Desde los catorce años, aproximadamente, Horacio Pietragalla sospechaba que era hijo de desaparecidos. Esa fantasía adolescente que sienten muchos jóvenes de que pueden ser hijos adoptados en su caso fue una realidad. Horacio nació el 11 de marzo de 1976. Para entonces, su padre, también llamado Horacio, había sido asesinado en Córdoba por la Triple A (en 1975). Faltaba poco tiempo para que a Liliana Corti, su pareja y también militante montonera, la asesinara la dictadura el 5 de agosto de 1976. Horacio (h) estaba en el lugar donde fue acribillada su mamá y fue entregado por el represor Hernán Tetzlaff a la familia Castillo, que lo crió. Lina Castillo era empleada doméstica de Tetzlaff y como otro matrimonio no aceptó a Horacito, ella se lo pidió al militar para criarlo junto a su esposo Cacho Castillo, carpintero. Las dudas de Horacio Pietragalla (que era llamado César Castillo por su familia apropiadora) fueron aumentando hasta que con 27 años y con la ayuda de su ex novia Magalí se acercó a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) para sacarse la tremenda duda que lo invadía. Apenas le dieron los resultados del estudio de ADN, llamó a Abuelas de Plaza de Mayo y dijo: “Soy Horacio Pietragalla y voy para allá”.

Desde entonces, su vida tuvo un giro tremendo, ya que se vinculó con su familia biológica y decidió trabajar junto a Abuelas. Sobre su historia tan terrible, pero con final feliz –dentro de lo que significó la tragedia familiar– posó su mirada el cineasta estadounidense Peter Sanders y el resultado es el documental The Disappeared que se estrena mañana en el Cine Cosmos, como Desaparecido. Vale recordar quién es Peter Sanders: se graduó en Historia en la Universidad de Vermont en 1992, luego estudió actuación en 1994, pasó por el Off Broadway, y en 2003 se inició en el periodismo y comenzó a trabajar para la cadena NBC. Luego hizo un Master en Periodismo. Es hijo de Denis Sanders y sobrino de Terry Sanders, documentalistas ganadores de Premios Oscar. En 2003 se enteró por la lectura de un diario argentino que había sido recuperado el nieto Nº 75, Horacio Pietragalla, y desde ese momento le interesó hacer un documental que contara su historia. “Lo llamé y me dijo que fuera a la sede de Abuelas, donde él estaba, para una entrevista. En esa hora y media que duró la charla, él tenía mucho más para decirme”, recuerda Sanders sobre los orígenes de Desaparecido.

“El me dijo, en un principio, que no estaba interesado en que conociera a su familia apropiadora. Así que tuve que esperar cuatro años y medio para tener su autorización de entrar en la vida de la familia apropiadora.” Sanders, con el permiso concedido, decidió hablar con la familia biológica de Pietragalla y con sus apropiadores, los Castillo. Producto de esa decisión, brindan su testimonio los Corti (los tíos biológicos maternos) y Jorge Pietragalla, tío biológico, hermano del padre de Horacio. Pero también aparecen Lina y Cacho Castillo hablando de Horacio (h), lo que deja expuesta la contradicción frente a la verdad que cuenta el nieto recuperado por Abuelas. Para otorgarle contexto al documental, Sanders requirió las opiniones de Andrew Graham-Yooll, Estela de Carlotto, Julio César Strassera y el escritor y periodista de Página/12, Horacio Verbitsky, entre otros. Sanders, hijo de madre argentina, de chico vivió cuatro años en la Argentina, pero después volvió en la época de Menem y de Kirchner y notó las diferencias en cuanto a la política de derechos humanos. “En el ’92 vine acá, me quedé dos años y medio y sentía que no había justicia. El gobierno no quería cambiar nada”, cuenta Sanders. En total, recogió 150 entrevistas y más de 900 horas de grabación que tuvo que condensar para armar un relato de 90 minutos.

Dice Sanders que le comentan de Horacio “que su personalidad, su mirada y su espíritu son iguales a los de sus padres biológicos. El conoció a su madre por cinco meses. Pero es impresionante que la genética en este caso sea mucho más importante que el ambiente. Porque Horacio podría haber salido otra persona, pero fue como si hubiera crecido con sus padres. Otros nietos no tenían la misma suerte en cuanto a la conexión con sus familias biológicas”. Esta evaluación fue importante porque uno de los objetivos de la película era mostrar las modificaciones que iba teniendo la vida de Horacio a medida que iba descubriendo su pasado. Sanders lo resume en una frase: “Cómo recuperar el pasado no vivido y comprender el pasado vivido”. El punto más crítico de la película de Sanders es cuando aparecen cuatro militares reunidos, quienes, entre otras cosas, niegan que haya habido un plan sistemático de robo de bebés. Los militares dicen que lo que hubo fue un plan de entrega de chicos (¿?). ¿Por qué la necesidad de incorporar esos testimonios? Sanders se excusa señalando que lo incluyó “porque era el contrapunto con el tejido del contexto de la película, pero yo creo que había un plan sistemático de robo de bebés”. Y tiene palabras elogiosas para las Abuelas: “Las veo a las Abuelas como unas atletas, porque cada día ellas se entrenan, se preparan, hacen la gimnasia del conocimiento y van de las siete de la mañana a las siete de la tarde. No sólo quieren ayudarse a sí mismas, encontrando a su nieto o nieta, sino también buscan a los otros nietos con la misma intensidad que si fueran suyos”, señala Sanders, quien concluye: “Me gustaría sentir que he hecho una contribución a esta sociedad, para sacar más verdad, más historia, conocimiento y esclarecimiento de su período más oscuro”.