PLASTICA
La exposición sobre El arte italiano (1860-1945) en las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes se encuentra acotada entre dos momentos históricos: la unidad de Italia y el inicio de la posguerra. Según el curador, Roberto Amigo, “el arte del Ottocento construyó la conciencia de nación, surgida en la lucha contra el dominio extranjero y por la unificación territorial. Sin embargo, la fuerza de los regionalismos perdura en la representación de los asuntos costumbristas y los paisajes locales, incluso cuando la resolución formal presenta las facturas modernistas del divisionismo o el simbolismo. Los cambios estilísticos, principalmente, se sostuvieron en dos búsquedas: mayor verismo en la representación y la captación de la luz. Ambas se resolvieron, ambiguamente, desde el sustrato romántico de la pintura académica, y sin renegar de las particularidades de las escuelas artísticas locales, principalmente Milán, Nápoles, Venecia, Roma y Florencia. El derrotero internacional del arte moderno tuvo en Italia la tensión con la tradición clásica, que perdura tanto en las figuras aisladas de Modigliani, activo en París, como en el arte del Novecento, la “moderna italianidad”.
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