CINE › ENEMIGO EN CASA, COMEDIA CON BILLY BOB THORNTON
› Por Diego Brodersen
ENEMIGO EN CASA
(Mr. Woodcock, Estados Unidos, 2005.)
Dirección: Andrew Douglas
Guión: Scott Kosar.
Intérpretes: Ryan Reynolds, Melissa George, Jesse James, Jimmy Bennett, Chloë Grace Moretz.
Siempre es gracioso observar a Billy Bob Thornton –un actor que ha hecho de la imperturbabilidad un rasgo de estilo– metido en la piel de algún personaje cómicamente desagradable. Su ladrón borracho y mujeriego de Un Santa no tan santo quizá sea el epítome de esta línea de seres detestables, seguida de cerca por su rol protagónico en Los Osos de la mala suerte, el film de Richard Linklater (editado directamente en video en nuestro país) en el cual se calzaba los ropajes de un entrenador de béisbol gastado por el tiempo y la falta de perspectivas. El señor Woodcock de Enemigo en casa resulta ser un primo no tan lejano de este último personaje, un profesor de educación física de escuela primaria odiado sucesivamente por varias generaciones de alumnos.
La primera escena, un flashback que disparará en muchos espectadores el recuerdo de alguna clase de gimnasia de su infancia, no deja lugar a dudas: el tipo goza como loco con el sufrimiento físico ajeno, sobre todo si sus víctimas, que no le llegan ni a la altura del ombligo, son niños algo gorditos o poco aptos para la actividad deportiva. Años más tarde, uno de esos sufridos párvulos, convertido ahora en celebrado autor de libros de autoayuda, regresa a su pueblo natal para visitar a su madre, sólo para encontrarse con que el torturador del pasado va en camino de convertirse en futuro padrastro. Así barajadas las cartas del destino, el previsible concepto cómico no tarda en hacer su aparición: impedir por todos los medios al alcance que semejante cretino se transforme en un integrante de su familia.
Enemigo en casa es otro ejemplo de comedia rutinaria sostenida por el profesionalismo del reparto –el trío central está integrado por Thornton, Susan Sarandon y Sean William Scott– y algunos gags inspirados que inevitablemente giran alrededor de ciertos estereotipos sociales y familiares, más un toque de slapstick deportivo y sexual. Asimismo, como viene siendo la costumbre en la cada vez más conservadora comedia norteamericana, los últimos minutos se dedican a forzar el denominador común que reconcilie los intereses enfrentados de los personajes, con casamiento final incluido. Nada más y nada menos, aunque siempre nos quedará la imagen de Bob Thornton, pelota de basket en mano, practicando puntería con un flacucho y pálido alumno.
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