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Martes, 19 de febrero de 2013

PLASTICA › PARANá RA’ANGA, EN LA FUNDACIóN OSDE Y EN EL CENTRO CULTURAL DE ESPAñA EN BUENOS AIRES

Expedición científica y evocaciones

La exposición es el resultado de la expedición científica y cultural realizada en 2010, que zarpó de Buenos hacia Asunción y contó con la participación de artistas, científicos y pensadores de Argentina, España y Paraguay.

 Por María Teresa Costantin *

Un apunte sería, para alguien que escribe (o realiza la curaduría de una exposición) algo así como el boceto para un artista: las primeras líneas desde donde se piensa un proyecto, el incipiente esquema que ordena o dispara ideas. Al menos es en ese sentido en el que pensamos estas líneas: como pistas ordenadoras para los visitantes, pero también como un papel desde donde quedaron plasmadas preguntas, dudas (muchas no resueltas) y desde donde comenzó a tomar cuerpo nuestro propio trabajo.

Convocados por Martín Prieto y Graciela Silvestri para la curaduría de la exposición Paraná Ra’anga, fuimos colocados frente a un desafío sumamente estimulante: la exhibición de los resultados de una expedición. La idea remitía tanto a las publicaciones ilustradas de los viajeros como a las exposiciones universales del siglo XIX y, en ese sentido, el proyecto corría el riesgo de deslizarse muy rápidamente hacia un enciclopedismo ordenador. Estábamos, por otra parte, frente a un dato inmodificable: no habíamos formado parte de la expedición, y la selección de nuestros expos, los objetos a exhibir, se asentaba básicamente en el relato de los expedicionarios, en la experiencia de otros (diferente, además, en cada uno) y en cómo exponerla y hacerla visible para otros que tampoco la habían transitado.

Si la exposición fue para los organizadores un cómo hacer públicos los resultados del viaje, a nosotros la desventaja de no formar parte de él nos recolocaba en un lugar de privilegio relativo, como mediadores entre la experiencia de los expedicionarios y lo que el público recibiría. Nuevamente nos reaparecían así otras experiencias del pasado: el lugar del que cuenta en lugar de otros. Su resultado sería inevitablemente una interpretación, pero nos señalaba también los límites. Por otro lado, disímil, como toda experiencia, la producción resultante del viaje debía, por cuestiones obvias, restringirse a lo hecho hasta hoy, a lo visible al momento de realización de la exposición. Sabemos, sin embargo, que gran parte de aquella experiencia, la intensidad de lo vivido, es casi imposible de transmitir y seguirá operando durante largo tiempo en quienes la vivieron. Muchos de sus resultados no podrán ser materializados o, más exactamente, no podrán ser mensurados de forma material.

La exposición se organiza, entonces, sobre dos aspectos centrales: la producción de los expedicionarios artistas y, en menor medida, los saberes y problemas aportados por el resto de los viajeros. Es evidente que no se pretende dar cuenta en este último aspecto de todos los temas y debates transitados, sino enunciar, señalar, dejar abiertas preguntas y cuestiones que aparecen tanto en el relato de algunos de los participantes como en los escritos producidos por ellos para el libro Paraná Ra’anga u otras publicaciones y que ponen en evidencia las múltiples posiciones asumidas.

Como es sabido, una muestra es el momento y el lugar en los que determinados objetos son presentados al público. Un gesto simple y complejo a la vez, porque esa especie de producción cultural que son las exposiciones da cuenta de la complejidad de la época, de sus tendencias culturales y artísticas, y sostiene o construye discursos que participan, a su vez, de la definición del perfil de esa época. La especificidad del trabajo de la exhibición en sitios determinados y la producción de información y sentido desde ese despliegue espacial colocan a toda exposición como un lenguaje visual que involucra otros modos de apropiación/percepción. Se trata, en este caso, de la experiencia singular de un viaje, y la muestra intenta transmitirlo a la vez que se construye, ella misma, como un recorrido de (y en) cada espectador. Un tiempo y espacio propios, la suma de una nueva experiencia que elabora el visitante y que provocará quizás, con espíritu romántico, el deseo de otros viajes.

El viaje, el río, el tiempo, el paisaje, el cielo, la huella del hombre han sido abordados por artistas visuales, músicos y literatos (de alguna manera estetizados) y también han sido sometidos a revisión crítica, a veces con posiciones encontradas, por los diferentes miembros de la expedición, incluidos los artistas.

El montaje camalote adoptado en ciertas zonas de la exposición es una noción tomada de Andrés Loiseau (incluye también conceptos de instalación de obra de otros artistas), pero sobre todo perpetúa una forma que reaparece, bajo diferentes lenguajes, en la memoria del viaje. El espacio/tiempo transitado es vivenciable en los cambiantes paisajes, en el color, en la brumosa morosidad de las imágenes. Modos de continuidad de la expedición que se reinauguran, ahora, en cada puerto de la itinerancia que desciende el río.

Finalmente, si en la base del proyecto institucional estuvo el tema de “poner en foco la región, en términos geográficos y culturales, corredor cultural, por sobre las fronteras políticas”, la exposición misma aspira a formar parte de la construcción de ese corredor.

* Directora del Espacio de Arte de la Fundación OSDE y curadora de la exposición. Texto de la muestra itinerante. Luego de su inauguración en Asunción y su paso por Corrientes, Santa Fe, Rosario y Reconquista, la muestra finaliza su recorrido en Buenos Aires. También se exhibe en las cedes del Centro Cultural de España en Buenos Aires, Florida 943 y Paraná 1159, hasta el 13 de abril.

Expedicionarios y becarios

Los expedicionarios fueron: Martín Prieto, escritor; Graciela Silvestri, arquitecta e historiadora; Lía Colombino, museóloga; Miguel Aguiló Alonso, ingeniero civil; Fernando “Coco” Bedoya, artista visual; Solano Benítez, arquitecto; Oscar Edelstein, músico; Jorge Fandermole, músico; Ignacio Fontclara, cocinero; Sergio Forster, arquitecto; Alejandro Gangui, astrofísico; Daniel García, artista visual; Daniel García Helder, poeta; Susana García, antropóloga; Laura Glusman, artista visual; Santiago González Alonso, ingeniero de montes; Pere Joan, historietista; Mariano Llinás, cineasta; Andrés Loiseau Lazarte, artista visual; Francisco López, ruidista; Bartomeu Melià, etnolingüista; Mónica Millán, artista visual; María Moreno, cronista; Irina Podgorny, antropóloga; Carlos Reboratti, geógrafo; Milda Rivarola, historiadora y socióloga; Félix Eleazar Rodríguez, artista visual; Soledad Rodríguez, cineasta; Guillermo Sequera, antropólogo; Gabriela Siracusano, historiadora de arte; Joan Subirats, economista y politólogo; Claudia Tchira, arquitecta; Facundo de Zuviría, fotógrafo. Los becarios: Agatha Bóveda Aguirre, Eugenio Monjeau, Emilio Nasser, Mariana Oeyén, Anna Subirats y Pablo Vena.

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Llueve. Es de siesta, 2011, de Mónica Millán. Técnica mixta de 89 x 124 cm.
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