PLASTICA › A DOS SEMANAS DE LA MUERTE DE ENIO IOMMI
Los recuerdos cercanos de la artista “ahijada” y de la
galerista del gran escultor muestran la libertad, el humor,
la exigencia, los desafíos y la generosidad del maestro.
“Adiós a una época”: así se llamó una muestra de Enio Iommi de los años setenta donde anunciaba su cambio estético: de las formas depuradas y esbeltas de los años cincuenta, a las formas de la realidad que lo atravesaban, con la dictadura militar. También fue un acto de valentía y renuncia a la comodidad estética, cuando con auténtica convicción dejó su cargo de académico, sin especulaciones de poder, con la libertad de reconocer un proceso que ya no lo representaba. Así fue como se manejo éticamente en su carrera de artista, sin concesiones; yo pude ser testigo de esta conducta que siempre admiré.
Ahora se trata de un adiós a su persona y a una época, que me tocó compartir, ya que el destino quiso que las familias se unieran. Mi hermano Leonardo se casó con Claudia, la hija de Enio, y así mi relación con él resultó en una relación del arte y de la familia. Para nosotros, la vida cotidiana y el arte están indisolublemente unidos. Voy a hacer una breve síntesis de esos años felices de compartir el arte y la vida con quien desde entonces fue como un nuevo, otro padre, para mí.
Conocí a Enio en los años ochenta, yo cursaba entonces mi último año en la Escuela Prilidiano Pueyrredón, que en ese entonces no tenía mucha conexión con la escena artística local y del arte contemporáneo. Para mis 23 años y mi espíritu romántico, conocerlo a Enio fue revelador, como una revolución. Pero no fue fácil. Recién recibida de profesora de Bellas Artes, sentí que tenía que aprender un nuevo camino, casi desde cero, con la angustia que lleva el recomenzar. Enio me ayudaba sugiriéndome con quién perfeccionarme: afortunadamente me iba acompañando en el derrotero, le estoy por eso muy agradecida.
Sólo el escucharlo resultó un aprendizaje-enseñanza privilegiado. Me acostumbré a sus críticas demoledoras, a veces sarcásticas, porque él decía lo que pensaba, con frases cortas y enfáticas, tales como “esto no es arte, es decoración”. Y aunque yo trabajé luego con la decoración como lenguaje o materia prima que es casi lo opuesto de su metodología, él alentó y respetó mis decisiones. Y si en Iommi predominaba la tendencia crítica, también poseía la capacidad de aceptar y apreciar lo diferente y lo nuevo.
Así fue que con gran generosidad en 1987 reunió a un grupo de artistas jóvenes que iniciaban su derrotero. Formó entonces el “Grupo de la X”, del cual tuve la alegría de ser parte. Nos ayudó a organizarnos siguiendo el modelo que él había vivido en su juventud con el grupo Arte Concreto en Invención, en el que durante largas horas se discutía sobre estética. Nos transmitía las bondades del encuentro, del acto de reunirse, de ir contra el conformismo o la comodidad y el éxito, nos incitaba a trabajar en transformar la realidad, y en la discusión reflexiva y crítica.
El humor crítico e irónico –características principales tanto de su vida como de sus obras de arte– resultan ser el emergente vital de una trayectoria que se desarrolló en constante renovación.
Hoy nos toca despedirlo también como el adiós a una época: se fue un gran artista y una persona muy querida. Adiós a la cotidianidad con Enio Iommi y a los viajes en su compañía y en familia. Nos lega su espíritu aventurero, divertido, gruñón, creativo, lleno de recorridos incansables, ávido por descubrir nuevos mundos cada domingo, desde pasear por los cementerios y descubrir un mármol caído, o ir a Rosario a ver tal escultura de Fontana, siempre con la curiosidad en primer lugar...
Nos deja también su extraordinaria capacidad de combinar con refinamiento estético y una simpleza fresca y directa todo aquello que se tiene a mano. Así como le gustaba barrer la vereda de su casa de Palomar, creo que también quería barrer las convenciones...
Por su espíritu libre y su legado, muchas gracias Enio Iommi, te extrañaremos.
* Artista plástica.
Fue un ser libre, una persona muy inteligente y también un irreverente. Llegaba al extremo de decir que, si no hubiese sido un artista, le hubiera gustado ser un linyera.
Cuando Enio Iommi comenzó a trabajar en escultura no tenía más de veinte años. Se convirtió rápidamente en el más prestigioso escultor argentino. Realizó la primera escultura abstracta en 1945. No es erróneo calificar a Iommi como el primer escultor abstracto, con amplia y continuada trayectoria en el país.
Pero en los años sesenta rompió con la estética del concretismo. La muestra Adiós a una época marcó su inicio en el arte del objeto ensamblado.
Desde entonces Iommi se inclinó decididamente hacia una forma de expresión muy particular y alegórica de tratar el tiempo que le tocó vivir, utilizando materiales diversos, como adoquines de granito, alambres retorcidos, maderas, piedras, mármoles, metales y pintura industrial.
Luego enuncia la destrucción y expresa un presente complejo, lleno de asechanzas de todo tipo, con sugerencias lúdicas, irónicas y narrativas.
Para mí fue un honor tenerlo como artista de la Galeria del Infinito durante tantos años. Siempre venía a visitarnos para hablar de su trabajo con propuestas para las próximas exposiciones. Cuando analizábamos sus ideas luego nos sorprendía con lo brillante que era en sus realizaciones.
Fue muy generoso: abría las puertas de su taller para todos sus alumnos y a su vez ellos lo ayudaron en todo momento.
Fue muy alegre y amigable, y tenía una energía fuera de lo común. Venía siempre acompañado por su esposa Zusset, quien lo apoyó en todas sus hazañas y sus osadas actividades.
Daba clases de arte, comía con sus alumnos y a cualquier hora de la noche se lo veía tomando café en los bares de Buenos Aires. Seguirle los pasos era agotador. Ha asistido a las últimas manifestaciones populares caminando con su bastón hasta altas horas de la noche.
Compartía las exposiciones con otros artistas, con Clorindo Testa, su gran amigo, con Arden Quin, porque le encantaba establecer diálogos entre las obras.
Una vez se le ocurrió hacer algo distinto invitando a diez coleccionistas, galeristas y amigos, con la idea de jugar un poco: “¿Quién le pone los brazos a la Venus del Milo..?”.
Cuando cumplió 80 años me pidió hacer una fiesta en la galería, con todos sus amigos, parientes, alumnos y todo el que quisiera ir.
En una de sus últimas muestras invitó a compartir el espacio a una alumna que realizó una instalación en el patio de la galería.
La última exposición que presentó en la Galeria del Infinito fue en el año 2011.
Su amistad y su profesionalismo me han permitido conocer a uno de los artistas más brillantes de la Argentina. Lo voy a extrañar enormemente: sus llamados, sus exposiciones, sus ocurrencias y sus sensaciones, y especialmente su particular ejercicio de la libertad.
* Directora de la porteña Galería Del Infinito.
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