CINE › VISITANTE DE INVIERNO, DE SERGIO ESQUENAZI
VISITANTE DE INVIERNO
Argentina/España, 2008.Dirección y guión: Sergio Esquenazi.
Intérpretes: Santiago Pedrero, Sandra Ballesteros, Ana Cuerdo, Pepe Novoa, Diego Alonso y Roly Serrano.
A veces se reclama que el cine argentino produzca más películas de género: comedias, películas cómicas o de terror. Convendría pedir que además sean buenas. La semana pasada fue el turno de Rancho aparte y su feísmo teatral-enteléquico. Esta semana le sigue Visitante de invierno, cuyas ambiciones parecerían reducirse al calco de modelos preexistentes. Modelos como Sé lo que hicieron el verano pasado, Jeepers Creepers o La masacre de Texas (la remake, por supuesto), en las que algún loco enmascarado persigue, cuchillo gigante en mano, a uno o más adolescentes. El debutante Sergio Esquenazi armó su pequeña película con la suficiente prolijidad y mesura como para que el resultado no sea un mamarracho vergonzoso. Que se trate de algo digno de celebrar ya es más discutible.
Coproducida con España (de ahí que en determinado momento caiga sobre la trama Ana Cuerdo, desconocida actriz de ese origen), Visitante de invierno transcurre en los bosques de Cariló. Tras separarse de su marido, una señora con ínfulas bián (Sandra Ballesteros) se ha refugiado allí junto a sus hijos. Chico rico con tristeza, cuando Ariel (Santiago Pedrero) se olvida de tomar las pastillas que le recetó el psicólogo (Pepe Novoa) se pelea con su hermana. Y si no, delira con los marcianos. O manotea el inhalador, cuestión de frenar los ataques de asma. Descendiente lejano de tantos voyeurs cinematográficos, el otro consuelo del solitario Ariel es espiar a los vecinos con su telescopio de última generación. Obviamente, no va a descubrir a una despampanante vecinita dándose una ducha, sino a un encapuchado arrastrando un chico y metiéndolo a la fuerza en su chalet. No, no es ningún político de los que suelen pasar allí sus vacaciones, sino alguien casi tan monstruoso como eso.
Curioso como todo protagonista del género, lo primero que hará Ariel será ir y meterse justo en la cueva del monstruo. Primero solo, después acompañado por un policía más o menos corrupto (Roly Serrano) y por una patotita que lo acosa. Desde ya que ninguno de ellos la pasará demasiado bien. Producto de cierta terapia de regresión hipnótica seguramente mal llevada, al dueño de casa, un dentista apellidado Ramírez, le da por convertirse en antropófago ruso. Por prolijamente narrada que esté y aunque técnicamente no haga agua (salvo los efectos gore, que dejan que desear), Visitante de invierno carece de lo que le da sangre al género. No se trata de jugo de tomate, sino de climas, sensación de amenaza, construcción de una otredad monstruosa, sin la cual todo se asemeja demasiado a la mera banalidad cotidiana. Y eso es lo que falta aquí.
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