PLASTICA › EN LA GALERíA ARTE X ARTE: INTERCAMBIOS LOCALES E INTERNACIONALES
Luego de ocho meses de trabajo, el programa para artistas y críticos Intercambios 2008 muestra parte de sus resultados en una exposición con obras de los artistas participantes.
› Por Valeria González *
En estos días se presenta en la galería Arte x Arte la exposición Intercambios 2008. La muestra da cuenta de los resultados de ocho meses de trabajo en el programa homónimo, centrado en el análisis de obra y la discusión de proyectos de artistas contemporáneos. Treinta y dos creadores, de diferentes edades, trayectorias y lenguajes fueron seleccionados para formar parte de este dispositivo de labor intensiva, centrado en el debate grupal y la interlocución crítica con diversos invitados, nacionales y extranjeros (ver recuadro). La coordinación de los grupos estuvo a cargo de Patricia Hakim y de quien firma estas líneas.
El programa fue creado atendiendo a diversas circunstancias. En primer lugar que el pensamiento crítico es constitutivo de la práctica artística contemporánea. Luego, que la pertenencia activa y responsable en el campo del arte implica una actitud de diálogo, discusión e interacción entre colegas. El objetivo del programa ha sido contribuir a la conciencia del artista acerca de su rol social y cultural y a su crecimiento profesional a través del ejercicio de las variadas competencias que este rol exige hoy.
Hace años que en Argentina diversas iniciativas, públicas y privadas, han ido surgiendo para responder a esta necesidad, desde las Becas Kuitca y el programa regional de clínica de arte coordinado por Fundación Antorchas hasta la reciente experiencia de Intercampos en Fundación Telefónica de Argentina (2005-2007). Se suma a este contexto una cantidad de artistas que, en sus talleres, brindan un espacio a sus alumnos para el debate y la discusión teórica. El proyecto del Instituto Universitario Nacional de Arte surgió como respuesta a los mismos problemas, pero debido a su escala, a su debilidad presupuestaria y a la dificultad de armonizar los nuevos cambios con las viejas estructuras, no ha logrado hasta el momento responder plenamente a estas demandas.
En cuanto a la exposición, su objetivo no es presentar una sumatoria de obras individuales de los artistas participantes del programa, sino poder dar cuenta, a través del guión de montaje, de algunos aspectos que han articulado las discusiones grupales durante el año y han permitido confrontar entre sí las producciones. El video de Viviana Berco oficia de punto introductorio. Reflexionando sobre un posible balance de su trabajo anual, decide armar un relato desde el punto de vista de sus fracasos. A través del humor, la artista da cuenta de la diferencia vital que separa el pensamiento artístico de la demanda productiva alentada por el sistema del arte y el mercado.
Un primer conjunto de obras se articula en torno de la imagen de “cuerpos revestidos”, que alude a los patrones culturales que estructuran una sociedad, desde la dimensión sexual o de género (Cristina Coll) hasta la idea de una identidad nacional (Sidecar). Las obras de Genoveva Fernández, Raquel Podestá y Zina Katz trabajan, desde lenguajes diversos, la ambigüedad entre lo bello y lo siniestro. Fue Ticio Escobar quien aportó en las discusiones la palabra clave: metástasis. Los patrones ornamentales comienzan “decorando” y acaban multiplicándose anárquicamente como un cuerpo extraño y peligroso.
En el primer piso la dialéctica entre el orden y la amenaza de disolución abandona la figura humana y asume un estatuto más formal, vinculado con la exploración de materiales y patrones de organización visual. A esa red de trabajos alude la palabra tramas que estructura un campo de relaciones acromático entre las piezas de María Ester Joao, Lucila Amatista, Rocío Coppola y Juliana González Chiozza. La pequeña sala adjunta está señalada por la palabra territorios. Allí se ubica Archivo Vivo, un grupo que lleva a cabo prácticas estéticas relacionales situadas en una isla en el delta del Paraná al que se accede por agua luego de un largo viaje. Las Correspondencias visuales entre Marcelo Brodsky y Daniel Duhau conviven, por su naturaleza vincular, con estas prácticas.
El segundo piso muestra un primer anclaje en la recurrencia sobre la iconografía de la mudanza doméstica (Lisa Giménez, Pompi Gutnisky, Lía Dansker, Rosalía Maguid). El vaivén entre la memoria y el olvido, la pertenencia y la pérdida, se proyecta desde el espacio de la casa hacia el territorio de lo social. Carolina Andreetti realizó una intervención urbana restituyendo en escala real una de las casas derribadas para la construcción de autopistas durante la dictadura militar. La corrosión del olvido adquiere, en el retrato que Roxana Buttazzoni hace de su madre, quien sufre de Alzheimer hace más de veinte años, un tono dramático. Una misma diapositiva, idéntica, oscura, se repite sin fin, evocando el esfuerzo inútil por recordar. A su lado, las piezas lumínicas de Luciana Saint Girons y Guido Chouela pueblan de presencias fantasmáticas esa zona ensombrecida de la galería. La “silla eléctrica” de Chouela ha sido instalada como una intervención transitoria en el espacio del auditorio de la galería. Este objeto a la vez poético y amenazante colinda con la instalación realizada por Luján Funes a partir de diarios intervenidos. No se trata aquí de la resignificación específica de un signo mediático, sino de la elaboración de un personaje. No alguien que tiene un mensaje certero para darle al mundo, sino una suerte de artista sin sosiego que, en su catarsis productiva, postula la pasión como otro modo de habitar la realidad.
A modo de corolarios funcionan los videos de Garber, Larrañaga y Bonino. Walter Benjamin, al contrario de Piaget y las disciplinas pedagógicas, tomó el pasaje de la infancia a la madurez no como progreso, sino como una pérdida irreparable de nuestras potencias revolucionarias. Las piezas de Pablo Garber y Gabriela Larrañaga nos enseñan, de modos diferentes, cuánto tenemos aún por aprender de los niños. Separado del resto, se presenta la película Jauría, de Toia Bonino, un relato que podríamos caracterizar como una contra-fábula. Si en las fábulas del siglo XVII el autor se sirve de animales personificados para arribar a una moraleja, Bonino muestra a través del mundo animal los límites de nuestros tabúes morales. Las gallinas pueden comerse entre sí: no hay allí violencia alguna; sin embargo nosotros, como espectadores, no podemos evitar el asco. Por eso las aves funcionan como ilustración de esa capacidad de autodestrucción gratuita que diferencia a los hombres de los animales. (Coordinación: Roxana Miguel. En Arte x Arte, Lavalleja 1062, de lunes a viernes, de 13 a 20.)
* Docente universitaria, crítica y curadora.
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