PLASTICA › CALIGRAFíA JAPONESA EN EL FONDO NACIONAL DE LAS ARTES
Una exposición de dos artistas calígrafos japoneses contemporáneos y de un fotógrafo que tomó imágenes de las últimas imprentas de tipos móviles remite a la relación entre el lenguaje articulado y el lenguaje visual. Para ver y leer.
› Por Fabián Lebenglik
La caligrafía japonesa –como toda escritura, un cruce entre el lenguaje articulado y el visual– es una práctica zen que está considerada como un arte. A la rigurosa tradición que pasa de maestros a discípulos, se suma el contenido reflexivo, literario, poético o filosófico de la caligrafía: cuestiones como el equilibrio, la armonía, la proporción, la delicadeza, etc., son parte fundamental y evidente de esta escritura que combina cuidado visual y sentido espiritual.
El Museo Nacional de Arte Oriental con al apoyo de la Fundación Japón y la Fundación Asahi Shimbun y la colaboración de la Embajada de Japón presenta en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes una muestra de dos artistas japoneses de la caligrafía –Hisao Yugami y Tsubasa Kimura– y de un fotógrafo, Chihiro Minato, que siguió las huellas y tomó cuidadas imágenes de grandes talleres de imprenta de tipos móviles.
El ámbito sereno de esta sede del Fondo de las Artes en el Barrio Parque, en Rufino de Elizalde 2831, es un contexto muy adecuado para la muestra, en donde se exhiben piezas caligráficas bellísimas, fotografías y dos grandes obras caligráficas sobre paneles de papel y de seda, que podrían tomarse como instalaciones. De hecho, los artistas van más allá de la tradición para incorporar elementos de la contemporaneidad artística.
Hisao Yugami nació en Kioto en 1976. Es licenciado en Historia Occidental y comenzó a estudiar caligrafía cuando tenía 6 años. Luego de veinte años de una sólida formación en caligrafía tradicional, hoy se desempeña como calígrafo independiente. Viene presentando muestras individuales y colectivas desde 2002.
“Cuando realizo una producción –dice Hisao Yugami– escribir cada ‘moji’ (letra/carácter) se vuelve crucial. Se convierte en un rasgo tan importante que en ocasiones me desvío de los ‘mojis’, pero naturalmente siempre retorno a ellos. Si tengo frente a mí un pincel, una hoja y tinta sumi, lo primero que atino a hacer es a trazar un ‘moji’ o una palabra. En el ‘sho’ (caligrafía japonesa) hay espacios en blanco, espacios en negro y también hay silencio entre ellos, que llamamos ‘ma’. Mis trabajos cuidan especialmente la distancia que hay entre estos blancos y negros.”
“Entre las obras que expongo ahora –dice el artista–, varias de ellas están realizadas sin la técnica usual del ‘urauchi’ –que consiste en colocar una hoja tras la original, con el fin de que sirva como sostén y enderezamiento–. Esto es porque quise dejar las evidencias de cómo las letras y las palabras se van apropiando del papel en la medida en que el pincel, dosificado con sumi de diferentes concentraciones, iba realizando los trazos de arrastre, frote, roce... y en ocasiones dejar ver los rastros de combinaciones que se generan entre ellas... mientras observo el cielo nublado a través de las ramas secas de un árbol de Kioto en invierno.”
Tsubasa Kimura comenzó a estudiar caligrafía a los siete años. Luego de formarse en el estilo tradicional de caligrafía japonesa comenzó a interesarse en nuevas formas caligráficas. Se licenció en estudios budistas en Kioto. Y se especializó en la caligrafía de los monjes budistas. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas y presenta demostraciones caligráficas en vivo. Reside en Kioto y trabaja en Osaka.
Según explica la artista, “trabajo utilizando mis propias palabras... no les atribuyo sentido, simplemente dispongo de ellas para el trazo. Aquí no quise proyectar sensaciones o sentimientos propios de las palabra, sólo quise utilizarlas como una herramienta más de la caligrafía. En cuanto a los poemas, son frases, pensamientos o contenidos de mi diario, que están guardados en mi computadora. Sólo realicé repetidamente las acciones de copiar y pegar. Son frases sin sentido, pero las modifiqué para que parezca que forman oraciones en japonés”.
Chihiro Minata es fotógrafo, escritor y cineasta. Estudió ciencias políticas. Vivió en América latina. Se mudó a París en 1985, donde comenzó a dedicarse a la fotografía y a escribir. Actualmente vive entre París y Tokio, donde es profesor universitario. Es miembro fundador del Instituto de Antropología del Arte de la Universidad de Tama (Tokio). Presentó su obra en el Pabellón de Japón en la Bienal de Venecia de 2007.
Para Chihiro Minata fotografiar letras y textos impresos significó la oportunidad para reflejar sus dos profesiones: escritor y fotógrafo. Minato presenta parte de un largo trabajo de cuatro años alrededor de la tipografía de tipos móviles. La serie tiene el título Madres de Letras y lleva un subtítulo elocuente: “El viaje tipográfico”. Con este ensayo visual el fotógrafo documentó la desaparición de grandes imprentas tradicionales, desde París a Taipei.
Su ensayo fotográfico (entre 2005 y 2009) comenzó con entrevistas y fotos a los trabajadores de la sección tipográfica de la Imprenta Nacional Francesa (de París), un antiguo instituto de imprenta, que fue cerrado en 2005. También alcanzó a fotografiar el final y cierre de taller de la imprenta Dai Nippon (en Tokio). Y cuando se publicó el libro en chino, la tapa fue impresa con tipos móviles en la imprenta Rixing, la única imprenta tipográfica que quedaba en Taiwan.
En una de las interpretaciones transcriptas en la muestra se explica que determinada caligrafía deriva de una historia referida a cuando Buda dobló una flor de loto en silencio, mientras predicaba, y sólo un discípulo entendió el mensaje y sonrió. En otra, la caligrafía remite “a un estado reconfortante donde los corazones de las personas se convierten en uno mientras se comparte té de la misma tetera durante la ceremonia en una pequeña casa de té”. Una tercera, que significa “gastado taladro viejo”, describe un título honorífico dirigido a un viejo monje budista, que con el paso del tiempo se vuelve romo como un viejo taladro, porque no se apegó a los propios logros sino que mantuvo la práctica del ascetismo en completa calma. Otros ideogramas significan “viento” y “locura” y, combinados, tienen un sentido zen del “vagabundeo”: “iluminación más allá de la transgresión”.
Una de las frases de la exposición conecta sutil e involuntariamente con la tragedia japonesa presente: “Me estaba preparando como si mañana fuera el fin del mundo. Hoy, que eso no ha sucedido, no sé qué hacer...”
* En el Fondo de las Artes, sede de Rufino de Elizalde 2831, hasta el 30 de marzo; de martes a domingo, de 15 a 19. Entrada gratuita.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux