Martes, 13 de marzo de 2007 | Hoy
CINE › ENTREVISTA CON LA BRASILEÑA HERMILA GUEDES, PROTAGONISTA DE “O CEU DE SUELY”
Nordestina como su personaje, Hermila es la revelación del segundo largometraje de Karim Aïnouz (el director de Madame Satâ), la película brasileña que compite en el Festival de Mar del Plata por el premio Ernesto “Che” Guevara y que recibirá el premio de la crítica a la Mejor película latinoamericana 2006.
Por Mariano Blejman
Desde Mar del Plata
Pocas veces funciona mejor la expresión “poner el cuerpo” que en el caso del rol protagónico de Hermila Guedes en O ceú de Suely, opus dos de Karim Aïnouz, realizador de Madame Satâ. Porque la puesta de Hermila, quien encarna a una joven mujer de 21 años nacida en el corazón del nordeste brasilero, ocupa prácticamente toda la pantalla cada vez que aparece, y cuando no aparece, la ocupa por ausencia. La historia del film, que se traduce en algo así como “el cielo de Suely”, cuenta la vuelta de Hermila a Iguatú, su ciudad natal, un pequeño pueblo del nordeste, donde el calor, el azul del cielo y la sensación de tiempo detenido son materia del presente.
La Hermila de la ficción se llama también Hermila Guedes en la vida real y es uno de los trucos de Aïnouz en la película, el de estimular características personales de los actores elegidos en el casting para hacerlos convivir de una manera muy cercana, poniendo la cámara casi pegada al cuerpo. La cuestión es que Hermila vuelve al pueblo con un hijo, y se supone que su compañero volverá pronto para estar con ella, aunque nunca lo hace, y ella reanuda la relación con João, su antiguo novio, y finalmente intenta un plan audaz (rifa en el pueblo una noche con ella) para juntar plata y salir de ese lugar. Una historia basada en cuentos reales, pero también cercana a la actriz que recibe a Página/12 en Mar del Plata, y dice que su primera salida de Brasil fue gracias a O ceú... para participar del Festival de Venecia. El film recibirá aquí el premio de Fipresci a la Mejor película latinoamericana 2006, aunque Aïnouz no podrá recibirlo en persona debido a que se encuentra en rodaje.
–¿Cómo llegó a Karim Aïnouz?
–Karim es muy amigo de Marcelo Gómes, con quien yo había hecho un trabajo secundario. Cuando Karim preparó el elenco, yo me había presentado para un papel menor que era el de Georgina, la amiga prostituta de Hermila, pero le gustó mucho el casting que hice y cambió el rol quince días antes de filmar. Yo no sabía nada, y me enteré poco antes de comenzar a rodar. Así que fue muy difícil para ella también cambiar.
–¿Cómo compuso el personaje?
–La idea es que no somos dos personajes, somos dos personas. No son trabajos de personajes sino que preparaba actores, que tenían que actuar un poco de ellos, como Karim decía. Está basado en las características personales del actor. Karim tiene una marca, siempre tiene a todo el mundo cerca. Después que vi el film, me di cuenta de lo que había hecho, porque antes no veía nada de lo que registraba.
–¿Y usted pensó en hacer una rifa con su cuerpo?
–(Risas.)... Bueno, no. Eso está basado en una historia real de una chica que quería hacer una rifa para poder irse de un pueblo del nordeste, y tuvo que huir porque la querían meter presa, así que el acto en ese caso no fue consumado. El nordeste es la zona más pobre, más caliente.
–La zona donde nació Lula...
–Sí, Lula nació en el estado de Pernambuco, pero el interior del nordeste es muy parecido al film. En esos pueblos el tiempo está prácticamente detenido. La música es muy específica del nordeste de Brasil. Yo ahora vivo en la capital de Pernambuco, Olinda, pero en el interior la gente no tiene mucho que hacer.
–Para desarrollarse personalmente, ¿la solución es irse?
–No creo que todas las personas tengan la misma idea. Muchos querrían quedarse, pero algunos que quieren una vida mejor, ganar dinero, tener cosa bonitas o más posibilidades de crecer. Yo tampoco me quise quedar en el pueblo donde nací, y me fui a San Pablo a vivir una experiencia en una ciudad grande, la misma cosa que hizo ella. Pasé toda mi adolescencia en San Pablo, por eso cuando vuelvo a mi pueblo, ya me quiero ir.
–¿Cómo conectó con el cine de Pernambuco?
–Estudié teatro en Recife. Comencé en la época en que el cine del estado de Pernambuco estaba renaciendo. Y hoy es una referencia del cine brasileño a nivel nacional. Conocí a algunos de los directores que ahora son exponentes del movimiento, como Marcelo Gómes y Paulo Caldas. Hasta entonces cuando se hacía un film en el nordeste se hablaba de la zona como un cartón postal, una cuestión artificial. Después vino una época de cine sobre un personaje al estilo Robin Hood, que ocupaba las tierras y al que después le cortaron la cabeza. Y ahora están haciendo un cine de manera distinta con historias chicas, más cerca de la gente.
–¿Cuál es la perspectiva real de la Hermila de la ficción?
–La gente del nordeste es muy dura, muy seca, mi madre es así.
–¿Y usted?
–No tanto. Yo nunca había dejado a mi mamá, nunca había salido de mi casa. Pero cuando me fui, mi partida me dio mucho dolor, así que en el film yo lloraba mucho más de lo que debía y Karim quería que fuera más fuerte, pero yo lloraba por de más.
–El cine le permitió viajar...
–Conocí Venecia, La Habana, ahora la Argentina, y también recorrí mucho Brasil, además de otros países. Para mí es muy especial, O ceú... es un momento bisagra en mi carrera: es un antes y un después. Antes no podía pensar en trabajar en el sudeste, en San Pablo, y hoy puedo. Hoy puedo viajar, antes no tenía ni dinero ni era conocida. Venecia fue mi primer viaje fuera del país. Después del film, el mundo cambió para mí.
–¿Y le abrió nuevos caminos?
–En este festival también hago un papel menor en Baixio das bestas (El pantano de las bestias, de Cláudio Assis), un film oscuro y más pequeño, y ahora me contrataron para trabajar en una serie de televisión en O Globo, para hacer una novela. Pero a mí me gustaría seguir haciendo cine. Aunque es complicado hacer una carrera en otros lugares del país, sobre todo por el acento. Tengo un acento muy del nordeste, y hace poco tuve que hacer de una brasileña gaúcha y tuve que contratar a una fonoaudióloga. Cuando me escuché, parecía otra persona. En Brasil, es limitado trabajar por culpa del acento del nordeste.
–¿Para usted, O ceú... tiene un final feliz?
–No sé, creo que es el final que debía tener. No sé si es un final feliz. Es un final cierto, con dramatismo, como son las cosas.
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