Jueves, 6 de marzo de 2008 | Hoy
CINE › OPINION
Por David “Coco” Blaustein *
Las autoridades del Incaa anunciaron ayer la realización de Festival Internacional de Cine de Mar del Plata entre el 4 y el 14 de diciembre del 2008. Desde hace casi treinta años, en el cronograma internacional de festivales ésa es la fecha de realización del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba.
En las últimas semanas había trascendido entre los productores argentinos más vinculada a la Fiapf (la federación internacional que nuclea a las asociaciones de productores y regula las fechas de los festivales) la fecha de octubre como definitiva para la realización de Mar del Plata. Pero la cercanía del Festival de Roma habría obrado en contra de esa fecha.
Desde el reinicio, en 1996, con la gestión de Julio Mahárbiz, la fecha fue siempre noviembre. Con el gobierno de la Alianza, José Miguel Onaindia decidió el cambio a marzo y hoy el Festival regresa al verano de diciembre. Para un festival declarado clase “A” son demasiados cambios en tan poco tiempo.
Nuestro país no se caracteriza por políticas de Estado que trasciendan la coyuntura, y el cine no podía ser la excepción. Entre las explicaciones que los responsables de nuestro Instituto dieron para el cambio fue que marzo está entre Berlín (febrero) y Cannes (mayo) y que esa ubicación genera la dificultad de la asistencia de europeos y norteamericanos.
“Estaría bueno” mirar el Festival de Guadalajara, que empieza el viernes 7 de marzo, y se ha convertido en tres años en el mejor mercado del continente, con la asistencia de compradores, vendedores y directores de festivales de todo el mundo.
Desde que era una simple Muestra Internacional de Cine Mexicano sus autoridades tuvieron claro eso: un festival sirve para vender el cine de uno. Desde ahí tiene sentido la inversión que se realiza. Mar del Plata perdió la batalla por el mercado y, como en los años ’40, nuestro cine corre el riesgo de ya no recuperarlo.
Entre los anuncios del presidente del Incaa figuraron la presencia de las cinematografías que “nos dieron una mano en tiempos difíciles” y se puso como ejemplo a España, Francia e Italia. Para regresar al tema de las fechas y de La Habana, cabe recordar que los archivos del Icaic albergaron durante cuarenta años las obras de nuestros cineastas y de aquellos films que era necesario poner lejos de las “manos desaparecedoras”.
En estas décadas el Estado cubano guardó, preservó y difundió ese cine para luego ponerlo al servicio de los cineastas que necesitaban ese material para las producciones de films vinculados con la memoria. El festival cubano, desde sus orígenes, no sólo fue espacio para los realizadores que denunciaron a la dictadura, sino que estableció y promovió el diálogo entre los que nos fuimos y los colegas que se quedaron.
Ahí esta la foto del patriarca Fernando Birri levantando el Gran Premio Coral por Tiempo de revancha, de Adolfo Aristarain, con la sala Chaplin de pie ovacionando un cine hecho en la Argentina en plena dictadura. Humberto Ríos, Mauricio Berú, Jorge Denti, Jorge Giannoni, Liliana Mazure dan fe de los premios del cine argentino de esos años.
Con nuestra apertura, La Habana estimuló, a través del productor Edgardo Pallero, la presencia de aquel cine de la Argentina democrática. Eduardo Mignogna, Eliseo Subiela, Marta Bianchi, Tristán Bauer y el Negro Sanmaritano, entre otros, daban fe de la experiencia que significaba proyectar nuestras películas en las salas de La Habana. Un público ávido que sabe de nuestra cinematografía mucho más de lo que se enseña en muchas de nuestras escuelas.
Aceptar la fecha de la Fiapf es una decisión de política cultural. El presidente Lula decía hace pocos días que la responsabilidad de América latina era garantizar la transición en Cuba sin injerencias externas.
De eso se trata. De ser nosotros.
Ser como Colombia, o ser como Brasil.
- Cineasta. Director de Cazadores de utopías, Botín de guerra y Hacer patria.
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