Jueves, 15 de noviembre de 2007 | Hoy
CINE › “VITUS”, CON BRUNO GANZ
Vitus, del suizo Fredi M. Murer, propone una discutible celebración de la idea del niño prodigio.
Por Horacio Bernades
En la escena más incómoda de Vitus los padres del protagonista, niño prodigio que en ese momento anda por los 6 años, lo fuerzan a tocar el piano frente a los invitados, aunque es notorio que el chico no quiere saber nada con andar exponiendo en público su molesto carácter de wunderkind. En ese momento el espectador percibe al niño genio como presa del deseo paterno, y también como un freak al que la conciencia de su condición problematiza. Es el único momento en que la película dirigida por el veterano realizador suizo Fredi M. Murer se permite peinar su tema a contrapelo. A la larga y más allá de cierto intento de rebelión ensayado por el pequeño protagonista, la candidata suiza al Oscar 2006 prefiere vivar el destino de genio que la naturaleza parecería haberle impuesto, como si en esa esclavitud residiera su gloria.
La precocidad de Vitus no se circunscribe, por cierto, a tocar sin errores el Happy Birthday antes de saber leer o escribir, como más tarde lo hará con Chopin y otros campeones del piano. Su genialidad es hasta tal punto generalizada que incluye, a esa misma temprana edad, complicados cálculos mentales o disertaciones sobre la anatomía animal o el calentamiento global. Al mismo tiempo y como suele suceder en estos casos (la naturaleza no suele ser ecuánime en el reparto de atributos), la sociabilidad de Vitus está bastante menos desarrollada que su inteligencia y talento musical. No es que su brillantez esté del todo desligada de las leyes de la herencia: ahí está su padre, revolucionario inventor de dispositivos audiofónicos (Urs Jucker), para dar a pensar que alguna clase de talento loco corre libremente por esa familia. Al menos por línea paterna, ya que el abuelo (Bruno Ganz) es un ebanista cuyas manos parecerían en condiciones de fabricar cualquier cosa. La mamá, por alguna razón angloparlante (Julika Jenkins), aparece en cambio como la depositaria del deseo y mandato familiar de que el hijo sea un genio, luciéndose (y haciéndolos lucirse, sobre todo) frente al mundo entero.
La sobreabundancia de excentricidades refuerza las distintas subtramas de Vitus, distribuyendo de forma más o menos pareja el atractivo y los centros de interés de la película. Cuando la voluminosa maestra no llama a la mamá para hacerle saber que el nene le puso Obelix por seudónimo, el papá se aparece con unos audífonos para hipoacúsicos de colores remodernos, que apuntan no al ocultamiento sino al lucimiento de esas prótesis que suelen ser vergonzantes. O Bruno Ganz talla un boomerang para su nieto, mientras le cuenta que de chico tenía diez profesiones favoritas: “la de piloto de avión, y otras nueve que no me acuerdo”. Si bien la película no elude el carácter conflictivo que la precocidad genera, mostrando el odio y desprecio que rodean a Vitus en la escuela, así como el rechazo del niño por su propia condición (“cuando sea grande quiero ser normal”, contesta la clásica pregunta estúpida de los mayores), finalmente se opta por olvidar todo conflicto, llevando al concertista genial a su consagración a toda orquesta (a esa altura Vitus ya tiene 12 años, encarnado por un actor que es, él mismo, un superdotado del piano).
Por si eso no bastara, el guión premia al héroe con un par de bonus, concreción de sendas fantasías infantiles: pilotear un bimotor (que el abuelo logró comprar, gracias a que el niñajo resultó ser también un genio de la especulación financiera) y ganarse a una chica mucho mayor que él y nada fea por cierto, que es para más datos su ex niñera. “¡Grande, Vitus!”, parecería ser la exclamación que en los tramos finales el film reclama del espectador, que se supone deberá salir de la sala embargado por esa sensación de plenitud que generan, por puro vicarismo, los maradonas de este mundo.
6-VITUS
Suiza, 2006.
Dirección: Fredi M. Murer.
Guión: Peter Luisa y F. M. Murer.
Intérpretes: Teo Gheorghiu, Bruno Ganz, Julika Jenkins, Urs Jucker, Fabrizio Borsani Y Tamara Scarpellini.
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