CINE › “LOS PROXIMOS PASADOS”, DE LORENA MUÑOZ, SOBRE LA CURIOSA HISTORIA DE UN MURAL DE SIQUEIROS
La codirectora de Yo no sé qué me han hecho tus ojos toma aquí una sabia decisión: considerar todos los abordajes posibles sobre el destino del mural que el artista mexicano realizó en la quinta de Natalio Botana.
› Por Horacio Bernades
“Cómo querés que me emocione si de lo que yo conocí no quedó nada”, dice Gloria Machado Botana mientras recorre lo que alguna vez fue la quinta Los Granados, reducida ahora a un yuyal. En los años ’30, la quinta de Natalio Botana, legendario fundador del diario Crítica, estaba en la gloria. Su sobrina Gloria jugaba en el inmenso parque, mientras alguien pintaba un mural en el sótano. Se trataba de cierto mexicano en el exilio: David Alfaro Siqueiros, uno de los máximos exponentes de esa forma artística y del arte latinoamericano en general. La quinta ya no está; el mural tampoco. La trágica y apasionante historia de ese fresco –donde parecería haberse materializado la mutua admiración y rivalidad que unió y separó indisolublemente a Siqueiros y Botana– es la que Los próximos pasados reconstruye, desplegando en ese movimiento hasta sus más ínfimos pliegues. Al hacerlo, echa luz sobre unos personajes más grandes que la vida, sobre una época entera y sobre la implacable manera en que el tiempo, la desidia, la desmemoria, pueden pulverizar las obras de los hombres. Aun aquéllas que parecerían nacidas con destino de eternidad.
Primera obra en solitario de Lorena Muñoz (que cuatro años atrás codirigió, con Sergio Wolf, la igualmente notable Yo no sé qué me han hecho tus ojos), Los próximos pasados es uno de esos documentales que parecerían arrebatarle a la ficción sus historias más fascinantes, hasta parecerse casi más a un film de aventuras que a un documental. No hay relato de aventuras sin un viaje de por medio y hay un viaje en el medio de Los próximos pasados, ganadora del Premio de la Crítica cuando se presentó, el año pasado, en la competencia oficial del Bafici. Directora y guionista, Muñoz (Buenos Aires, 1972) tuvo la idea de convocar en lo que quedó de Los Granados a un grupo de personas, y es ese viaje en tren el que sirve como eje a la película. Los que viajan son los hijos de Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino, cuyos padres fueron, junto a Lino Enea Spilimbergo, ayudantes de Siqueiros en 1933, cuando el mexicano consumó su Ejercicio plástico en Don Torcuato.
Habituado, como sus cofrades Rivera y Orozco, a incorporar a la obra el espacio físico en el que ésta se inscribe, la idea de Siqueiros, cuando Botana le propone el aparente absurdo de pintar un mural en un sótano, es francamente genial. Con una mujer desnuda y un alumbramiento como motivos centrales, Ejercicio plástico deberá extenderse por las cuatro paredes, el techo y hasta el piso de ese estrecho ámbito. Como los sucesivos propietarios de la quinta no resultaron precisamente dilettantes, el mural terminó –gracias a la más sofisticada ingeniería de(con)structiva– extirpado del sótano, trozado y metido en varios containers, a merced del frío, el calor, la humedad y el agua. Ahí está todavía Ejercicio plástico, en esos containers, en un depósito de grúas de San Justo, tan inexpugnable como la Xanadú de Charles Foster Kane.
La historia admitía mil abordajes y la decisión de Muñoz fue la más sabia: no elegir uno, sino todos. Así se delinea la figura de Botana, suerte de tycoon hollywoodense a quien evoca el escritor Alvaro Abós, tanto como la del propio Siqueiros, que perora en off su credo artístico. Asoma el fantasma de Blanca Luz, femme fatale que engaña al artista con Botana y al magnate con Neruda, mientras García Lorca hace de “campana”. Se dibuja al sesgo, con Los Granados como espacio físico, una cronología de la clase pudiente argentina. Teniendo en cuenta tanto la época (los años ’30) como la condición de militante comunista de Siqueiros, parece absolutamente pertinente que un montaje de atracciones, del más puro cuño eisensteiniano, sea el que exprese una lucha de clases en el terreno artístico. Mientras se oye la ardiente voz del mexicano, llamando a expropiar para el arte las paredes de la ciudad, lo que se ve son esos mismos muros hoy en día, capturados para siempre por la publicidad.
Si el abordaje es múltiple, también lo son las técnicas utilizadas, combinando narración en tiempo presente, entrevistados hablando a cámara y un rescate obsesivo de material de archivo, que va desde los noticieros de época hasta las filmaciones familiares en súper 8. Todo ello arma un continuo de asombrosa homogeneidad. Pero además y como modo de reponer, por vía del simulacro, lo que el tiempo aniquiló, un grupo de artesanos construirá una réplica del famoso sótano y el famoso mural. Por el interior de esa maqueta se pasea la cámara, teniendo por única compañía la exquisita música original de Pedro Onetto, para cerrar Los próximos pasados con la más pura y melancólica poesía visual. Narrarlo todo y a gran escala, utilizando las técnicas más variadas y los materiales más disímiles: es como si la propia película y su realizadora hubieran sido poseídas por el espíritu de David Alfaro Siqueiros, que anduvo un tiempo por Buenos Aires, allá por 1933.
9-LOS PROXIMOS PASADOS
Argentina, 2006.
Dirección y guión: Lorena Muñoz.
Fotografía: Iván Gierasinchuk.
Música: Pedro Onetto.
Montaje: Benjamín Avila.
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