Martes, 30 de septiembre de 2008 | Hoy
PLASTICA › LAS ENTRAñAS DEL ARTE, EN ESPACIO IMAGO-FUNDACIóN OSDE
Una selección de obras de arte que van desde el período del virreinato hasta el presente toma como eje la materialidad de las piezas y los procedimientos. El arte bajo el microscopio, ante la química y la física.
Por Fabián Lebenglik
Abordar la perspectiva material en una exposición artística es algo muy poco frecuente, porque las cuestiones relativas a la materialidad suelen reservarse al plano de la investigación académica, los artículos universitarios, las revistas especializadas y los libros.
La materialidad fue casi siempre ocultada durante la mayor parte de la historia del arte, hasta la aparición de las vanguardias, del mismo modo que se ocultaba aquello que sucedía detrás de la escena en el teatro, la danza y en los comienzos del cine y la televisión.
“La dimensión material del arte –escribe en el catálogo Gabriela Siracusano, investigadora del Conicet en el taller Tarea, de la Universidad de San Martín y curadora de la exposición– fue, es y seguirá siendo el espesor sobre el que se asientan el debate de las ideas y las tensiones del campo cultural en su conjunto, el soporte de lo real en el que se instalan la imaginación creativa y la violencia destructiva, aquel que habilitará las huellas de la memoria o denunciará las marcas del olvido.”
La exposición Las entrañas del arte-Un relato material (S. XVII-XXI) por su misma propuesta, porque salta de un componente a un procedimiento, es muy heterogénea y por lo tanto sorpresiva: se compone de unas 170 piezas, desde arte religioso del virreinato, hasta la producción reciente de artistas contemporáneos. Desde retablos hasta videos, pasando por esculturas, pinturas, dibujos, grabados y objetos. Desde fotografías de cortes estratigráficos, hasta herramientas de los artistas, pasando por libros, documentos y radiografías de obras.
El montaje de la exposición no es cronológico, sino que está dividido en secuencias a partir clasificaciones materiales. Las piezas exhibidas van desde anónimos de hace cuatro siglos hasta jóvenes artistas de hoy.
Un incompleto listado alfabético incluye a Carlos Alonso, Arden Quin, Astorga, Avello, Benavídez Bedoya, Benedit, Berni, Blanes, Pío Collivadino, Nora Correas, Eduardo Costa, Dal Verme, Daneri, Marina De Caro, de Volder, del Prete, Distéfano, Elía, Espina, León Ferrari, Fontes, Ana Gallardo, Gamarra, García Uriburu, Norberto Gómez, Gordín, Gorriarena, Grippo, Grün, Harte, Heras Velazco, Heredia, Andrea Juan, Kemble, Kosice, Benito Laren, Le Parc, Londaibere, Macchi, Eduardo Medici, Mónica Millán, Mondongo, Mouján, Noé, Pellegrini, Teresa Pereda, Agustina Pesci, Piffer, Pino, Pombo, Puzzovio, Quinquela, Schapiro, Schiaffino, Schiavi, Senderowicz, Spilimbergo, Pablo Suárez, Victorica, Juan Andrés Videla, Vigo, Mariano Vilela, Vitali y Zonza Briano.
Como el hilo conductor es la materialidad, el camino (a veces la excusa) que se sigue es el de la obra elegida y casi explicada por sus materiales, a modo de “ejemplificación”. En esta pedagogía del materialismo artístico, muchas veces se generan relaciones estéticas tan anacrónicas como poéticas. Así, se establecen lazos, vínculos de proximidad (por un material, un color, etc.), series y secuencias de obras muy distantes en épocas y técnicas pero que resultan tanto productivas a los fines de la muestra como también a la “partitura visual” y creativa del guión, que va escandiendo la pista de un material: grafito, papel, tela, madera, plata, azogue, oro, bronce, cobre, agua, carne, cabellos, huesos, cuero, marfil... y también luz, aire y sonido.
Abrir el juego a la materialidad supone politizar el arte, darle dimensión histórica, contextualizarlo, localizarlo, entre otras precisiones que hablan de cada trabajo, por ejemplo, como testigo de un lugar y un tiempo.
Del mismo modo que el pensamiento religioso establece dicotomías estructurales de matriz moral, como cuerpo/alma, para elevar una y considerar pecaminoso al otro, la dimensión “espiritual” del arte muchas veces soslayaba su materialidad para no dar a conocer el cómo de una pieza.
El plano de la interpretación y el análisis estético es un campo de lucha de sentidos que también supone una política y una ética. Pero el cuadro resulta incompleto sin esta otra parte material, hasta ahora reservada al ámbito de las publicaciones especializadas. Colocar en primer plano la cocina de los artistas, el taller como laboratorio y la dimensión material de las obras de arte es poner el foco (la lupa, el microscopio) sobre el camino que va de la idea al objeto. Es una preocupación clave de los artistas de todos los tiempos que aquí se recorre inversamente, desde el objeto hasta las manos y la cabeza de los artistas.
Responder acerca de cómo están hechas las obras que una sociedad considera artísticas ayuda también a contestar una pregunta inherente a la curiosidad y el deseo de conocimiento humanos: ¿cómo están hechas las obras de arte? ¿Hay relación entre materiales y sentido? Son algunas de las preguntas por las condiciones materiales. Y para responderlas debe aplicarse una matriz científica y técnica como complemento de los saberes que proceden de la estética, la historia del arte, la filosofía, la literatura, la recepción y la percepción. Esta matriz material, según van avanzando las tecnologías, puede incluso refutar supuestos datos y saberes repetidos a lo largo de la historia, gracias al aporte de precisiones que arrojan nueva luz sobre obras, materiales, procedimientos, etc. Pero la exposición no se queda solamente en la materialidad ni desdeña por supuesto el sentido, ni las hipótesis de valoración estética, ni de las distintas funciones del arte en cada época ni tampoco de las diferentes clases de belleza que busca cada período histórico.
La materialidad es también el pretexto perfecto, científico, concreto, que a la curadora le sirve como hilo conductor para encadenar de manera sistemática el capricho de una bella selección de cuatro siglos de arte de esta parte del mundo. (En Imago, Suipacha 658, hasta el 28 de octubre.)
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