Mar 29.05.2012
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PLASTICA › OMAR ESTELA: ANTOLOGíA RETROSPECTIVA Y PUBLICACIóN DE UN LIBRO

Sobre un escultor para ver y leer

El artista presenta una impactante exposición antológica, con piezas de distintas etapas de su vida, y también un libro, donde reúne su obra y sus textos, agudos y provocadores. Algunas definiciones sobre el oficio.

› Por Omar Estela *

Siempre busco, en el hecho de definir la escultura, una forma de acercamiento conceptual. Es una de esas imágenes inasibles. La percibo como a una lengua primitiva, con una vitalidad difícil de descifrar. Puedo estimarla como un oficio, el desarrollo de un ritual pagano, por ello más sagrado, verdad que hace del escultor un oficiante, una rara avis en un galpón, un ser bastante infrecuente en cuanto a su desarrollo, alguien que trabaja, piensa y tiene ensueños de obrero en espacios de obrero, con suciedad, con riesgos laborales de obrero, con jornadas parecidas, que va a la ferretería industrial y no se provee en la librería artística y, como los obreros, termina cansado físicamente, con el ánimo de los que sienten que trabajando pierden la sustancia de desdicha que los compone.

El escultor afirma la dignidad del trabajo, se realiza en el hacer y lo hace distante del concepto monetario. Aquí hay otro parecido con lo obrero: el obrero y el escultor trabajan por fatalidad, porque tienen que hacerlo, no tienen opción ni posibilidad de especulación. También saben que la duración del gesto trabajador es la más plena de las duraciones, intuyen la propia profundidad de la materia y en su hacer se totalizan. Se saben parte constitutiva de la realización del ente social. El escultor desarrolla elementos aparentemente opuestos, trabaja con las manos pero también con energías imaginarias. Además, el oficio le exige estado físico, condición proletaria que, por lo general, los artistas no cultivan.

El escultor se da al trabajo como el marinero al mar. Esta es una imagen absolutamente favorita para mí.

En lo contemporáneo ocurre una situación bastante particular, y es la posibilidad de trabajar en forma individual y a gran escala con todas las facilidades de la asistencia tecnológica. Y además no en función de encargos. También nos permite ausentarnos de cofradías o sectas y seguir existiendo. No es necesario pertenecer a una religión, a un grupo político, étnico o de género: hoy se puede ejercer esta soberanía que, sin ser ingenuos, es mayor si se tiene el coraje o se apela a la locura para utilizarla. Cada uno puede construir el modelo de escultor que quiera llevar adelante, si se es más o menos hábil o técnico, si se tienen mayores o menores capacidades para defender la obra y, por ende, las ideas propias acerca de qué es la escultura, qué es obra, qué es ser escultor, qué se espera como retorno.

Vivimos inmersos en esta actividad con una carga de ideas y sentimientos propios de otra época. En el mejor de los casos y en el peor también, son una construcción que favorece a algunos. Los artistas luchamos contra gente mentalmente ornamentada como filósofos. No hay olimpíadas semánticas donde se destaquen los países periféricos.

Si se aspira a ser artista, hay que ejercitar las agallas. Es en lo artístico donde se desocultan entes y donde más se evidencia esta necesidad, porque hay que enfrentarse a dinámicas profundamente obcecadas si se quiere producir una obra con la que el artista esté conforme –y la palabra “conformar” tiene que ver con “formar”, y “formar” con la palabra “forma”–. Se trata de darle forma a tu obra y que esa obra sea más tuya que un producto de lo que has visto, de lo que se sabe que funciona. Aquí aparece otra definición posible de la escultura, junto con la noción de no levantar falso testimonio. Pienso en no levantar falsas esculturas. La obra como testimonio tiene todas las exigencias inherentes del manifestar, es una más de las razones por las que la escultura contiene aspectos sagrados, en oblicua alusión a lo religioso.

Definir las cosas implica saber qué son o por lo menos aproximarse a ese conocimiento, definir es una de las formas de nombrar. No sé si es verdadero que el hombre piensa con palabras, pero sí es seguro que recorre los caminos más trillados usando las mismas sendas o trillas, los mismos conceptos. Así es poco probable que llegue a nuevos escenarios, ubicado en este lugar parece casi imposible la creación, forzar el cambio, descubrir lo que está entre los cuadros de la misma película. En el mejor de los casos podremos rediseñar o reinventar, pero a lo artístico se le exige más. Estamos hartos, harto cansados del diseño, de la obra que se construye a partir de obra existente, de públicos predestinados, de necesidades que satisfacer. La propuesta actual ordena encolumnarse y mostrar trofeos; los que zafan son sublimes o caen en el ridículo, pero darse cuenta de que la obra no es diseño ni es invento es el comienzo del oficio de escultor.

La escultura es una construcción que te hace intuir que lo sagrado sigue existiendo. Lo sagrado es lo que vincula con la preñez, con la función primordial de las cosas. Un ejemplo alusivo: el ser humano tiene una capacidad creativa en su sexualidad y ésta es lo que más lo aleja de la soledad. El deseo sexual nos hace necesitar y sentir al otro, pero queremos una sexualidad sin riesgo, cuando es el riesgo lo que hay que proponerse para vincularse con el otro. El otro es siempre un riesgo que pone a prueba nuestras agallas. Lo sexual es de las primeras obras en las cuales se puede hacer la propia o transitar la de todos. ¿Qué se puede saber del sexo si siempre se lo realiza con la intermediación del miedo? Lo fundante está en lograr preguntar las cosas de manera original, en saber formular las preguntas. Un problema bien definido deja de ser un problema.

Paradójicamente, en lo contemporáneo hay una disparidad entre lo sutil en algunos niveles y lo grosero en otros, conviviendo además sin aparente dificultad. Pareciera que razonar está más dirigido a justificar que a descubrir. Existe una falta de propensión social por la veracidad, una falta de ánimo institucionalizado. Tal vez sea ésta una más de las razones de la declinación de nuestra sociedad. Y lo que da zozobra es que el discurso opuesto es en muchos casos épicamente conservador, y por miedo a no parecer conservador se termina en situaciones de liviandad. Entiendo que por lo menos hay que animarse a correr el riesgo, sobre todo si la actividad que uno desarrolla es constitutiva de la entidad social, como lo es la actividad artística.

Ejercitar una sexualidad es como pensar la vida, el artista se aproxima a ella por caminos aparentemente secundarios, tal vez porque es inabordable de frente, como una gran ola. Otra definición posible de escultura dice que realizarla hace sentir la presencia de lo grávido. La escultura supone un hecho erótico, es una revelación que provoca un extrañamiento, una percepción de desarraigo.

La muestra antológica de esculturas de Omar Estela se puede ver en el Palais de Glace, Posadas 1725, hasta el 3 de junio.

* Escultor. Texto incluido en el libro Esculturas-Omar Estela, distribuido en estos días por Asunto Impreso.

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