CINE › DEBATES EN TORONTO
Redacted, de Brian De Palma, y Captain Mike Across América, de Michael Moore, elevaron la temperatura del encuentro.
› Por Luciano Monteagudo
desde Toronto
La frontera de los Estados Unidos está a unos pocos kilómetros, del otro lado del lago Ontario, pero se diría que el debate político en el frente interno norteamericano se mudó este fin de semana al Festival de Toronto. Y se hizo notar. Por un lado, directamente desde la Mostra de Venecia donde acaba de ganar el León de Plata al mejor director, Brian De Palma trajo Redacted, su descarnada, brutal reconstrucción de la vida cotidiana en Irak bajo la ocupación estadounidense, un film que lo confirma no sólo como un cineasta fuera de lo común sino también como un auténtico francotirador contra Hollywood, capaz de hacer un cine que difícilmente pueda ser aceptado por la industria y el público de su país. Por otro, Michael Moore, que todavía mantiene caliente la controversia desatada por su documental Sicko, sobre las tremendas falencias del sistema de salud de su país (la película se estrena en Buenos Aires el jueves 20), vino especialmente a Toronto a presentar Captain Mike Across America, en sus propias palabras un concert film que da cuenta de su maratónica gira proselitista contra George Bush, durante las elecciones de 2004, un esfuerzo que Moore no considera un fracaso sino el comienzo de un despertar político de la juventud estadounidense en vistas a la nueva elección el año próximo.
La película de De Palma –que ya en 1989 había hecho Pecados de guerra, un recordatorio de los horrores cometidos por los soldados estadounidenses en Vietnam– es a la vez un film de urgencia, que parece dictado por la indignación moral del cineasta y, al mismo tiempo, una obra cinematográfica de una gran complejidad formal, por la multiplicidad de puntos de vista que adopta y la diversidad de los materiales con los que trabaja. “La forma y el estilo del film fueron inducidos por el material que encontramos en Internet”, declaró De Palma, que utilizó como punto de partida –algo infrecuente en él– un hecho verídico y profusamente documentado: la violación en marzo de 2006 por parte de una patrulla de soldados estadounidenses de una adolescente iraquí de 15 años, que luego fue asesinada e incinerada junto con toda la familia.
Es notable cómo a partir de este episodio, De Palma trabaja simultáneamente con el más crudo realismo y, al mismo tiempo, lo pone en crisis, cuestionando su representación. Por un lado, Redacted –una expresión empleada por los medios de comunicación estadounidenses para referirse a las imágenes censuradas de la guerra, con la excusa de que no afecten al público y no den pie a denuncias legales– adopta la forma de un falso documental, que utiliza las imágenes grabadas por las videocámaras de los propios soldados. Pero a ese nivel del relato, ya de por sí múltiple y complejo, De Palma le suma toda la cultura de imágenes actual, con reconstrucción de material informativo de las cadenas de televisión árabes, de los sitios web de los rebeldes iraquíes, de los blogs de las esposas de los soldados y hasta de las cámaras de vigilancia del ejército.
El resultado es un film de infinidad de texturas y formatos de pantalla, muy fragmentario en su construcción pero que a la vez es capaz de expresar de manera muy contundente el estado de las cosas, la relación del mundo con las imágenes. Redacted no se conforma meramente con denunciar –y muy bien por cierto, de la manera más directa posible– la barbarie cotidiana que significa la ocupación estadounidense en Irak. La película de De Palma –en un gesto experimental que conecta Redacted con algunos de sus primeros films de los años ’60, inspirados en el cine de Jean Luc Godard– también viene a proponer una reflexión sobre la pulsión contemporánea a hacer públicos –a través de sitios como YouTube– no sólo los actos más íntimos sino también los más atroces.
Al mismo tiempo, Redacted –que ya en su primera escena recuerda que en una guerra la verdad es la primera víctima– culmina con una serie de fotografías censuradas por los grandes medios de comunicación estadounidenses, un rosario contundente de víctimas civiles que incluye básicamente niños, mujeres embarazadas y ancianos, en lo que puede interpretarse como un llamado explícito a detener la incursión de la administración Bush en Irak.
Es lo mismo que se propone –de manera mucho más simple, más prosaica, no tanto como cineasta sino como activista– Michael Moore en Captain Mike Across América. Su nuevo documental, que él mismo definió como una home movie (película casera), sigue paso a paso lo que tres años atrás se llamó “la campaña en las sombras”, el esfuerzo final que hizo Moore –y paralelamente a él otras figuras del espectáculo, como Bruce Springsteen o las Dixie Chicks– para llevar a las urnas a los millones de jóvenes que en los Estados Unidos no votan y que con su indiferencia han permitido los sucesivos triunfos del partido Republicano. La película de Moore, sin embargo, no puede pensarse como un film de campaña a favor de los demócratas, a quienes acusa de una grave indefinición política, ni mucho menos como un elogio de John Kerry, a quien hace quedar como un estúpido, un poco de la misma manera en que ya en Fahrenheit 9/11 trataba de cobarde a Al Gore. Lo suyo es más claro, es más explícito: primero, hay que salir a votar, involucrarse con lo que sucede en la sociedad; y luego hay que votar contra Bush, que miente sistemáticamente a su pueblo y que embarcó a su porción más pobre y desprotegida –esos mismos soldados que protagonizan Redacted– en una guerra salvaje y ajena.
Eso es lo que Moore –con la ayuda incluso de veteranos recién regresados de Irak– repite una y otra vez en distintos escenarios y universidades de las 62 ciudades que recorrió en 45 días y en los cuales llegó a reunir, en una sola noche, más de 10.000 personas. Aquí en Toronto, alguien le criticó a Moore que su película estaba dedicada a “predicar para el coro”, algo con lo que el director de Bowling for Columbine estuvo de acuerdo. “Sí, es verdad, pero es que alguien debe proponerle una canción a toda esa gente. Somos millones los que en mi país sufrimos a Bush y es necesario que vayamos tomando conciencia de nuestra fuerza. En 2004 ya logramos revertir una tendencia negativa que se remonta a los años ’70 y llevamos a 21 millones de votantes nuevos a las urnas. Si el año que viene somos más, echamos a los republicanos.” ¿Moore presidente?
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