Viernes, 6 de abril de 2007 | Hoy
CINE › “FOTOGRAFIAS”, DE ANDRES DI TELLA, EN EL ARRANQUE DE LA COMPETENCIA ARGENTINA
El realizador de La televisión y yo vuelve a hacer un documental en primera persona del singular y atraviesa la distancia que hay entre la home movie familiar y el ensayo libre. En la Competencia Internacional se destacó la indie estadounidense Old Joy, de Kelly Reichardt.
Por Horacio Bernades
“Enfrentarme con el fantasma de mi identidad hindú.” Eso llevó a Andrés Di Tella a filmar Fotografías. Vaya si lo llevó: hasta la India misma llegó el realizador de La televisión y yo en busca del fantasma de su madre, nacida allí en las primeras décadas del siglo XX. Viaje a través de la memoria, viaje no siempre lineal, viaje en el más físico de los sentidos, Fotografías es la primera película de la Selección Oficial Argentina que se presenta en competencia en esta novena edición del Bafici, tras el arranque de esa sección a cargo de El otro. Mientras tanto, en la otra Selección Oficial, la Internacional, pueden verse en estos días dos películas que no darían la impresión de hablar el mismo idioma. Por un lado, el film estadounidense Old Joy, considerado uno de los grandes hallazgos del reciente cine indie. Por otro, la australiana Noise, thriller con asesino de masas, testigo en peligro y policías abocados a la investigación. Hasta el punto de que parecería haber sido elegida por los programadores sólo para demostrar que en el Bafici también pueden verse películas convencionales, qué tanto.
Según cuenta Andrés Di Tella fueron unas fotos familiares, descubiertas en una vieja caja, las que lo llevaron a recordar a su madre, años después de su muerte. Miembro de una familia aristocrática de la India, como modo de manifestar rebeldía no le bastó a Kamala Aparao con militar desde temprano en el Partido Socialista de su país. Terminó casándose con un miembro de otra raza, hecho sin precedentes en su muy tradicional familia. El marido elegido por Kamala resultó ser Torcuato Di Tella. Que, además de respetado sociólogo y más que polémico ex ministro de Cultura, resulta ser el padre del realizador. Como ya lo hacía en La televisión y yo, en Fotografías Di Tella vuelve a mostrar a tan eminente personaje durmiéndose en el sillón de su casa, como cualquier abuelito. Elección que demuestra la falta de barreras que hay en la película, tanto entre lo público y lo privado como entre lo que se supone que no debe mostrarse y lo que efectivamente se muestra. Barreras que también se derriban para atravesar la distancia que hay entre la home movie familiar y el documental en primera persona, o entre el documental y el ensayo libre.
Guiada por la voz en off del propio realizador y como ya sucedía en La televisión y yo, el único hilo que sigue Fotografías es el del pensamiento y el deseo de Di Tella, quien, sin mapas a la vista, se deja llevar por desvíos, digresiones, idas y vueltas, arrastrando tras de sí el relato entero. Tanto puede investigar cómo es que Ricardo Güiraldes fue a parar a la India (descubriendo cuánto hay de gurú en un gaucho llamado Don Segundo Sombra) como viajar hasta el sur argentino para encontrarse con el último descendiente de aquél. O filmar a su hijo Rocco mientras juega con un elefante en la India, su esposa Cecilia probándose un sari, una sesión de espiritismo o el propio Di Tella haciendo pis en una parada del camino. En el medio, claro, la historia de una tal Kamala Aparao, que algún día dejó la ciudad de Bangalore y terminó haciéndose amiga de Marta Minujin, en los tiempos del Instituto (Di Tella, claro). ¿Documental? ¿Ensayo? ¿Película casera? ¿Páginas de un libro de memorias? Fotografías es todo eso, claro.
Un viaje proporciona también su estructura a Old Joy, ópera prima de la realizadora Kelly Reichardt. Un muchacho casado, con su mujer próxima a dar a luz, acepta la invitación de un viejo amigo, marchando juntos al bosque en pleno Oregon, durante un par de días. Por más que no se ven hace un rato largo, ambos hablan más bien poco, prefiriendo compartir un porro, una carpa o un baño termal. Una húmeda melancolía atraviesa toda la película, producto seguramente de la imposibilidad de recuperar una relación que parece haber quedado atrás en el tiempo. Hay en Reichardt un ojo documental que le permite convertir lugares y paisajes casi en personajes, ya se trate del interior de una casa o un bosque. La realizadora trabaja muy bien cierta tensión sexual implícita, generada tanto por los celos de la esposa de Mark como por la falta de pareja de Kurt, y potenciada por el masaje en los hombros que le ofrece a su amigo. Lo interesante es, en tal caso, que estas tensiones quedan planteadas, pero no se resuelven jamás. Es posible, sí, que a Reichardt se le vaya la mano con la parquedad, hasta el punto de que el espectador termina sabiendo demasiado poco sobre los personajes. Lo cual suena un poquito forzado, a qué negarlo.
En cuanto a Noise, por más que esté bien filmada y mejor sonorizada (el protagonista padece de una enfermedad auditiva, que justifica el título de la película), resulta lo suficientemente convencional e inconducente como para preguntarse qué le vieron los programadores, que los llevó a incluirla entre los títulos de competencia. Pero bueno, ya se sabe, como decía Joe Brown, nadie es perfecto.
Fotografías se verá hoy a las 13.30 en Hoyts 6 y el domingo a las 19.30, en la Alianza Francesa. Old Joy, hoy a las 14.30 en Hoyts 12 y el domingo a las 23.15, en el Atlas Santa Fe 1. Noise, hoy a las 16.15 en Hoyts 12 y el domingo a las 20.15, en el Atlas Santa Fe 2.
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