CINE › “1408”, CON JOHN CUSACK, SOBRE UN RELATO DE STEPHEN KING
En su módica escala, la película dirigida por el sueco Mikael Hafström se puede celebrar como un noble regreso a las fuentes, al cine de terror psicológico que no necesita solazarse con torturas y mutilaciones para conseguir auténticos escalofríos.
› Por Luciano Monteagudo
Desde aquel hito inicial que en 1976 fue Carrie, en la magistral versión de Brian De Palma, con una Sissy Spacek desencadenada y bañada en sangre, se han hecho hasta la fecha 106 largometrajes y/o telefilms basados en la literatura de Stephen King, según consta en la base de datos imdb.com. No se puede decir que 1408 sea una de las cumbres del lote, a la altura de Christine, de John Carpenter, o La zona muerta, de David Cronenberg (sobre este asunto nadie se pone de acuerdo: el propio King, por ejemplo, nunca quedó satisfecho con la adaptación de El resplandor que hizo Stanley Kubrick). Pero en su módica escala, la película dirigida por el sueco Mikael Hafström se puede celebrar como un noble regreso a las fuentes, al cine de terror psicológico que no necesita solazarse con torturas y mutilaciones –léase El juego del miedo y sus variantes– para conseguir escalofríos.
La primera ventaja con que corre 1408 es, claro, su fuente argumental, un relato breve de King que imagina una habitación de hotel verdaderamente maligna, capaz de provocar en sus ocasionales pasajeros pesadillas que los empujan no sólo a arrojarse por la ventana sino a suicidarse de la maneras más brutales. A ese nefasto cuarto neoyorquino –que está en un piso 13 no declarado y del cual la suma de cada uno de sus dígitos también da 13– llega un cínico profesional, Mike Enslin (John Cusack: ¿acaso hay otro cínico profesional en Hollywood?), escritor de vulgares guías de hoteles embrujados, ese tipo de libros que no tardan en llegar a la mesa de saldos. Alguna vez Mike publicó una buena novela y tuvo otras ambiciones, pero hay algo en su pasado que lo empujó a la soledad y al descreimiento. Y esas guías son apenas su austero medio de vida, nada más. No hay nadie que crea menos en fenómenos paranormales que él. “¿Ocho dólares por una cerveza? Esto sí que es un cuarto diabólico”, se ríe para sí mismo frente al minibar cuando ya está instalado dentro de esas cuatro paredes siniestras.
No puede decir que no le avisaron. A diferencia de tantos otros hoteles que buscan a Enslin para que escriba unas pocas líneas que puedan llamar la atención sobre un establecimiento en decadencia, el Dolphin es un hotel venerable pero próspero, y su gerente (Samuel L. Jackson) hace todo lo posible por desanimarlo. Pero tanta es la resistencia a darle la llave y tantas son las muertes que registran las viejas crónicas (el cuarto está clausurado hace años) que despiertan la curiosidad y la intransigencia de Enslin. Y finamente lo consigue: una noche en el cuarto 1408. Una noche que él cree será una más y que en cambio puede llegar a ser su última.
No hay fantasmas ni espectros a quienes echarle la culpa. El cuarto mismo es maligno, como lo era el Plymouth Fury ’58 de Christine. Si aquel automóvil ponía en acto el subconsciente violento de un grupo de adolescentes, el cuarto 1408 parece capaz de materializar la conciencia oscura de cada uno de sus ocasionales habitantes, forzarlos a enfrentar sus terrores más ocultos. Serán sus propios fantasmas los que deberá enfrentar Enslin, que no tardará en empezar a perder la conciencia, como si estuviera sumergido en un sueño dentro de otro sueño, a cual más sombrío.
El director Mikael Hafström no pretende hacerse notar con golpes de efecto o movimientos de cámara virtuosos. Hacia el final, que se hace largo, la naturaleza del proyecto lo lleva a abusar de los efectos especiales, pero por lo demás hace de la sobriedad su mejor arma. Cuenta con un protagonista ideal, un actor –John Alta fidelidad Cusack– que con un par de miradas es capaz de narrar toda la historia personal que carga su personaje. Y como si esto fuera poco la película se permite algunas bromas. Pocas pero buenas, como el primer susto, cuando Enslin acaba de recostarse en la cama del 1408 y lo sobresalta la súbita radio a todo volumen, que propala una vieja canción de The Carpenters. ¿Cuál es? “We’ve Only Just Begun” (Apenas hemos empezado), la misma con que En la boca del miedo (1995) utilizaban como meloso tormento contra Sam Neill, mientras él se tapaba los oídos e imploraba: “¡Por favor! ¡Los Carpenters no, los Carpenters no..!”.
7-1408
(Estados Unidos, 2007).
Dirección: Mikael Hafström.
Guión: Matt Greenberg, Scott Alexander y Larry Karaszewski, basado en un cuento de Stephen King.
Fotografía: Benoît Delhomme.
Música: Gabriel Yared.
Intérpretes: John Cusack, Samuel L. Jackson, Tony Shalhoub y Mary McCormack.
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