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Martes, 21 de octubre de 2008

PLASTICA › A PROPóSITO DE LA VISITA DE INGO GüNTHER A LA ARGENTINA

¿Es un demiurgo o un informante?

En el marco de la nueva edición de la Muestra Euroamericana de Cine, Video y Arte Digital, vendrá por primera vez a Buenos Aires el artista de los medios, periodista y profesor alemán, quien presentará una antología de su obra.

 Por Peter Friese *

Existe una foto notable del artista tomada en 1988 que lo muestra en un entorno y una pose inusuales: vemos a Ingo Günther parado con firmeza, la mirada seria hacia delante, los brazos levemente extendidos y las manos apenas apoyadas detrás del púlpito central en la sala de conferencias de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Günther parece proferir un discurso que no moviliza a nadie: los asientos de los asambleístas están vacíos. La foto es una “puesta en escena”, tomada en el escenario original, y no carece de (auto)ironía. Vemos hecha imagen la arrogancia de un artista que pretende debatir en las más altas esferas cuestiones relevantes para la humanidad cuando en realidad nadie lo está escuchando. En el momento de ser retratado en la ONU por la fotógrafa Frances Uckermann, Ingo Günther estaba, de hecho, acreditado como periodista. Pero ese trabajo periodístico no era una estrategia artística, sino una necesidad urgente más allá de los límites del arte.

Un año antes, Günther había posado de modo similar dentro de su instalación escultórica K4 (C31) [Command Control Communication and Intelligence], en la Documenta 8 de Kassel. Para esta exposición hizo construir en la Kunsthalle Fridericianum un espacio cúbico recubierto en mármol en cuyo centro se encontraba un enorme bloque que hacía pensar en un altar. Desde el techo cubierto de acero, se proyectaban en video tomas satelitales de ciertas regiones del planeta que estaban en guerra. Como en una central de comando subterránea, el visitante veía impactantes imágenes militares provenientes de una base aérea soviética en Afganistán y de una norteamericana (Aguacate Airbase) instalada en Honduras, en pleno conflicto con Nicaragua.

El poder enunciativo sobre la realidad que poseen estos dos retratos del artista está fuera de duda. Lo que está en juego aquí no es la credibilidad de una representación, sino la pregunta de cómo un artista que se ha apartado siempre de los caminos trillados se relaciona con conceptos y mitos sobre el artista como sujeto creador. Efectivamente, en ambas fotos Ingo Günther nos ofrece representaciones gráficas del artista como demiurgo, creador de mundos, genio creativo, dador de sentido y conductor de destinos. De manera lúdica, escenifica una parte de sus fantasías omnipotentes que, por un lado, retoman representaciones que existen desde la Antigüedad del artista como Alter Deus e ingeniero cósmico y, por otro, dejan entrever preguntas actuales sobre el poder y las nuevas tecnologías de la información. El concepto del artista como creador de un contra-mundo diseñado por él (mejor o completamente “ideal”), en efecto, adquiere un nuevo perfil desde el ingreso triunfal de las computadoras en nuestras conciencias. El uso de las últimas tecnologías de comunicación; la omnipresencia virtual a través de la integración en red global; la invención, conducción e impresionante concreción de mundos virtuales sugieren paralelos con el Dios calculador de Nicolás de Cusa, con la Mathesis universalis de Leibniz, con el Dios matemático de Spinoza, con el creador genial que posee el poder y los medios para diseñar un mundo ideal al que crea como una obra de arte total.

Debemos mencionar que esta “inclinación hacia la obra de arte total” se dio entre algunos políticos y autodenominados “creadores de Estados” y la concreción violenta de su necesidad artística condujo siempre a la catástrofe. Ingo Günther es consciente de esta convergencia entre la fascinación y el peligro, y capaz de reflejarla en su trabajo. Sus numerosas retiradas del arte, así como sus regresos a él, no son signos de indecisión o perplejidad; por el contrario, son síntomas de una toma de posición firme en el sentido de llegar siempre hasta el límite en busca de lo nuevo, en lugar de dejarse dictar el propio rol en la sociedad a partir de representaciones preestablecidas.

En este sentido, el proyecto Refugee Republic (refugee.net) es un caso paradigmático, en el cual Günther se muestra consciente no sólo de estar aproximándose peligrosamente al demiurgo del “Estado ideal” platónico, sino también de la necesidad de poner entre signos de interrogación la aplicabilidad política y el grado de realidad de todo el plan y sus posibilidades de ser tomado en serio. Partiendo de la urgencia política de afrontar de una vez las consecuencias de un acuciante problema global, el artista concibe un proyecto capaz de superar las fronteras del descomprometido simulacro estético, trascendiendo los límites del circuito del arte. Así, la utilización de las más nuevas tecnologías de la comunicación no representa una meta pseudo vanguardista ni un fin estético en sí mismo, sino un medio necesario para aproximarse a cierta clase de información, ya sean datos sobre el endeudamiento externo, la desaparición de los bosques tropicales, la densidad poblacional, la pobreza. Cuando se trata de información o de imágenes que hoy sólo se encuentran accesibles a través de Internet o vía satélite, nada parece más sensato que expandir el propio campo de operaciones hacia ese terreno. Internet se vuelve el sitio de distribución ideal para proyectos que, de otro modo, no serían más que apelaciones morales, meras ilustraciones o escenificaciones estéticas. Sólo así las imágenes o los datos adquiridos gracias a la adopción de las nuevas tecnologías de la información pueden dar lugar a imágenes mentales subversivas que nos eleven a un nivel de reflexión más alto.

De ningún modo el trabajo de Ingo Günther puede reducirse a una celebración eufórica de la conciliación entre arte y tecnología. Cuando el arte como lugar de experiencia y circunspección queda en segundo plano frente a la “interactividad” o a un repertorio de alambicados efectos técnicos, todo lo que representa se echa a perder, disipándose en un espectáculo de vivencias para intelectuales y tecno-freaks. Y no se trata aquí de un debate sobre principios, sino de la posición nada fácil de un artista que cuestiona cualquier categorización hecha según viejos modelos. Para Ingo Günther, “si el arte ha podido ayudar a representar e interpretar el mundo metafísico, quizás hoy podríamos pensar que está en condiciones de describir el mundo ‘metamedial’, o incluso que lo caracteriza”.

Para terminar, una vez más deberíamos referirnos a la relación entre arte y vida, que tan importante era para las vanguardias. Jochen Gerz formuló de un modo radical la crítica y también la profesión de escepticismo respecto de las condiciones y el rol entonces asignado al arte, al afirmar (en 1968 y 1971, respectivamente): “Atención, el arte corrompe”, y “El arte es un sustituto de la vida no vivida”. En un sentido metafórico, la sorprendente falta de compromiso palpable en estos enunciados no ha perdido actualidad. Si hoy la crítica de las instituciones o de la sociedad es escrita por los mismos poderes que deberían ser criticados, entonces lo que enfrentamos actualmente es una forma sutil de cooptación, un giro de ideas y una domesticación de lo estético. Esto vale no sólo para el arte, sino para la mayoría de los ámbitos de la sociedad, y torna necesaria una pregunta: ¿es la crítica tal como la conocemos todavía un instrumento adecuado para influir eficazmente sobre una realidad que se torna más compleja día a día? ¿O no sería esencial poner a prueba nuevas estrategias de infiltración que hagan eje en la relación con los medios? Si éste fuera el caso, el trabajo de Ingo Günther sería ejemplar. Tal vez algunos de los apasionados campeones de la vanguardia que hace treinta años buscaban la disolución de los límites del arte se sorprenderían al ver sus revolucionarias ideas totalmente integradas a los museos. Nunca habrían imaginado que la tan deseada “confluencia” del arte y la vida ocurriría de ese modo. Es que quizá la tarea del arte no consista en hacerse uno con la vida, sino en ser distinto de ella para poder influenciarla, de un modo que sólo resulte posible a través de él pero que no implique su inmediata absorción o neutralización: funcionar como un catalizador, un correctivo, una fuerza incorruptible, subversiva y saboteadora.

Traducción: Cecilia Pavón.

La presentación de Günther será los días jueves 30 y el viernes 31 de octubre a las 21 hs. en el Goethe-Institut, Av. Corrientes 319, en el marco de Meacvad08, organizada por el Espacio Fundación Telefónica, la Alianza Francesa y el Goethe, del lunes 27 al viernes 31 de octubre. Más información en www.meacvad.org.

* Curador del Neues Museum Weserburg de Bremen y docente en la universidad de esa ciudad. El texto integrará el volumen Artes y Medios Audiovisuales: Un estado de situación II. Las prácticas mediáticas pre digitales y post analógicas.

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Worldprocessor (Procesador de mundo). Instalación realizada por Ingo Günther en Bonn, en 1991.
 
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