Martes, 28 de febrero de 2012 | Hoy
PLASTICA › EL MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES PASA REVISTA A LAS VANGUARDIAS
Luego de la muestra de 2010 sobre el periódico Martín Fierro, el MNBA prepara otra, complementaria, dentro de dos semanas, sobre la revista Claridad. En este artículo, una introducción del curador de ambas exposiciones.
Por Sergio Baur *
Rebeldía y experimentación son parte del legado histórico y cultural que nos han dejado las revistas literarias a lo largo del tiempo. Las vanguardias históricas tuvieron en ellas una plataforma de expresión escrita y artística, que produjo un diálogo activo entre las diferentes manifestaciones creativas. En las décadas del ’20 y el ’30, la Argentina fue también el escenario de valiosas revistas literarias, que generaron míticas polémicas y discusiones, cuyos intercambios forman parte de la historia de nuestra literatura.
Inspirada en la revista francesa Clarté, fundada por el pacifista Henri Barbusse, Claridad surgió como una necesidad de expresión de un grupo de intelectuales militantes que en los años ’20 entendieron que la cultura era uno de los principios esenciales de la integración social. Heredera de las dos épocas de Los Pensadores, Claridad, tal como lo evidencia su subtítulo, era una Revista de Arte, Crítica y Letras, Tribuna del Pensamiento Izquierdista. Fundada como sus predecesoras por el español Antonio Zamora, el primer número apareció en Buenos Aires en julio de 1926. Claridad disponía de talleres propios para imprimir la publicación y en ese marco comienza un amplio programa editorial, nutrido de las más diversas colecciones. La editorial cobró tal magnitud que, como lo señalaba Alvaro Yunque en 1941, “Claridad ensanchaba sus límites hasta adquirir volumen continental”. Estas ediciones generalmente rústicas fueron cuidadosamente diseñadas por representativos artistas de ese tiempo, en particular por los “Artistas del Pueblo”, que acompañaron con sus ilustraciones a los escritores de Boedo. El grupo tomó su nombre de la calle donde funcionaba la editorial: Boedo 837, dirección porteña que se convirtió en el símbolo de la joven literatura social argentina.
Abraham Vigo, José Arato, Adolfo Bellocq y Guillermo Facio Hebecquer fueron algunos de los ilustradores de muchos de los números de la revista y también de los libros editados por Claridad. El grabado sirvió además por aquellos años como vehículo de difusión de la protesta social y de la lucha de los sectores postergados. Ese soporte permitía la reproducción rápida y en cantidad. Estos artistas, al igual que sus contemporáneos alemanes, ejercieron con sus trabajos una campaña de denuncia de las precarias condiciones de vida de los trabajadores en las fábricas, en las minas y en el campo, el conventillo, la vida prostibularia y el contraste entre la ciudad cosmopolita y el arrabal. De los espacios incorporados por los nuevos artistas y escritores proletarios en sus obras, el arrabal se convierte en un escenario urbano de cultura propia.
Hay una literatura fundacional que se anticipó a la corriente orgánica de Boedo: Luis Pascarella escribió en 1917 El Conventillo. Novela de costumbres bonaerenses; Héctor Pedro Blomberg, Las puertas de Babel en 1920; y Juan Palazzo, La casa por dentro de 1921. Estas obras junto a Historias de arrabal de Manuel Gálvez, publicada en 1922 e ilustrada con grabados originales en madera de Adolfo Bellocq, dan cuenta de la transformación social que vive Buenos Aires en las dos primeras décadas del siglo XX. Quizá tanto el escenario como los personajes que transitan estas obras no se encuentren tan alejados de los que la añoranza borgeana permite vislumbrar en sus primeros versos.
Alfonso Reyes se refiere a las revistas literarias como esas nebulosas, cargadas y finas, que llenan los intersticios entre los libros. En el caso de Claridad, la revista se complementó con un exhaustivo programa editorial. Las colecciones publicadas en la primera época aportaron las voces de la literatura rusa, del realismo social francés, del ensayo socio-político y la difusión de las nuevas voces de la literatura nacional, especialmente de aquellos escritores activos en las filas de Boedo. La colección Los Nuevos acercó al lector los trabajos de Clara Better (el ingenioso seudónimo de César Tiempo, para publicar Versos de una...), Roberto Mariani, Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, Alvaro Yunque y Enrique Amorim, entre otros. Libros baratos, rústicos y artísticamente diseñados, que conviven hoy tanto en los descuidados anaqueles de una librería de viejo como bajo la celosa protección del obsesionado bibliófilo.
Guillermo Facio Hébecquer inauguró la extensa lista de artículos dedicados a las artes plásticas en las columnas de Claridad, con una colaboración dedicada a la exposición de José Arato. Ese número fundacional de 1926 también incluyó el texto de José Julio sobre la pintura de Abraham Vigo. En el segundo número de la revista, este mismo crítico escribió sobre Una exposición de arte de vanguardia, ilustrada por Marinetti, muestra que se realizó en la Asociación de Amigos del Arte con motivo de la llegada del creador del futurismo a Buenos Aires. Allí expusieron los artistas Emilio Pettoruti, Xul Solar y Norah Borges, eximios representantes del vanguardismo martinfierrista.
José Julio escribió en esa oportunidad: “La señorita Borges es solamente pintista y Xul Solar, pintorero”.
La denominada pintura moderna en la época se prestó para toda clase de ironías entre los autores y críticos a favor del arte social, el arte de masas en términos de Elías Castelnuovo, y cuya condición sostenía Claridad. El escritor José Salas Subirats se refería en un artículo de la revista a las nuevas tendencias plásticas, en clara referencia a los jóvenes cultos de Florida: “El arte, que es más abstracto, que puede ser excelente, pero mal hecho, se presta mucho mejor para el bluff. Y esto no está mal. Es una preocupación más para las niñas y los niños holgazanes”.
León Klimovsky y Alfonso Longuet fueron los principales críticos de cine que colaboraron en esta publicación. Sus crónicas se formularon con un sentido educativo y social, estimulando en los lectores la calidad de la cinematografía soviética y el carácter experimental del cine expresionista alemán.
La polémica del grupo de Boedo con el de Florida, con sus escritores atrincherados en las revistas Proa y Martín Fierro, compartió un tiempo considerablemente menor a la vida de Claridad. La publicación de Zamora vivió casi dos décadas que comprenden, en parte, el período de entreguerras. Con una mirada internacional y advertida sobre los peligros que constituían los ascensos de los totalitarismos en el mundo, Claridad fue una tribuna permanente en defensa de los derechos individuales y políticos; denunció la pasividad inicial de las democracias frente a las dictaduras de los años ’30 y la discriminación racista y antisemita desatada en gran parte de Europa en esos mismos años.
Las ilustraciones de tapa de los más de doscientos números reproducen los retratos de personajes como Esteban Echeverría, Sarmiento, Gorki, Roberto Arlt, Carlos Marx o Mahatma Gandhi. Otras son homenajes a distintas causas populares, denuncias políticas, acontecimientos como la Guerra Civil Española o reproducciones de obras maestras de la pintura, cuyo tema revela alguna preocupación social.
Como una hoja de ruta, los circuitos de la vanguardia desde mediados de los años ’20 y la década del ’30 se pueden recorrer con precisión a través de las páginas de Claridad. Una lectura museográfica de la revista permite acceder a distintas fuentes en el territorio de las letras y las artes. En esta oportunidad, a través del patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes, Claridad se muestra como una precursora de la vanguardia en lucha.
* Diplomático y profesor de Historia. Curador de la muestra Claridad: la vanguardia en lucha (1920-1940), que se inaugurará el jueves 15 de marzo en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. Del Libertador 1473).
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