Viernes, 16 de febrero de 2007 | Hoy
CINE › “PERFUME...”, DE TOM TYKWER
La adaptación de la novela de Patrick Süskind recuerda a otro fenómeno reciente: como en El código Da Vinci, hay más cáscara marketinera que cine.
Por DIEGO BRODERSEN
Semanas antes del estreno, la maquinaria publicitaria se puso en febril movimiento y las revistas, suplementos de cine y cultura y programas televisivos comenzaron a tirarle por la cabeza al posible espectador toda clase de abundante trivia: que es la película alemana más cara de la historia, que el autor de la novela no quería venderle los derechos de la adaptación a nadie, que en la escena de la orgía se utilizó a quién sabe cuántos extras. Mientras tanto, el texto original es reimpreso con nueva portada y una empresa de perfumes comercializa una edición para coleccionistas de quince aromas basados en sendos momentos del libro. El lanzamiento de Perfume recuerda al fenómeno cinematográfico-literario del año pasado, esa oquedad recubierta por el más atractivo de los embalajes llamada El código Da Vinci. Salvando las distancias, claro está, porque seguramente pocos puedan afirmar con sinceridad que la novela de Patrick Süskind, el prodigio editorial de la temporada 1985, pertenezca a un mismo anaquel de la biblioteca que el mentado thriller religioso. Más allá de gustos y modas y de una posible sobrevaloración que corresponderá a otros dilucidar, El perfume (sin razón aparente, el paso al formato fílmico eliminó el artículo determinado original) sigue resultando una novela rica y atractiva, una ingeniosa reinvención del relato descriptivo que se apoya en el más impensado de los sentidos.
La dificultad del traspaso de las páginas de la novela al cine estaba a la vista de todos, máxime cuando se trata de una narración por completo subjetiva y que, para colmo de males, hace de la exacerbación olfativa de su atípico héroe el núcleo estilístico de su prosa. La adaptación debía tomar alguno de los varios caminos posibles, y uno no puede más que imaginarse qué hubieran hecho un Fellini, un Pasolini o un Jodorowsky –quien, aparentemente, estuvo interesado en adquirir los derechos originales en algún momento– con el relato del joven Grenouille y su desesperada búsqueda del perfume perfecto en la Francia prerrevolucionaria. ¿Cuántos excesos, para bien y para mal, hubieran poblado la pantalla? La responsabilidad de firmar la adaptación recayó finalmente en el director de Corre, Lola, corre, y hay que decir sin demoras que El perfume según Tom Tykwer y sus guionistas huele a rancio.
Se trata de la típica ilustración concienzuda de la letra que pierde de vista la esencia, otro caso de obliteración del estilo enraizada en ese mal endémico: el circuito de distribución internacional. Un film de qualité, en definitiva, según la siempre útil definición de los muchachos cahieristas, que hace alarde del despliegue escenográfico y de vestuario y se da aires de grandeza en cada uno de sus elaborados planos generales. Rodada en idioma inglés con un reparto frankensteiniano que incluye a Dustin Hoffman y Alan Rickman, la película se apoya en un cansino relato en tercera persona de John Hurt, que salta a la palestra toda vez que las imágenes son incapaces de convocar el discernimiento, lo cual ocurre periódicamente.
Al mismo tiempo, la imposición de una estructura cercana al thriller, dispuesta en esta ocasión desde el punto de vista del asesino, resulta una clara tentativa por generar algo parecido al suspenso. Es necesario recordar aquí que el protagonista (interpretado por el actor británico Ben Whishaw, en su primer rol protagónico) es poseedor de una sobrenatural habilidad para olfatear aromas y, por ende, para dar vida a nuevas fragancias, además de una clara ineptitud para relacionarse con el sexo opuesto; de allí el inicio de la caza de doncellas y el consiguiente intento por capturar el bálsamo de su belleza (Freud se haría un festín diabólico con este muchacho). Los resultados en pantalla son de un romanticismo dulzón rayano en lo empalagoso y la situación no mejora cuando el film avanza hacia su resolución y debe hacerse cargo del momento quizá más memorable de la novela, cuando Grenouille pone finalmente a prueba los efectos de su ecuación odorífera. La mencionada secuencia de la orgía en la plaza pública, con su pacato uso del montaje, transforma un momento grotesco pero liberador en un mero divertimento planeado para espantar al burgués... pero un poquito, apenas nomás. No sea cosa de que alguien se ofenda.
5-PERFUME: HISTORIA DE UN ASESINO
Perfume: The Story of a Murderer, Alemania/Francia/España, 2006.
Dirección: Tom Tykwer.
Guión: Tom Tykwer, Andrew Birkin y Bernd Eichinger.
Fotografía: Frank Griebe.
Montaje: Alexander Berner.
Música: Reinhold Heil, Johnny Klimek y Tom Tykwer.
Intérpretes: Ben Whishaw, Alan Rickman, Dustin Hoffman, Rachel Hurd-Wood, Timothy Davies.
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