Jue 13.09.2007
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CINE › “LA SEÑAL”, DE RICARDO DARIN Y MARTIN HODARA, UN VERDADERO FILM NOIR CON DESTINO TANGUERO

Donde la Historia se cruza con lo negro

En una Buenos Aires adoquinada y en vela por la enfermedad de Evita, Darín y Diego Peretti les dan credibilidad a dos detectives condenados al fracaso.

› Por Horacio Bernades

“Métodos norteamericanos”, se lee sobre el cristal de la puerta de Santana & Corvalán, detectives privados, y daría la sensación de que si Ricardo Darín y su codirector Martín Hodara necesitaran imprimir algún día tarjetas de presentación, debajo de la palabra “realizadores” bien podrían poner lo mismo. Para que el eslogan fuera absolutamente fiel, sin embargo, después de “métodos norteamericanos” debería aclararse, sin riesgo de chauvinismo: “con espíritu argentino”. Es verdad que Corvalán & Santana investigan de acuerdo a la mitología del film noir, del mismo modo en que Darín & Hodara se atienen a ella. Pero el aire tristón, melancólico y perdedor del Pibe Corvalán terminará contagiando a la película de un destino tan fatal –tan tanguero, se diría– como ni el más noir de los films noirs se habrá permitido jamás.

Primera coproducción del nuevo sello Pampa Films, la génesis de La señal es conocida, pero conviene repasarla. Primero, Eduardo Mignogna pensó en filmar su propia novela, con Darín en el protagónico. Tras su muerte, el actor, que había trabajado con él en El faro y La fuga, decidió finalizar el proyecto interrumpido del amigo, debutando como realizador y convocando en su ayuda a Martín Hodara, ex asistente de Mignogna en El faro. Pero también de Fabián Bielinsky en Nueve reinas y El aura. La sombra de ambas películas parece haberse tendido tanto como la de Mignogna sobre La señal, dicho esto en sentido fotográfico tanto como de tono. Tono grave, como el del tango, y amargo, como el del mate. En los primeros 5 o 10 minutos, una tal vez excesiva acumulación de datos de contexto ubica al espectador en tiempo y lugar. Corre el año 1952, la Jefa Espiritual de la Nación se halla gravemente enferma y el clima porteño –pura lluvia, poco neón– parece respetar la vela que en las calles adoquinadas libra la gente, frente a sus altares. Mucha gomina y sombrero; mucho billar, lotería y burros; mucho Fresedo y Sinatra.

Hincha de Banfield, al Pibe Corvalán lo tiene algo inquieto la transferencia de Eliseo Mouriño a Boca Juniors. Meses atrás, el Taladro había perdido frente a Racing una final que la historia tendió en un manto de sospechas políticas. Basta verlo a Corvalán, atendiendo casos de perros y gatos extraviados, para sospechar que también él puede llegar a perder una final. Sobre todo cuando de un auto bajan las piernas de Gloria (Julieta Díaz), morocha de vestido sedoso y mirada no tanto. “Cuidesé, yo sé lo que le digo...”, advierte Santana (Diego Peretti) a su socio, sin que un solo espectador crea que Corvalán vaya a hacerlo. Superadas las escenas introductorias y con muy buen criterio, Darín & Hodara atenúan todo posible exceso reconstructivo, confiando en la sobria y precisa dirección de arte de Margarita Jusid. Tanto como en los tonos decolorados que aporta Marcelo Camorino, director de fotografía habitual de Mignogna. Es tan baja la clave lumínica utilizada, que cuesta entender cómo hacen Santana y Corvalán para encontrar las fichas de los clientes en su penumbrosa oficina.

Pero el peso está puesto en la historia y la historia se narra como indica el canon noir. Con una trama que se intrinca entre negocios turbios, tipos pesados y aprietes, dibujando un círculo que, puede sospecharse de antemano, se va a ir cerrando sobre el protagonista. Los diálogos son secos y cortantes, con Darín y Peretti cortándolos mejor que Julieta Díaz, a quien parecen resultarle tan incómodos como el propio papel de femme fatale. Frente al sombrío Corvalán, el manual aconsejaba la presencia de un ladero que funcionara como descanso cómico: allí está Diego Peretti desplegando, a sus anchas, un arsenal de epigramas intencionados. Oponer un protagonista contrera a un partenaire que jamás se saca de la solapa el escudito justicialista es otra jugada en el camino correcto. Tanto como haber hecho literal el linaje estético que la película asume para sí, encarnado en un Santana que no para de largar latiguillos en inglés. Alguno de ellos, como el so long, my friend con el que se despide de su socio en las primeras escenas, puede llegar a adquirir, a la larga, una connotación ominosa y profética.

¿Es La señal un correcto ejercicio de estilo y nada más? Los ejercicios de estilo suelen contentarse con copiar la letra. La primera película de Darín-Hodara desarrolla, en cambio –más allá de alguna torpeza en escenas de acción– un tema propio, el del fracaso, que tal vez devenga tanto del tango como de la época. Epoca que se cierra de forma doblemente funesta, cierto día de julio por la noche, atando para siempre lo político y lo personal, la biología y el crimen, lo que es propio de la Historia y aquello que pertenece al terreno de la pura ficción.

7-LA SEÑAL

Argentina/España, 2007.

Dirección: Ricardo Darín y Martín Hodara.

Guión: R. Darín, M. Hodara, Patricio Vega y Eduardo Mignogna.

Fotografía: Marcelo Camorino.

Intérpretes: Ricardo Darín, Diego Peretti, Julieta Díaz, Andrea Pietra, Vando Villamil, Walter Santa Ana, Martín Slipak y Carlos Bardem.

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