Mar 24.01.2012
espectaculos

PLASTICA › DIBUJOS DE OMAR PANOSETTI, EN EL CENTRO CULTURAL BORGES

La ciudad, dibujada, piensa

En el espacio “La línea piensa” se presenta una muestra de dibujos de Omar Panosetti en donde el tema central es la ciudad. Metáforas y arquitecturas se cruzan en una trama urbana que habla a partir de sus construcciones.

› Por Fabián Lebenglik

En el espacio “La línea piensa”, dirigido por Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía, que el Centro Cultural Borges dedica desde hace varios años especialmente al dibujo, se presenta la muestra Territorios, de Omar Panosetti.

Escenas de la ciudad y la calle son el tema central que el artista evoca en dibujos sobre papeles, telas y también de manera directa, con grafito sobre la pared. Cada dibujo consiste en una escena con un fuerte componente narrativo y expresivo, en el que la ciudad se vuelve, notoriamente, metáfora.

Los edificios monobloques se transforman en ejes de distintos relatos visuales que a veces se relacionan con el humor de la historieta y a veces con la reflexión modernista de la ciudad como máquina, como monstruo, como espacio de masas y, por lo tanto, anónimo, al mismo tiempo que instancia de control estatal sobre las personas.

A través de la imagen de los edificios también se cuenta una historia social y económica: fábricas, barrios obreros, predicadores callejeros, autos desmantelados, edificios monumentales. Panosetti elige un formato para cada situación y así pasa de la viñeta al cuadro y del apunte al mural. Escalas y proporciones tienen relación directa con la historia que se cuenta en cada caso.

Del mismo modo en que la célebre e histórica publicidad de Geniol –una cabeza soportaba todo tipo de clavos y tornillos–, Panosetti dibuja una cabeza sobre la que hay edificios: la ciudad es también una teoría, una idea, una ideología, una forma de vida.

Según escribe Noé sobre Panosetti, “sus obras muestran a la ciudad como si fueran monumentos, pero al mismo tiempo, montañas u hombres, o sea son ajenas a la naturaleza y se identifican con ellas, son monstruosas y se emparientan con nosotros. Ahora que se habla de poesía visual, pensando ante todo en lo escrito como imagen, se suele olvidar que la representación de algo significa nombrarlo y que, por lo tanto, la definición de poesía visual debe encontrarse en la interrelación entre la imagen y sus contenidos implícitos”.

En su libro Mitología de la seguridad, la ciudad biopolítica, el pensador italiano Andrea Cavalletti comienza citando una fórmula de Carl Schmitt: “No existen ideas políticas sin un espacio al cual sean referibles, ni espacios o principios espaciales a los que no correspondan ideas políticas”. Según esta lúcida afirmación, cada vez que se piensa, se enuncia o se dibuja un territorio delimitado, se establece una relación necesaria entre espacio y poder, porque ambos términos se implican mutuamente.

En el libro se afirma que si un ámbito resulta circunscripto, o un principio espacial, definido, significa que allí actúa un contenido político.

Estas ideas subyacen en cada uno de los trabajos exhibidos de Panosetti.

Para marcar esta relación notoria entre, por ejemplo, la arquitectura estatal y el poder, el artista evoca estilizadamente en su obra una de las impactantes construcciones del arquitecto Francisco Salamone. Se trata de uno de los mataderos del célebre (y cada vez más revalorado) arquitecto argentino (el matadero de Carhué) que durante los años treinta construyó numerosos edificios públicos en la provincia de Buenos Aires. En los mataderos de Salamone no sólo sobresale la impronta vanguardista sino también se enuncia con letras gigantescas la función del edificio, que en su frente dice, para siempre, como en la cita que evoca Panosetti: “Matadero”. Panosetti invierte la imagen de manera que la palabra se lee al revés.

La síntesis de la ciudad son los edificios, especialmente, las construcciones originadas en los planes de viviendas populares, la construcciones fabriles con grandes chimeneas y los edificios públicos como espacios del poder del Estado, que todo lo administra: la vida y la muerte.

La ciudad, en la trama ideológica, es vista como dispositivo espacial que busca capturar a la multitud. La obra de arte más emblemática sobre la ciudad como ideología es la película Metrópolis (1927), de Fritz Lang. Una parábola de la teoría de clases (en este caso con sólo dos clases claramente diferenciadas), que el genial director alemán ideó luego de una visita a la imponente Nueva York de los años veinte. En la película hay una ciudad apacible y feliz en la superficie, donde vive la clase dominante; y otra ciudad, una suerte de inframundo, donde los obreros son explotados por la clase dominante.

En la muestra de Panosetti las historias visuales que cuenta se desarrollan entre espacios arquitectónicos y territoriales que a veces combinan lo urbano con el paisaje montañoso. Aunque no se trata de montañas en su estricta acepción topográfica, sino de montañas antropomórficas, humanizadas, monstruosas, como moles que simbolizan ideas-fuerza y que se asoman vigilantes, ominosas, sobre distintas escenas, fabriles o barriales.

* En el Centro Borges, Espacio “La línea piensa”, Viamonte esquina San Martín, hasta fin de mes.

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