes y la cultura mexicanas. Conocí a exiliados e hijos de exiliados, personas que me hablaban de esa etapa histórica. Era una época que unía emocional y espiritualmente a México y España de manera potente.

–¿Cómo llegan los fantasmas a su mente?

–Cuando era niño tuve una gran imaginación, pero no fue una imaginación homogeneizada y sana. Fue bastante enloquecida, violenta y salvaje. Algunas de las criaturas que aparecen en la película las llegué a ver en mi mente cuando era niño, durmiendo en casa de mi abuela. Por ejemplo, el fauno de la película aparecía muchas noches, no sé si era un sueño o una pesadilla lúcida pero aparecía detrás del ropero de la abuela y yo gritaba con verdadero terror. A nivel autobiográfico, esas criaturas poblaron mi infancia.

–Parece que le resulta imposible rodar una película si antes no la ha dibujado.

–El cine lo proyecto como un lienzo o una hoja de papel en blanco. Siempre pienso en términos de composición, de textura, de color, porque creo que en el cine la forma es contenido. Es una disciplina narrativa o artística en la que no todo lo narrado se carga en el lado del guión. Es una concepción muy antigua de dramaturgia el pensar que todo el contenido de la película está en el guión y que todos los matices de un personaje tienen que ser dados verbal o dramáticamente y no a nivel visual o sensorial. Tanto en la historia como en los personajes hay una herramienta de matiz mucho más discreta, secreta y privada. El diálogo con el espectador es sensorial y visual porque la ilustración, el dibujo y la pintura cada vez más informan las películas que yo hago. El laberinto del fauno tiene más influencias pictóricas que cinematográficas.

–¿Cuáles son las pictóricas?

–Curiosamente, soy un tipo que valora la tan denostada Ilustración. Los grandes artistas plásticos van contra lo figurativo y lo narrativo y yo en cambio soy un enamorado del arte narrativo, me ha influido mucho gente como Arthur Rackham, ilustrador de cuentos de hadas del siglo pasado, los surrealistas y simbolistas, y trato de referenciar las pinturas negras de Goya. Saturno devorando a sus hijos está en mi película.

–Si la influencia española en pintura es Goya, ¿qué piensa de cineastas como Buñuel?

–Era un tipo que entendía el cine como un arma que liberaba la parte más oscura y negra del pensamiento humano. Su vida no dictaba en nada el salvajismo de su imaginación. Eso me gusta mucho. Es una doctrina en la que creo. En lo personal soy bastante tímido, bastante tranquilo, pero soy demasiado salvaje en mi cine. Mi imaginación es imposible de domesticar. Y Víctor Erice me arruinó la vida después de ver El espíritu de la colmena porque pensé que jamás iba ser capaz de hacer una película como ésa.

–Rueda indistintamente en Estados Unidos o España.

–Me gusta trabajar en España porque puedo trabajar con gente con un talento exquisito y una gran riqueza artística. Muchos de los que trabajaron conmigo en El espinazo del diablo y en El laberinto del fauno provienen del comic. Para algunos de ellos era su primer o segundo trabajo en cine profesional. En ambas películas han trabajado como ilustradores chicos de 20 o 21 años, que lo han hecho fenomenal. No hay que enquistarse en las formas de siempre de hacer cine.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12

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