CINE › GEORGE A. ROMERO HABLA DE EL DIARIO DE LOS MUERTOS, SU NUEVO FILM
El cineasta que en los ‘60 reinventó a los zombies está de vuelta: “Si la guerra de Vietnam está detrás de La noche de los muertos vivos y Tierra de los muertos era sobre la era Bush, ésta es sobre YouTube y la explosión de los medios electrónicos”, dice.
› Por Beth Accomando
Con La noche de los muertos vivos, George A. Romero reinventó, en 1968, el género de zombies, dándole un aire inquietantemente contemporáneo. Tan inquietante que en un primer momento, los distribuidores potenciales no se mostraron gratamente impresionados. De hecho, le pidieron que cambiara el final, que les resultaba demasiado desolador. El contestó, simplemente: “Váyanse a cagar”. Y la terminó estrenando tal como la había filmado. Esa anécdota sienta el tono de las futuras relaciones entre Romero y la industria del cine. Como John Waters, Romero siempre se mantuvo al margen, sentando base de operaciones en su propio territorio. Así como el autor de Pink Flamingos no se movió de Baltimore a lo largo de casi cuarenta años, otro tanto sucedió con él y la ciudad de Pittsburgh. Ahora, quien a fines de los ’60 reinventó el cine de zombies regresa con su nueva aporte al género, la muy esperada El diario de los muertos.
“No se trata de una continuación, no es la quinta parte de una serie”, explica Romero. “Es un regreso a la primera noche, cuando los muertos empiezan a salir de sus tumbas. Me pareció que con la anterior, Tierra de los muertos, ya había ido demasiado lejos en relación con la saga, y que estaba listo para bajarme de ese tren. Di con una colección de relatos cortos llamada El libro de los muertos, dos tomos con narraciones que suceden durante esa primera noche. Y me di cuenta de que podía seguir filmando historias sobre lo que les pasa a distintas personas, en esos dos o tres primeros días.” Es así como, después de la épica Tierra de los muertos, Romero regresa a la escala menor y la crítica social de sus primeras películas de zombies. A los 68 años, El diario de los muertos le da nueva frescura a una vieja franquicia.
“Mis películas tratan sobre la actualidad y sobre lo que pienso de ella”, dice Romero. “La guerra de Vietnam está detrás de La noche de los muertos vivos. La cultura del shopping inspiró El amanecer de los muertos. El día de los muertos hablaba sobre la desconfianza, sobre la gente que se encerraba en un pozo y perdía por completo la fe en sus semejantes. Tierra de los muertos, sobre la administración Bush. Esta es sobre YouTube, sobre la explosión de los medios electrónicos.” Representantes de esa generación, los protagonistas de El diario de los muertos son estudiantes de cine. Mientras filman una de terror con presupuesto cero, se enteran, por el noticiero, de que los muertos están volviendo a la vida por todas partes. Entonces deciden filmar un documental sobre eso, usando toda clase de materiales, incluido lo que levantan de Internet. Ese documental es, según el pacto que Romero propone a los espectadores, El diario de los muertos.
–Cuando filmó La noche de los muertos vivos, a fines de los ’60, ¿se le cruzó por la cabeza que de allí en más volvería una y otra vez sobre el mismo material, siempre en busca de cosas nuevas?
–Nunca. Jamás pensé que haría otra. Durante diez años me resistí a hacerlo. La noche... se lanzó en autocines y salas de barrio, y a los seis meses había caído de cartel. Pero fue un éxito, ya que me había costado nada más que 115.000 dólares, y pasamos a otra cosa. Pero mientras filmaba mi tercera película, de pronto los franceses descubrieron La noche... y la calificaron de “cine americano esencial”. Yo leí eso y dije “Oia, qué raro, si yo no sabía cómo dirigir una película...” Todo lo que veía en ella eran los errores que había cometido. Ahí me dije que si algún día dirigía una secuela, tenía que ser una película que tuviera conciencia social. Eso se volvió una obsesión para mí. Esperé hasta tener una idea, y fue así como se me ocurrió que la segunda de la serie transcurriera en un shopping. De ahí en más, para las siguientes secuelas siempre esperé a tener una idea específica para desarrollar. Así fue siempre, hasta el día de hoy.
–¿Qué se propuso con El diario de los muertos?
–Quería dar una vuelta atrás, hacer las cosas de una manera más simple. Algo más pequeño, que pudiera controlar por completo. Como cuando filmé La noche de los muertos vivos. Por eso me incluí en un cameo, cosa que había hecho en mis ocho primeras películas y después dejé de hacer.
–¿Es una forma de reaccionar en contra de la anterior Tierra de los muertos, producida por una major?
–Sí, aunque estoy satisfecho con el resultado final de esa película. Pero el presupuesto que había en juego era demasiado grande para lo que estoy acostumbrado. Como forma de liberarme de eso tuve ganas de volver a los comienzos, cuando filmábamos estilo guerrilla.
–Sus películas de zombies siempre llevaron aparejado un fuerte componente de comentario social. ¿Qué era lo que tenía en mente esta vez?
–Pienso que actualmente, por el peso social que tienen los medios, todo el mundo está obsesionado con ser un reporter de todo lo que pasa. Hay como una invitación implícita a que si algo sucede fuera de nuestra ventana, nos asomemos y lo grabemos, para ponerlo después al aire. Después está el auge de la blogosfera, que me parece que entraña cierto peligro: bastaría que cualquier loco colgara de la red cualquier propuesta radical que sonara razonable, para tener de inmediato un millón o dos de seguidores. Me parece peligroso, por la posibilidad de que represente un regreso al tribalismo. Basta recordar que al comienzo, Hitler les sonaba muy razonable a millones de alemanes. Siempre digo, medio en broma y medio en serio, que si Jim Jones hubiera tenido un blog, hubiera habido millones de personas tomando Kool Aid. Todo eso me preocupa. De ahí salió la película.
–En El diario de los muertos se percibe una desconfianza hacia los medios oficiales. ¿Se supone que debemos desconfiar también de los protagonistas, jóvenes estudiantes que cuelgan videos caseros en la web?
–¡Totalmente! De hecho, la película no ataca tanto los medios oficiales, aunque obviamente manipulan la información. Tal vez, más peligroso que eso es que tanta gente crea que a través de su propio blog están ayudando a algo, cuando en verdad se trata de poco más que opiniones personales, totalmente fuera de control. No sé si la gente está preparada para tener a un millón de bloggers dando sus puntos de vista sobre todo lo que pasa. Lo que me parece peligroso es que muchas veces se trata de pura opinión, que pasa por información.
–Viendo El diario de los muertos, daría la impresión de que estos estudiantes de cine le causan un poco de gracia. Y que la película que ellos filman le sirve también para deconstruir el género de terror entero.
–Bueno, acá me flagelo un poco a mí mismo... No pude evitar la tentación de hacer algunas bromas sobre el estado actual del género de zombies, esta cuestión de que en películas recientes los zombies corren rapidísimo. ¿Cómo pueden hacerlo, si son muertos que acaban de volver a la vida? O sea que son un poco las dos cosas: por un lado, los protagonistas me sirven para lanzar algunos dardos; pero a la vez me recuerdan a mí mismo, cuarenta años atrás, cuando salí a filmar La noche de los muertos vivos con lo puesto. Es un poco de sátira y un poco de nostalgia...
–Usted hace un uso sumamente lúcido de las posibilidades y limitaciones del medio, como cuando los protagonistas se quedan sin batería para la cámara. El que está filmando se queda a cargarla, escucha gritos del otro lado de la pared y no va a ayudar. Prefiere quedarse a esperar que la batería termine de cargarse.
–¿No es ésa la clase de cosas que sucede en un rodaje? A mí me pasó, filmando películas caseras, de no comer la torta de cumpleaños porque no podía desconectar el micrófono. Es la clase de ideas que se te ocurren cuando te estás dando una ducha. Con mi socio Peter Grunwald y otros amigos nos sentamos en el living, disparando ideas y divirtiéndonos, como en los viejos tiempos. Esa es la clase de cosas que podés hacer cuando tenés control completo sobre tu película. Cuando estás filmando para un gran estudio, entre vos y tu trabajo se interponen montones de ejecutivos. En una de ésas ves un atardecer que te gusta y querés filmarlo, pero para poder hacerlo primero tenés que completar un memo. Acá no, podíamos hacer lo que se nos ocurriera.
–Para El diario de los muertos usted dijo haber usado tomas de audio que le sobraron de La noche de los muertos vivos. ¿Cómo fue eso?
–El audio de El diario... tiene varias capas, y eso me permitió deslizar ciertos mensajes, en los fragmentos que los protagonistas levantan de radio y televisión. Un montón de amigos vinieron a ayudar, grabando voces para el audio. Fue muy gratificante. Los llamé para pedirles una mano y todos dijeron que sí. Me refiero a gente como Stephen King, Quentin Tarantino, Wes Craven o Guillermo del Toro.
–En la película hay bastante gore, y muy divertido por cierto.
–El gore me divierte. Lo uso un poco a la manera de M.A.S.H., como una manera de darle un sopapo al espectador. En M.A.S.H. todo el mundo se mataba de risa, pero de repente venía una escena con una operación, donde muestran todo, y era como una bofetada. Como si la película estuviera diciendo: “Ojo, que esto no es pura risa. No se olviden de que es la guerra”. De esa manera uso yo el gore en mis películas. En este caso, como había que mantener todo el tiempo el punto de vista de los chicos, no era posible usar planos detalle, porque no hubiera sido lógico que los chicos en esa situación los usaran. Por eso tuvimos que filmar las escenas de destripe y esas cosas a mayor distancia que lo habitual. Me parece que así quedó todavía mejor.
–La escena inicial, filmada por una cámara de televisión, es una idea muy astuta de su parte, ya que permite establecer de entrada que toda la película va a estar contada así, a través de una cámara subjetiva.
–Me pareció una buena idea, como forma de introducir el estilo que toda la película va a tener, y toda la línea temática sobre los medios que a partir de ese momento se va a desarrollar. Otra de esas cosas que se te ocurren cuando te estás duchando.
–El diario de los muertos se estrena justo después de Cloverfield, que también reflexiona sobre las filmaciones caseras, en circunstancias aterradoras. ¿Qué piensa sobre esta coincidencia?
–Bueno, parecería haber algo dando vueltas en el inconsciente colectivo, que da por resultado que casi al mismo tiempo aparezca una cantidad de películas referidas al asunto. No sólo Cloverfield; también está la nueva de Brian de Palma, Redacted, y Puntos de vista. Me parece que todo el mundo está pensando en esto, supongo que muchos cineastas percibimos que esta idea generalizada de “Yo soy una cámara” tiene que ver con nuestro oficio. Y de que es una idea generalizada, no tenga duda. Hay un millón de cámaras ahí afuera...
–Usted sostuvo recientemente que tenía en mente una comedia disparatada, que podría llegar a ser su nueva película de zombies. ¿Es así?
–Sí, es una posibilidad. Me encanta la idea. Es una comedia totalmente despatarrada, tipo slapstick. Sería divertido hacerla. Es una película en la que resulta haber un zombie. Un zombie solo. Sería como una nota al pie de mis películas del género. Ojalá que a alguien le interese la idea y así poder hacerla.
–¿Qué opina del cine de terror contemporáneo? ¿Le gusta?
–¿Si me gusta? No (risas). Ni siquiera se trata de un juicio de valor, simplemente no lo entiendo. No entiendo esas películas de tortura que se hacen ahora, porno-tortura. No lo pesco, me gustaría que alguien me lo explicara. Quiero decir, son tiempos de furia y entonces se hacen películas furiosas. ¿Pero furiosas contra qué? No encuentro ningún punto de vista político en esta clase de películas. En los ’60 teníamos furia. Furia contra la policía, contra los militares, contra las instituciones. Pero estar furioso no me parece una razón suficiente para hacer una película cruel. Yo siempre traté de no hacer películas crueles. Furiosas, sí, pero no crueles. Siempre trato de aliviar la carga con algo de humor y esas cosas. No sé, puede ser que en este tema sea un tradicionalista.
Adaptación y traducción:
Horacio Bernades.
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