Hace tres semanas el coordinador del Movimiento de Documentalistas Miguel Mirra estrenó en el Centro Cultural de la Cooperación el documental Que viva Gualeguaychú!, largometraje que rescata la lucha que emprendieron los asambleístas entrerrianos en defensa del medio ambiente y contra la instalación de las pasteras Botnia y ENCE (al momento de realizarse el documental, ENCE no había anunciado la relocalización). Mirra llegó casi por casualidad a documentar este tema cuando asistió a una charla de ambientalistas en Buenos Aires. Su película adopta la postura de que la lucha de los asambleístas no es en vano: la defensa de la vida propia y de las generaciones futuras ante la probabilidad de un daño ecológico en las costas del río Uruguay es el eje de la película. Además de los testimonios, el documentalista filmó uno de los momentos más calientes del conflicto cuando el 30 de abril de este año unas 100 mil personas marcharon al puente internacional para defender su tierra frente al avance del capital multinacional.

Diversos ambientalistas argentinos y uruguayos exponen posturas similares en Que viva Gualeguaychú!, a diferencia de lo que puede suponerse en principio. Es a través de esos testimonios que la película da cuenta de que, desde el otro lado del río, hay sectores que tienen una visión diferente a la del gobierno de Tabaré Vázquez sobre la instalación de las pasteras. Delia Villalba, del Grupo Ambientalista Guayuvirá, sostiene que “no sólo nos oponemos por el tema de la contaminación, que eso es innegable; además de la contaminación y de ese riesgo sanitario, nosotros nos oponemos porque estamos hipotecando nuestras tierras”. Desde el sector de Gualeguaychú, el guardafauna Alfredo Casella afirma que “no nos sentimos bien cortando las rutas, pero estamos luchando por nuestra vida, la de nuestros hijos y de nuestros nietos. Entonces, es como que no tenemos otra opción”.

Los asambleístas desgranan sus opiniones contra las pasteras y ponen el acento en la necesidad de no regalar el destino de una zona conocida públicamente no sólo por los carnavales sino por sus riquezas naturales. Y ejemplifican con datos concretos y pragmáticos: la cantidad de trabajadores que podrían llegar a requerir las pasteras atentaría contra otros puestos generados por el turismo, la apicultura, la pesca, la agricultura y la ganadería. La película permite entender que así como las pasteras pueden contaminar, probablemente sus países de origen no comprarán los productos que en Gualeguaychú se fabriquen porque mirarán con malos ojos una zona contaminada.