PLASTICA › EXPOSICION DE MARIO GRINBAUM EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA
El artista recorre, en esta muestra, cinco años alrededor de una misma idea: paisajes despersonalizados y fugas a la nada.
› Por Angel Berlanga
Aunque Mario Grinbaum plantea en sus pinturas un universo compuesto por los materiales y las formas que remiten a las que el hombre utilizó seriadamente para construir y hacer funcionales a las ciudades, su propuesta estética y metafísica plasma a esos materiales desolados, en desuso, acaso inútiles, protagonistas de un vacío de vida. Redes, muros, celdillas, conductos, cuadrículas, gigantescas estructuras atravesadas unas veces por cintas que remiten a autopistas, otras invadidas o desviadas por alguna contrapuesta serie estructural que la alteró o la deformó: con esos elementos trabaja este pintor de 63 años desde hace más de un lustro, y el resultado de esa tarea, enmarcada en una muestra llamada Cuestiones urbanas, puede verse hasta el 26 de febrero en la Sala J del Centro Cultural Recoleta.
“Siempre pensé que las grandes ciudades, como decía Le Corbusier, son máquinas de vivir”, dice Grinbaum en su estudio de Pringles y Díaz Vélez, donde se instaló hace apenas cuatro meses. Los cuadros sobre los que trabaja en estos días ratifican la continuidad de su tema. Hay orden y limpieza y en el extremo de una mesa repleta de colores hay jaulas de pájaros, a las que el pintor asocia, dice, con la ciudad: “Aunque me doy cuenta de que en última instancia la jaula es personal, el ser, el yo, y en consecuencia puede estar en cualquier lugar, creo que la megalópolis, por su tamaño, es el gran nido para tratar el tema. Todo el mundo cree, por mis pinturas, que soy arquitecto, pero no. Aunque, sin embargo, hace tiempo fue mi sueño”, afirma el artista, y cuenta que a los 13 años dibujaba planos para estudios de arquitectura. Con el agregado de décadas de maduración, observa un punto de contacto entre aquel que fue y éste que es en el uso de la perspectiva, un elemento preponderante y constante en estas pinturas, en las que juega un papel fundamental: la repetición de series hacia la lejanía, hacia la fuga, en el espacio. La referencia a los materiales y la superposición de esos extensos paisajes de enormes estructuras colapsadas plantean, además, una proyección hacia adelante en el tiempo.
Grinbaum llamó La construcción de la destrucción a una exposición de 2002, en medio de la crisis argentina, de la que ya formaban parte algunos de estos cuadros y, allí, Luis Felipe Noé subrayaba una paradoja: estas pinturas, también, destruyen lo construido. “Una semana después del atentado a las Torres Gemelas tuve la suerte o la desgracia de exponer en México, un país donde hay una clara diferenciación entre la burguesía plenamente identificada con lo estadounidense y un pueblo que piensa todo lo contrario”, cuenta Grinbaum. “Desgraciadamente, quien compra obras pertenece al primer grupo, y como mis cuadros les hacían acordar a las Torres Gemelas, no vendí ni uno. Yuyo (por Noé) dice que mi obra es un poco premonitoria, y puede ser. Pero yo no me propongo serlo. Y si lo soy es porque quizá pienso que hacia allí está yendo el mundo. En realidad, no lo sé; tengo muchas más preguntas que respuestas. Uno se plantea problemas filosóficos en la vida, examina su jaula personal. Porque todos tenemos ataduras. ¿Qué es la libertad? La libertad no existe. Yo llegué a esa conclusión. Lo único que uno puede hacer es ampliar espacios”.
No hay vida en los cuadros de Grinbaum. Ante ellos se piensa que la hubo, porque esas fueron tramas urbanas tejidas por el hombre, pero ya no la hay. No hay plantas, ni animales, ni personas, ni sonidos, y el movimiento parece también haber cesado; en toda la exposición se intuye, apenas, una única figura humana, diminuta, tras una red roja de incrustados. “Yo creo que al ser humano, en estos cuadros, se lo siente o se lo presiente”, argumenta Grinbaum. “Hay una cosa que me molesta en la pintura: lo obvio. Y poner personajitos ahí sería eso. La subjetividad del espectador tiene que poner su parte para completar la obra. En mi pintura estoy hablando del lugar donde viven la mayor parte de las personas, las megalópolis: hablo de la alienación, de la despersonalización. Uno sale a la calle y no conoce ni saluda a nadie. Yo creo que hay una necesidad de contacto humano muy grande. Cualquiera al que uno le da un mínimo espacio le tira su vida encima, por su enorme necesidad de contar. Los avances tecnológicos, que están llegando a límites insospechados, por otra parte, contribuyen todavía más a despersonalizar todo lo que hay de humano.”
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux