En el Fondo Nacional de las Artes se presenta en estos días una muestra que reúne a seis artistas alrededor de la cuestión de la habilidad y el virtuosismo, como recuperación de valores que están en la tradición histórica de las artes plásticas, aunque aquí se ponen en juego en artistas contemporáneos, desde distintas prácticas y técnicas.

Tratándose del Fondo de las Artes, el diálogo entre artistas del país tiene sentido programático y por lo tanto forma parte de los propósitos de la institución. La exposición reúne a cuatro mendocinos: Miguel Gandolfo (1965), Eduardo Hoffmann (1957), Marcello Mortarotti (1967) y Laura Valdivieso (1968), un sanjuanino: Bernardo Garay (1978) y un porteño: Estanislao Florido (1977).

La hipótesis de la exposición es que entre las derivaciones del conceptualismo y las nociones de talento y maestría se produjo un corte y una polarización.

Según Laura Valdivieso, curadora –y artista integrante– de la muestra: “Esta exposición pretende retomar la idea de talento y maestría (habilidad y virtuosismo) y ponerla en contexto en el arte contemporáneo. Después del ready made y todas sus derivaciones hasta el conceptualismo, este principio se ha visto socavado de miles de formas distintas. Los objetos prefabricados, los que son producto del azar o, todavía más, de la mediación tecnológica, invadieron el terreno del arte y la idea de artista viró hacia territorios insospechados. Igualmente es interesante mencionar cómo, de alguna u otra forma, en el imaginario popular el artista sigue siendo algo más o menos parecido a lo que se decía en el Renacimiento”.

La curadora y artista apunta a un arte productor de objetos y a la distancia que media entre la idea y ese objeto, entre el pensamiento sobre una obra y los procedimientos que llevan a su realización concreta. En esa ejecución, en tal o cual práctica específica, se juega la construcción de la obra a partir de una serie de habilidades y técnicas. Allí es donde se reivindica el contacto directo y manual del artista con la obra y, lo más importante, la materialidad, tal vez la densidad, de ese objeto al que se le dio forma. La pregunta por la materialidad de la obra resulta un tema y un problema central del arte contemporáneo.

“Pero la pregunta –continúa L.V.– es ¿perdura una versión del talento y la maestría, con todas sus derivaciones, en la definición del artista contemporáneo? En un escenario en el que las referencias van desde los grandes proyectos relacionales, que ponen en juego a muchas personas (artistas o no), lugares, espacios de exhibición y tiempos diferentes hacia un mundo extremadamente intimista, en el que el creador refleja su universo propio, sus deseos o sus obsesiones, no habría una versión, sino muchas.”

Varias de las claves de la muestra apuntan a la sensibilidad aplicada a un objeto a través de la relación de un artista con un oficio, partiendo de las técnicas básicas: pintura, dibujo, escultura, pero sin abandonar otras más actuales, de modo que la persistencia de la tradición convive con los nuevos medios.

Para trazar actitudes comunes desde el origen mismo de una inclinación por el arte, la curadora pone en foco la infancia propia para generalizarla en los primeros años de los demás artistas seleccionados, a través de un proceso de identificación de etapas, deseos y sensaciones. “Todos fuimos niños que perfilamos en algún momento ser artistas. Todos habremos sido descubiertos por alguna pista que alguien supo interpretar. Voy a aventurarme a decir que en todos los casos fueron las habilidades para dibujar y pintar y, en algunos, para modelar. Seguramente todos recordamos esas prácticas en nuestra infancia ligadas a un profundo placer.” En ese contacto inicial de la mano con los materiales aparece el primer impulso.

Miguel Gandolfo, quien se gana la vida como carpintero, reúne sus dos oficios: carpintero y escultor, en una combinación productiva gracias a la cual propone complejas geometrías en sus esculturas en madera, que complementan y cuestionan la tradición escultórica moderna. Por una parte, piezas de estructura matemática; por la otra, una pieza de conformación caótica. Un diálogo entre organización y caos en donde la misma noción de estructura forma parte del planteo para avanzar hacia formas más dinámicas y desconcertantes.

Estanislao Florido presenta pinturas muy refinadas sobre papel de empapelar. El patrón industrial establecido sirve como un contexto que se integra al lenguaje pictórico en una poética donde lo manual y lo industrial potencian sus sentidos. También exhibe una animación donde la hipótesis narrativa se deja llevar por los climas, las formas, los colores y los movimientos.

En el caso de Bernardo Garay se destaca su dibujo en carbonilla sobre la pared, de un carácter vibratorio y muy sugestivo (gracias a la multiplicación de las líneas en el trazo de una silueta).

Eduardo Hoffmann cita y corrige con humor algunas obras clave de la historia del arte (ver aparte).

Mortarotti muestra fotografías de carácter pictórico, que sobresalen por su imagen y composición, y especialmente por el tratamiento del color, dado que son lo más colorido de una muestra que en general tiende a la monocromía.

Laura Valdivieso reproduce formas que parecen surgidas del bordado, pero que contrastan notablemente con aquella labor hogareña por tratarse aquí de patrones y motivos hechos con tachas aplicadas minuciosamente.

* En el Fondo Nacional de las Artes, Alsina 673, hasta el 11 de mayo.