CINE › “BRAND UPON THE BRAIN!”, UN FILM MUDO DE GUY MADDIN
› Por Luciano Monteagudo
El año pasado, el acontecimiento de “Gala” (un término que no le va bien a un festival como el Bafici) fue la proyección, en el Teatro Colón, de la versión restaurada de El acorazado Potemkin, con orquesta sinfónica en vivo. Ahora el Colón está cerrado, pero para esta edición el Bafici tuvo la oportunidad de mejorar esa oferta y no la desaprovechó: no es frecuente encontrarse con un film mudo contemporáneo, concebido para su exhibición con un narrador más música y efectos especiales en vivo, pero eso y mucho más es Brand Upon the Brain!, la nueva alucinación de uno de los cineastas más delirantes y originales de la actualidad, el canadiense Guy Maddin.
Estrenado en septiembre 06 en el Festival de Toronto y exhibido en febrero en la Berlinale (con Isabella Rossellini a cargo de la narración, lugar que hoy ocupará Geraldine Chaplin), Brand Upon... viene a confirmar que Maddin hace un cine que no se parece a nada ni nadie que no sea a sí mismo. Como lo probó La música más triste del mundo (único de sus films que tuvo estreno en la Argentina, aunque su obra anterior se conoce a través del Bafici y la Lugones), la estética de Maddin, en todo caso, se nutre de los clásicos del cine mudo, pero a través de un vidrio oscuro, como reprocesados en la memoria emotiva del realizador a través de su inconsciente más profundo. Hay algo perturbadoramente onírico, freudiano en su obra que en Brand Upon... se expresa de la manera más libre, con un humor surrealista, sin caer en la frivolidad o la parodia.
Por eso se hace difícil intentar una descripción de su argumento –que se nutre tanto del Frankenstein de James Whale como de Les vampires de Feuillade– sin traicionar ese delicado filo de la navaja que transita el film de Maddin. Basta con decir que todo surge de un recuerdo traumático de Guy (así se llama el protagonista), que regresa a la isla donde pasó su infancia, dominada por un faro fálico gobernado desde la torre por su madre posesiva y castradora, que de niño lo vigilaba desde un telescopio. El fluir de la conciencia es arrollador: la evocación retrotrae a Guy a esa isla habitada sólo por unos niños huérfanos, a quienes su padre –recluido en un laboratorio siniestro– les extrae con horribles fines el “néctar de la juventud”, dejándoles en el cerebro esa marca del título. A esto hay que agregar que el niño está enamorado de una joven detective que llega a la isla a investigar el caso y que –travestida de hombre y con un antifaz negro– seduce a la hermana del protagonista, creando un inquietante ménage à trois. Ver para creer.
Brand Upon the Brain! se ve sólo hoy a las 19.30 y 22, en el Coliseo.
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