CINE › “FICCION”, DE CESC GAY
La encrucijada del director catalán es también la de la película toda.
› Por Diego Brodersen
“Nosotros, los directores, nos olvidamos a veces de los espectadores. ¿Filmas las películas para el público o para ti mismo? Todo es válido, claro está, pero las películas sólo funcionan si alguien va a verlas. En lo personal, intento mantener un equilibrio: no traiciono mis ideas, lo que pienso y siento, pero al mismo tiempo no me pongo totalmente de espaldas a la audiencia, como creo ocurre bastante en el cine catalán.” Con estas palabras definía su ética cinematográfica Cesc Gay en una entrevista realizada por Página/12 durante la última edición del Festival de Cine de Mar del Plata, donde su última película obtuvo el Astor de Oro, el premio mayor de la Competencia Oficial.
No es un dato menor, en particular si se tiene en cuenta que en esa misma sección competitiva Ficción debió enfrentarse a otro film catalán que parece ubicarse en la vereda estética opuesta: Honor de cavallería, del realizador Albert Serra –largometraje que conocerá su lanzamiento local dentro de algunos meses–, es precisamente una de esas películas que, según Gay, parecen hechas “a espaldas de la audiencia”. ¿Puede saldarse la discusión mediante tamaña simplificación, la división de la producción cinematográfica mundial en dos grandes bloques macizos e impenetrables? Desde ya que no, en principio por un dato fácilmente comprobable: nunca existió ni existirá una audiencia, sino múltiples audiencias, algunas más mayoritarias o minoritarias que otras. Más allá de esta y otras discusiones de fondo, no hay dudas de que es gracias a esa diversidad de públicos que el cine podrá seguir combatiendo la tendencia a la homogeneización y el estancamiento, los más perniciosos tumores jamás conocidos por la creación artística.
Ficción, tercer largometraje en solitario de Gay luego de Krámpack y En la ciudad –ambas estrenadas comercialmente en nuestro país–, tiene como principal protagonista a Alex, un director de cine barcelonés que inaugura su cuarta década de existencia en busca de un remanso de paz que pueda brindarle, al mismo tiempo, el germen creativo de su próxima película. Para ello, viaja al encuentro de un par de viejos amigos fuera de la gran ciudad, en una zona montañosa cerca de los Pirineos que le presta a la película sus imponentes paisajes naturales: Santi, solterón empedernido que le ofrece techo y cama, y Judith, una muchacha lesbiana que imagina un futuro cercano como madre.
Lejos de lo previsible –este tipo de narrativas suele definirse por las rencillas del pasado y las catarsis de psicodrama que afloran velozmente luego del primer reencuentro–, el realizador mantiene un tono medido y reposado que le permite ir construyendo de a poco el núcleo de la historia (aunque más acertado sería, en este caso, hablar de no-historia, aunque no se descubrirán aquí las razones).
Al terceto de personajes se le sumará Mónica, una amiga de Judith que también se acerca al paraje en busca de descanso. La relación que se establece de allí en más entre Mónica y Alex irá desenvolviéndose en base a miradas, equívocos y pequeños roces, particularmente luego de que el dúo pierda de vista a sus amigos en una salida agreste y deba pasar la noche en un refugio aislado de la civilización.
La lucha que se establece dentro de la película entre las dos fuerzas definidas claramente por su director (“no traiciono mis ideas, pero al mismo tiempo no me pongo de espaldas a la audiencia”) va desplegando sus virtudes y limitaciones. Los mejores momentos de Ficción son aquellos en los cuales las palabras le ceden espacio a la relación entre los personajes y el entorno –muchas veces salvaje– que los rodea. Gay confía en la fuerza visual del encuadre como transmisor de emociones y no evidencia los cambios en los personajes a partir de diálogos sobreexplicativos. Al mismo tiempo, la necesidad de dejar en claro las crisis emocionales y motivaciones de sus criaturas hace que la construcción psicológica hipoteque las sutilezas al reemplazarlas por una sensación de pragmatismo algo esquemático: Alex es, fundamentalmente y antes que cualquier otra cosa, un cineasta cuarentón en crisis personal y profesional; Judith padece una grave enfermedad y, por ello, los replanteos vitales y necesidades religiosas surgen con fuerza; Santi es como es y no hay nada que hacerle, cubriendo de paso el rol de ligero comic relief. El personaje más enigmático es, indudablemente, el de Mónica, del cual Alex –quizás un alter ego emocional del propio Gay– irá enamorándose sin poder explicarse las razones.
De esa manera, Ficción encarna una idea de cine correcto y moderado, una tercera vía posible para una industria cinematográfica –la española– que padece desde hace unos años un gigantismo (150 films al año) reñido en gran medida con la creatividad y la novedad. Un cine seguro, confiable, incluso apreciable, pero que de ninguna forma debería transformarse en la única opción valedera, en particular para los realizadores más jóvenes.
7-FICCION
(Ficció, España, 2006)
Dirección: Cesc Gay.
Guión: Tomás Aragay y Cesc Gay.
Fotografía: Andreu Rebés.
Montaje: Frank Gutiérrez.
Música: Cesc Gay y Xavier Salvà.
Intérpretes: Eduard Fernández, Javier Cámara, Montse Germán, Carme Plá.
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