Mié 02.04.2008
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CINE › PAUL HAGGIS, DIRECTOR DE LA CONSPIRACIóN, SOBRE LA GUERRA EN IRAK

“Temí que me acusaran de comunista”

El guionista favorito de Clint Eastwood estrena mañana un thriller político que puede leerse como un alegato antibélico.

› Por Walter Schamus

Teniendo en cuenta la cosecha de premios y nominaciones que suelen distinguirlo, tal vez suene extraño que La conspiración, que Paul Haggis escribió y dirigió, haya recibido una única postulación al Oscar 2007, la de Mejor Actor Protagónico para Tommy Lee Jones. Nacido en Canadá hace 55 años y radicado en California desde los 20, durante un par de décadas Ha-ggis fue el factótum de series de televisión tan conocidas como Treinta y pico. O no tan conocidas, pero quizás más influyentes, como EZ Streets. El guión de Million Dollar Baby (2004) elevó a este hombre de barba, bigotes rojizos y amplia calvicie a la liga mayor de su profesión, dándole su primer Oscar. Enseguida llegarían las estatuillas correspondientes a Mejor Película y Mejor Guión para Vidas cruzadas, su debut en la dirección (Crash, 2005). Un año más tarde, Haggis escribió, otra vez para Eastwood, el consagratorio díptico bélico conformado por La conquista del honor y Cartas desde Iwo Jima. Por esta última recibió su tercera nominación para Mejor Guión.

“No sé si el público se la bancará o no, pero ésta es la película que queríamos hacer”, dice ahora Haggis en referencia a In the Valley of Elah, su segunda incursión en la dirección, que este jueves se estrenará en Argentina con el título de La conspiración. Con un elenco de oro que incluye a Charlize Theron, Susan Sarandon, Josh Brolin y Jason Patric, La conspiración es un thriller de densas connotaciones políticas y existenciales, basado en un hecho que la crónica policial reportó en 2004. Tras regresar del frente iraquí, un soldado desaparece sin dejar rastros, en las inmediaciones del cuartel al que fue asignado. Enterado de esto, su padre, ex combatiente de Vietnam, sale en busca de él. La progresiva develación de una red de secretos, encubrimientos de alto nivel y, sobre todo, crímenes y pecados de guerra terminará minando la ingenuidad patriótica del militar, a quien Tommy Lee Jones encarna con laconismo y hondura ejemplares.

–¿Cómo surgió el proyecto?

–Me enteré del caso cuando lo leí en la prensa y me pareció un flor de asunto para tratar. Pero en ese momento todo el mundo andaba agitando banderas por la calle, por lo cual cuando les presenté el proyecto a mis agentes me dijeron que me olvidara, que nadie produciría eso. Entonces recurrí a Clint Eastwood, aunque en un primer momento temía que me acusara de “comunista bastardo”. Pero con Clint nunca se sabe, siempre te sorprende. Así que le hice llegar el artículo periodístico, lo leyó, le pareció bárbaro, llamó a los ejecutivos de Warner, les pidió que me atendieran y ellos terminaron dándole luz verde al proyecto.

–Teniendo en cuenta que usted escribió los guiones de La conquista del honor, Cartas desde Iwo Jima y ahora La conspiración, ¿qué piensa de la guerra en general y de la relación de los Estados Unidos con ella?

–Nunca pensé que escribiría una película de guerra, mucho menos tres. Mire, nunca conocí a un veterano que estuviera a favor de las guerras. Todos sabemos lo que sucede en el frente. Sobre todo en una guerra urbana, como la de Irak. En las ciudades vive gente, civiles, e inevitablemente montones de ellos van a morir si se combate allí.

–¿Usted recopiló historias de primera mano del frente de guerra?

–Sí, un montón. El otro día, sin ir más lejos, estuve hablando con un marine que vio la película y se acercó a charlar. Era un oficial entrenadísimo, que en cierto momento empezó a sentirse muy mal con algo que había ocurrido, algo que él hizo y no me quiso contar. Fue a pedirle ayuda a un superior y el superior le dijo que tenía que elegir: la ayuda o su carrera. Una de dos. Si pedía ayuda, se quedaba sin carrera. El tipo volvió sobre sus pasos y, meses más tarde, estaba loco. Lo mandaron a psiquiatría y el psiquiatra le dijo que estaba mal, le diagnosticó trastorno postraumático. Le dijo que necesitaba ayuda, que ellos se la iban a dar. ¿Sabe qué hicieron? Le pusieron una camisa de fuerza y lo encerraron en una celda de confinamiento durante tres meses, con el casco puesto. Por lo menos al 70 por ciento de los que vuelven de la guerra le diagnostican trastorno postraumático, y a la mayoría de ellos (estoy hablando de 30.000 soldados que volvieron de Irak) les dicen que se trata de un trastorno de personalidad preexistente. Lo cual quiere decir, obviamente, que ni el ejército ni la guerra tienen responsabilidad sobre eso...

–Lo que muestra la película no es gente mala portándose mal, sino gente como cualquiera de nosotros. Lo cual es mucho más preocupante.

–Exactamente de eso es de lo que quería hablar. Mientras escribía el guión me preguntaba qué hubiera hecho yo en esa situación. Una situación en la que, pongámosle, usted se encuentra con una mujer que sostiene una criatura en brazos y que tal vez tenga una bomba escondida. O tal vez no. Usted sabe que no es la primera vez, que ya sucedieron cosas como ésa y murieron compañeros suyos. ¿Qué hace, los mata o no los mata, a ella y el bebé? Hay que tomar una decisión y tomarla ya, porque ella está viniendo hacia usted. Si decide matarla, va a tener que cargar con el peso en su conciencia, por el resto de su vida. Si decide que no, usted y sus compañeros tal vez vuelen en pedazos. En una situación así no existe algo como “la decisión correcta”. Todas las decisiones que se tomen son malas.

–¿Cómo se vuelve de eso?

–Los veteranos cuentan que cuando vuelven, los familiares se ponen felices de verlos sanos y salvos. “Qué bien se te ve, qué bueno tenerte de vuelta, qué bueno que no perdiste ningún miembro.” Ante eso, los tipos se preguntan cómo puede ser que nadie vea lo que les pasó durante el último año o año y medio. Se ve lo que se quiere ver. Después uno abre el diario y se encuentra con esas historias de veteranos de guerra haciendo desastres... En mi película hay una historia tangencial, sobre un veterano que un día ahoga a su esposa en la bañera. Es la única historia enteramente inventada de toda la película. ¿Y sabe qué? La semana pasada, un amigo me mandó un artículo que apareció en el diario Military Times, donde informaban sobre un veterano que a poco de volver ahogó a su esposa en la bañadera.

–La conspiración funciona como un whodunit, la clase de policiales que apuntan a averiguar quién fue el asesino. ¿Era ésa su intención?

–La pregunta que yo quiero que el espectador se haga no es tanto quién lo mató, como qué les pasa a los que van a la guerra. Por eso es que si bien al comienzo la película funciona como un enigma policial, a los tres cuartos de metraje ya deja de importar quién fue el asesino. Lo que me interesa no es quién lo hizo, sino quién fue el responsable de que ese crimen tuviera lugar. La idea es que el espectador vaya del dilema criminal al dilema moral. Si la gente se lo banca o no, se verá. Pero la idea básica era ésa.

Adaptación y traducción: Horacio Bernades.

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