Martes, 29 de marzo de 2011 | Hoy
PLASTICA › LA EXPOSICIóN DE LUIS CAMNITZER EN EL PARQUE DE LA MEMORIA
El artista conceptual uruguayo intercala alfabéticamente en la guía de teléfonos de Montevideo los nombres de los desaparecidas durante la dictadura militar en su país. Lecturas entre líneas que van del pasado al presente.
Por Florencia Battiti *
Cuando Luis Camnitzer intercala alfabéticamente en la guía de teléfonos los nombres de las personas desaparecidas durante la dictadura militar en Uruguay, no sólo actualiza la experiencia de la ausencia física de cientos de individuos, sino que alza una denuncia por la falta de justicia ante su desaparición por parte del Estado. Es sabido que si bien Argentina y Uruguay mantuvieron vínculos estrechos durante sus respectivas dictaduras a través de la implementación del Plan Cóndor, sus procesos de justicia y de memoria posdictatoriales han recorrido caminos muy distintos. En diciembre de 1986, durante la presidencia de Julio María Sanguinetti, se sancionó en Uruguay la ley 18.548 de Caducidad de Pretensión Punitiva del Estado, estableciendo impunidad sobre los delitos de violación de los derechos humanos durante la dictadura cívico-militar que rigió el país entre 1973 y 1985. Hoy, veinticinco años después de sancionada esta ley, y casi simultáneamente con la inauguración de la exposición de Camnitzer en el Parque de la Memoria, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dio a conocer su fallo en el caso Gelman, ordenando al Estado uruguayo dejar sin efecto la ley de caducidad. ¿Será éste, quizás, el umbral que marque un cambio de rumbo en el proceso de memoria y justicia en el Uruguay? A pocos meses de su casamiento, un grupo de tareas secuestró en Buenos Aires a Marcelo Gelman, hijo del poeta Juan Gelman, y a su mujer María Claudia García, quien estaba embarazada de siete meses. Tenían 20 y 19 años respectivamente. Luego de haber permanecido en cautiverio en el centro clandestino de detención Automotores Orletti, Claudia fue trasladada a Montevideo, donde dio a luz a Macarena, quien fue entregada a una familia uruguaya y criada durante 23 años sin conocer su verdadera identidad. La resolución de la CIDH abre entonces la posibilidad de que se investigue, se juzgue y se castigue a los responsables por la desaparición de Marcelo y Claudia Gelman y por la sustitución de la identidad de su hija. Asimismo, el pasado 26 de marzo, durante la inauguración de la muestra de Camnitzer –que contó con la presencia del director del Museo de la Memoria de Montevideo y miembros de organismos de derechos humanos de ambos países–, resultó casi imposible no leer, también entre líneas, los derroteros que hacen que el arte y la política se crucen y entretejan en la madeja del destino. Es que, ese mediodía, mientras el público se acercaba a la sala PAyS (Presentes, Ahora y Siempre) atravesando el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado (MVTE), podían leerse, sobre las paredes externas de la sala, consignas escritas con aerosol que decían: “Fuera zurdos”, “30.000 hijos de puta”, y otros epítetos similares, que habían sido pintados el 24 de marzo por la noche, luego de que cientos de personas visitaran pacíficamente el Parque de la Memoria en el marco del 35º aniversario del golpe.
En este contexto cabe preguntarse: ¿pueden las páginas de una guía telefónica convertirse en un lugar de memoria?
En términos estéticos, Memorial –tal es el título de la obra de Camnitzer– conlleva una operación reductiva y austera. Su gesto autoral es deliberadamente mínimo y modesto. La elección del dispositivo a intervenir tampoco resulta inocente: Camnitzer literalmente “hace espacio” entre los nombres de los actuales ciudadanos uruguayos para introducir la presencia insoslayable de quienes fueron privados de sus derechos primero y de su propia vida después. En sintonía con una línea de trabajo que abarca ya cinco décadas, el artista concibe la palabra como un elemento visual primordial en su propuesta y resignifica objetos y contextos de uso cotidiano al utilizarlos de manera no ortodoxa.
Luis Camnitzer es un artista conceptual uruguayo nacido en Lübeck, Alemania, en 1937, y probablemente una de las mentes más lúcidas del arte latinoamericano del último medio siglo. Hijo de refugiados judíos que huyeron de una Europa en guerra, con apenas dos años de edad, viajó a Uruguay con su familia. Actualmente reside en Nueva York, donde es profesor emérito del Departamento de Artes Visuales de la universidad de ese estado. Figura líder en el conceptualismo latinoamericano y el denominado “arte político”, ha desarrollado su trabajo en torno del carácter crítico, cultural e intelectual de toda obra de arte y del posible rol reformador de éste en la sociedad. El papel jugado por Camnitzer en la conformación de una lectura autónoma del arte latinoamericano de las últimas décadas es capital, ya que ha sido uno de los artífices de la consolidación de una interpretación del arte conceptual latinoamericano que se aleja de la hegemonía formalista norteamericana y plantea una raíz específica en relación con su contexto de origen. Para Camnitzer el conceptualismo como estrategia es una manera de entender el arte, todo el arte, desde sus primeras manifestaciones hasta la actualidad. A partir de esta propuesta, se trataría entonces de concebir los productos artísticos como soluciones a algún problema, para recién después considerar si la solución es buena y si está bien planteada. Así formulado, negar lo poético, lo bello, lo religioso, lo científico o lo político en el arte conceptual no tendría sentido, ya que equivaldría a sostener que sólo ciertos problemas pueden ser planteados y no otros. Dentro de este esquema el artista sostiene que lo importante es que el problema que la obra formule sea interesante y que colabore a expandir el conocimiento.
El Memorial de Camnitzer que se exhibe en el Parque de la Memoria reúne las características propias de los contramonumentos, instancias en las que la/s memoria/s no concluyen cristalizadas, sino que se presentan como procesos incompletos que acusan la mutabilidad de sentidos que otorgamos al pasado. Desde tal perspectiva es posible leer esta obra como un ejercicio antimonumentalista, una estrategia que intenta presentar lo inenarrable y brindar a los que ya no están no un epitafio entre los muertos, sino un lugar de recuerdo y reclamo entre los vivos.
Fue la historiadora del arte Andrea Giunta quien sugirió ciertas relaciones entre el Memorial de Camnitzer y el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado situado en el Parque de la Memoria. En efecto, tanto la pieza de Camnitzer como el MVTE se organizan cronológica y alfabéticamente en listados dinámicos, móviles, que permiten la inclusión de un nuevo nombre o la modificación de algún dato. Ambos, a su vez, se proponen como instancias abiertas e irresueltas que dan cuenta de la compleja tarea de recopilación de información sobre los desaparecidos a causa de la metodología represiva utilizada por el terrorismo de Estado pero, también, de la condición de antimonumentalidad que ambos asumen, entendiendo ésta como un proceso que no se clausura en sí mismo.
Como toda práctica artística eficaz en términos éticos y estéticos, Memorial instala interrogantes. ¿De qué modo dar cuenta, desde el arte, de la condición de los desaparecidos? ¿Cómo sería la realidad política y social del Uruguay si estas personas estuvieran efectivamente al otro lado del teléfono? ¿Qué sucedería si aquellos que figuran en la guía, y probablemente conocen el destino de muchos de los desaparecidos, hablaran?
“Nosotros no podemos llamarlos, pero ellos nos llamarán por siempre”, sostiene Camnitzer, planteando así el compromiso que se asume cuando el pasado es apropiado desde una lectura del presente y con la mirada puesta hacia el horizonte del porvenir. Si muchas de las lúcidas propuestas de Camnitzer plantean problemas en torno de los desfasajes y tensiones entre la imagen y la palabra, Memorial parece sugerir que la mejor forma de memoria será siempre la justicia. (Memorial, de Luis Camnitzer, en la sala PAyS del Parque de la Memoria. Lunes a viernes de 10.00 a 17.00, hasta el 26 de junio. Entrada libre y gratuita.)
* Curadora del Parque de la Memoria.
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