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Jueves, 21 de febrero de 2008

CINE › “HANNIBAL - EL ORIGEN DEL MAL”, DE PETER WEBBER

Otro huevo de la serpiente

 Por Diego Brodersen

4

HANNIBAL: EL ORIGEN DEL MAL

Hannibal Rising,
Reino Unido/República Checa/Francia/Italia,
2007

Dirección: Peter Webber.
Guión: Thomas Harris.
Intérpretes: Gaspard Ulliel, Rhys Ifans, Gong Li, Kevin McKidd.

Nada se equipara a El silencio de los inocentes. Excepto, quizás, esa joyita olvidada llamada Cazador de hombres y dirigida por Michael Mann en 1986, apenas algunos años antes de que Anthony Hopkins se transformara en la máscara de Hannibal Lecter. Luego llegarían dos secuelas, todas ellas producidas por el veterano Dino de Laurentiis: Hannibal y El dragón rojo, pálidas sombras del film de Jonathan Demme, aunque siempre basadas en la exitosa saga de Thomas Harris. Ahora es el turno de la “precuela”, ese neologismo inventado por los productores de Hollywood, eufemismo por “si no podemos seguir adelante, vayamos hacia atrás en el tiempo, a los orígenes del personaje en cuestión”. Eso hace precisamente Hannibal - El origen del mal, cuyo guión está firmado por el mismo Harris, en su primer trabajo como guionista: rastrear la génesis de las costumbres crimino-culinarias de Lecter.

Los culpables parecen ser los nazis, responsables indirectos de la psicopatía lecteriana; para ser más precisos, un grupo de bárbaros lituanos que, con la anuencia de los alemanes, se dedica a todo tipo de tropelías. Así es que, en plena Segunda Guerra, el niño con destino de caníbal es testigo del homicidio de sus padres y su pequeña hermana. Años más tarde, afincado en París, el bueno de Lecter –transformado en inesperado héroe vindicador– saldrá a desagraviar esos crímenes del pasado con su tradicional sangre fría, previa preparación en las ciencias anatómicas (el joven es estudiante de medicina) y en las artes marciales niponas, esto último gracias a una tía japonesa interpretada por la china Gong Li (absolutamente desaprovechada, como tantas otras cosas en la película).

El británico Peter Webber, cuyo curriculum incluye el film histórico Girl With a Pearl Earring, orienta el proyecto hacia una dirección inesperada, inaugurando quizás un nuevo subgénero: la película de terror chic. Nobleza obliga, algo de eso ya estaba presente en Hannibal, de Ridley Scott, aunque aquí el preciosismo visual con el cual son fotografiadas las locaciones y decorados sobrepasa en esmero a cualquier otro aspecto del film, incluidos su ritmo y el manejo del suspenso. Detalles, es sabido, nada menores en una película protagonizada por un asesino serial. Pero nada parece funcionar como corresponde en El origen del mal, comenzando por su protagonista, el actor francés Gaspard Ulliel, que intenta parecer amenazador y peligroso a toda costa. No lo logra, haciendo que el recuerdo de Hopkins reaparezca en cada plano. Pero ése no es el único ni el más importante de los problemas. El film no logra generar, a lo largo de dos horas de proyección, algo parecido a una emoción, a una sorpresa, a un susto. Cada una de las líneas de diálogo parece recitada a regañadientes mientras los personajes transitan las escenas como autómatas. Si a lo antedicho se le suma una falta total de tensión dramática, incluso en las escenas donde Lecter comete sus crímenes, el resultado es el triunfo de la mediocridad y el tedio.

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