“Queríamos hacer algo que sirviera para los que están vivos”, cuenta Dana Basso, madre de Matías Borro.

Pocas cosas tienen la capacidad de quedar inmortalizadas. Una de ellas es el arte, en todas sus expresiones. Y esa no es su única virtud: una obra artística puede evocar a su creador, hacerlo renacer y mostrar algunos rasgos de su personalidad. Esa experiencia se puede vivenciar en la muestra Recuerdos Ensamblados, una exposición que reúne dibujos, pinturas, esculturas y textos literarios de jóvenes artistas que “se fueron antes de tiempo” de la vida de sus padres, casi sin avisar. “La idea surgió cuando quise buscar otra manera de homenajear a mi hijo, que este año hubiera cumplido 21”, resume Dana Basso, la ideóloga de la muestra que se inauguró el jueves 2 y que podrá visitarse hasta la última semana de enero de 2011, en el Palais de Glace (Posadas 1725), de martes a viernes de 12 a 20 y los sábados y domingos de 10 a 20. “Junto con la curadora Ruth Scheinsohn, convocamos a papás de hijos que hayan dejado alguna expresión artística que quisieran compartir. Queríamos resignificar el dolor, hacer algo que sirviera para los que están vivos”, cuenta Basso, madre de Matías Borro, un chico que tenía muchas inquietudes artísticas.

Algunos de los autores de esas piezas formaban parte del grupo de estudiantes del colegio Ecos que falleció el 8 de octubre de 2006 en un accidente de tránsito cuando volvían desde Chaco de un viaje solidario. De todas formas, pese a la trascendencia del caso, la muestra no se detiene en ese hecho ni pone el eje en las razones por las cuales murieron los otros expositores. “Hablamos mucho acerca de poner la edad, datos de los chicos o fotos de ellos. Pero nos dimos cuenta de que eso no aportaba a la muestra. Lo importante es ver cómo siguen latiendo y existiendo a partir de esto que dejaron, que se reinterpreta a partir de la muerte: son obras vivas. No es la idea apelar al morbo ni a una cuestión triste, simplemente queremos hacerlos presentes”, explica Mariana Fernández, productora de montaje del Palais de Glace. Basso suma: “Nos parecía que explicar las razones de las muertes era apelar a otra cosa, queríamos que trascendiera eso. Beethoven dejó su obra y hoy uno no piensa que se murió de tal o cual cosa”.

La muestra es una puerta al rincón más íntimo de decenas de chicas y chicos. En cada obra se esconden los gustos, las angustias, los sueños y los pensamientos de Yamila Grunberg, Mariano Terigi, Adriana Gibaut, Ariel Pablo Rodríguez, Juan Manuel Jacobo, Francis Santiere Mallón, Dante Rabossi y muchos otros. Y eso se puede percibir en las obras plásticas: el inquietante barco de Matías Borro delata su amor por el mar; la historieta de Nicolás Cohen es un reflejo de su ingenioso humor y el mundo fantástico de Ariel Pablo Rodríguez pone en evidencia su enorme imaginación. ¿Y acaso Mariano habrá sido un apasionado de la radio y un enamoradizo? Por lo menos, su bella pintura permite esa lectura.

Si bien las obras guardan un especial valor sentimental, lo cierto es que algunas tienen una gran técnica. Uno de los casos es la pintura de una mujer angustiada que abraza a sus hijos, de Viviana Della Maggiore, o el óleo de María Mercedes Espagnol, que evoca una fiesta de máscaras veneciana. “Había mucha curiosidad artística en los chicos. Y para sus padres esto es un lugar de encuentro, donde se sienten acompañados y pueden homenajear a los hijos que nunca hubieran querido despedir. Este es un espacio para que sigan viviendo”, entiende Fernández.

Otro de los aspectos interesantes de la propuesta es el espacio destinado a informar sobre seguridad vial. Al lado de la exposición, en un pequeño cuartito, una TV proyecta la campaña Conduciendo a Conciencia de los familiares de víctimas del 8 de octubre. “A todos nos puede pasar, yo me comprometo con la vida”, es la frase que se repite en las bocas de Luis Alberto Spinetta, Valentina Bassi, Gastón Pauls, Matías Martin, Soledad Silveyra, Mercedes Morán, Luciano Pereyra, entre muchos otros. “Queremos que la seguridad vial sea política de Estado”, pide León Gieco. “Muchos de los chicos fallecieron por accidentes de tránsito que se podrían haber evitado”, desliza Basso. El fin de semana pasado brindaron una charla Renacer y Duelum, dos agrupaciones que ayudan emocionalmente a padres que sufrieron la pérdida de un hijo.

Desde su inauguración, la muestra fue creciendo gracias al aporte de otros padres que trajeron nuevas pinturas, poesías y pequeñas esculturas de sus hijos. La iniciativa superó las expectativas, y ese es uno de los motivos por los cuales se extendió hasta fines de enero, ya que debía haber finalizado el fin de semana pasado. Y hasta tuvieron que abrir otra sala debido a la demanda de piezas artísticas. “La muestra creció de una manera inesperada”, se sorprende Basso. “Lo significativo de esto fue haber podido juntar a toda esta gente y haber propuesto una cosa en común. Al principio me preocupó saber cómo hacer para que la muestra no pareciera algo opresivo, oscuro, sino alegre, que fuera una conmemoración.”

¿Qué hacer ante la ausencia? Ese es el desafío. Curiosamente, uno de los cuadros se posa sobre esa situación: Ezequiel Darío Cantón dibuja a una mujer desnuda sentada junto a una silla vacía. Una espera eterna quedó retratada en la pintura. “Hay una cosa –analiza Basso– que se llama resilencia: tu vida cambia de tal manera cuando perdés a un hijo que no es algo que tendría que pasar o que en general sucede, que tenés que reubicarte a partir de esta nueva situación. Tus expectativas cambian totalmente. Ojalá otros papás puedan encontrar otros caminos para honrar a sus hijos o hacer algo con lo que les pasa. Mucha gente sufre mucho y queda enojada con la vida. No podés hacer nada si estás en tu casa sentado llorando todo el tiempo.”

Informe: Sergio Sánchez.