PLASTICA › “TERRITORIOS DE DIALOGO” EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA
Arte y política en obras de grandes artistas de España, México y la Argentina: Picasso, Miró, Dalí; Rivera, Kahlo, Siqueiros; Berni, Forner y Spilimbergo, entre muchos otros.
› Por Fabián Lebenglik
En 1912, a las puertas de la Primera Guerra Mundial, un grupo de artistas europeos decidió publicar un “Almanaque” –bajo el nombre El jinete azul– que reunía artículos, poemas, partituras, aforismos y reproducciones de imágenes, con sus propuestas estéticas y artísticas. A la cabeza de ese grupo estaba el pintor y teórico Wassily Kandinsky, uno de los fundadores del abstraccionismo en particular y del arte del siglo XX en general. El grupo estaba integrado también por Paul Klee, Franz Marc, Arnold Schoenberg, Robert Dalaunay, Henri Rousseau y August Macke, entre otros. No es casual que Kandinsky tuviera tres nacionalidades (rusa, alemana, francesa), porque una de las condiciones de existencia de El jinete azul fue el internacionalismo. La otra condición fue la propuesta de desaparición de las fronteras artísticas y geográficas. Artistas de todas las disciplinas y nacionalidades proponían un frente común a partir del cual defender “las formas puras del arte”, ante una Europa que estaba más cerca de las armas que de las artes. Aquellos “jinetes” postulaban un principio general: “Cuanto más terrible es el mundo, más abstracto es el arte”. Por eso abominaban del realismo, hablaban del arte como artificio y proponían el gesto antimimético de los artistas frente a la realidad: estaban saturados de la tecnología y el maquinismo y sugerían que las cosas debían verse desde adentro. Ante un capitalismo en quiebra y dispuesto a ir a la guerra, este grupo de artistas discutía sobre el capital simbólico y los bienes no materiales. Kandinsky publica en ese momento su célebre y elocuente De lo espiritual en el arte. El modelo artístico era la música, porque “la relación del arte con el lenguaje articulado es nula”, según decía Schoenberg en ese “Almanaque”. Proponían otra lógica y otras reglas, fuera de cualquier correspondencia externa y más cerca de establecer relaciones internas a través de determinados elementos compositivos. Contra la exterioridad como referencia, ellos preferían la interioridad. La única manera de ver las cosas desde adentro era la abstracción artística. El jinete azul terminó con el inicio de la guerra donde varios de sus jovencísimos integrantes murieron en las trincheras.
Como un espejo invertido, el movimiento artístico que propone “Territorios de diálogo” en el Centro Cultural Recoleta supone el gesto estético contrario por parte de una larga serie de artistas españoles, mexicanos y argentinos de los años ’30 hasta el ’45. Si bien aquí también hay una red de artistas en contacto –mediante exilios y migraciones forzados–, que defienden el internacionalismo y la disolución de fronteras para luchar contra el fascismo, la respuesta artística se agrupa alrededor de los distintos realismos y su variante surrealista.
La muestra Territorios..., que incluye alrededor de un centenar y medio de obras de casi 80 grandes artistas de España, México y la Argentina, está en línea con célebres exposiciones que recortan y reivindican los realismos, como aquella curada por Jean Clair en el Pompidou a comienzos de los años ochenta, bajo el título Les Realismes y con la reciente Mímesis –que toma como texto faro el portentoso ensayo homónimo de Erich Auerbach–, curada por Tomás Llorens (y exhibida entre fines del año pasado y comienzos de éste), sobre los realismos en Europa, Estados Unidos y América latina, desde 1918 a 1945, exhibida dos sedes: el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja, de Madrid.
A pesar de que en tiempos conservadores como los actuales conviene sospechar de la reivindicación del realismo y de quienes buscan que todo arte sea comprendido claramente por todos en todo momento, como si no hubiera componentes oscuros, oblicuos y de difícil comprensión; como si no hubiera restos no interpretables, el propósito de Territorios de diálogo no es desplazar y eludir las dificultades y los conflictos sino, precisamente, sumergirse en ellos, mostrando cómo las artes visuales anticiparon, acusaron el golpe y denunciaron la violencia, la guerra y el fascismo, reaccionando ante ellos. Del mismo modo, en esta muestra no se defienden los realismos contra las vanguardias sino que, en todo caso, muchas veces se los toma como una amplia categoría estética que todo lo absorbe, incorpora, reelabora y condensa, incluidos los legados vanguardistas.
El motor de Territorios de diálogo es la argentina Diana Wechsler –a quien se debe el proyecto original–, doctora en artes e investigadora del Conicet, cocuradora de la muestra junto con el español Jaime Brihuega y la mexicana Rita Eder. El punto de partida teórico es la investigación que Wechsler desarrolló con una beca posdoctoral del Getty Grant Program (1999-2000).
En el caso de Territorio de diálogo, pareciera que al revés que en Kandinsky, cuanto más terrible es el mundo, más realista se vuelve el arte. Claro que las relaciones entre arte y sociedad no se plantean necesariamente de un modo evidente sino, también, a través de articulaciones muy elaboradas. La idea de “diálogo” no es sólo una matriz teórica, ni una postulación retórica, porque resulta visible en el entramado visual, donde cada pieza dialoga con sus vecinas y con el conjunto. Pinturas, grabados y fotografías establecen idas y vueltas desde el montaje. Se pueden ver genealogías y series, aires de familia, interrelaciones, contaminaciones estilísticas, sutiles sincronías, notorias tensiones y productivas disrupciones.
La exhibición incluye obras de los argentinos Antonio Berni, Juan Batlle Planas, Raquel Forner, Grete Stern (germano-argentina), Horacio Coppola, Lino Enea Spilimbergo, Demetrio Urruchúa, Annemarie Heinrich, Pompeyo Audivert, Víctor Rebuffo y Guillermo Facio Hébecquer, entre otros.
Entre los mexicanos se menciona a David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco, Leonora Carrington, Roberto Montenegro, Gunther Gerzso, Rufino Tamayo y Antonio Ruiz.
Entre los españoles, Pablo Picasso, Joan Miró, Alberto Sánchez, Salvador Dalí, Antonio Rodríguez Luna, Nicolás de Lekuona, Joan Massanet, etcétera.
Entre los españoles exiliados en México y Argentina: Maruja Mallo, Manuel Colmeiro, Luis Seoane, Enric Climent, Aurelio Arteta, José Moreno Millá y Josep Renau, entre otros.
La exposición Territorios de diálogo, entre los realismos y lo surreal-España, México, Argentina 1930-1945 establece relaciones complejas y productivas entre arte, política, sociedad, representación, compromiso, internacionalismo, modernidad, casi como contrapunto del período de las vanguardias. La muestra es tan ambiciosa como rigurosa en sus planteos y compleja en los sistemas de relaciones que establece. Es una exposición pensada en redes de sentido, tanto en su propuesta como en su realización. Entre otras cosas la exposición demuestra que los artistas de aquellos tres lustros establecieron redes mucho antes de que el concepto de red hiciera eclosión por vía de la tecnología.
“Las obras de artes plásticas pasaron a ocupar lugares nuevos –escribe la curadora argentina– pues fue preciso ensayar otros modos de representación y construir imágenes de urgencia ante una realidad problemática que así lo demandaba. Una realidad atravesada, además por un replanteo, a diferentes niveles, del proyecto moderno.”
“Recorrer y contrastar las producciones de los artistas elegidos –sigue Wechsler– permite recuperar aspectos desconocidos de los procesos de intercambio, circulación y selección de saberes estéticos y artísticos durante un momento clave de la modernidad. Así, se busca sondear el pasado histórico artístico más allá de la glamorosa superficie de las historias de las vanguardias y poner el acento en los activos procesos señalados.” Para matizar el glamour, el comienzo de esta nota, ex profeso echa mano de una historia trágica de la primera vanguardia. En el marco de la exposición se publicó un excelente catálogo de 320 páginas, con lúcidos textos –y gran cantidad de ilustraciones– de los tres curadores y de otros siete especialistas españoles, mexicanos y argentinos.
Territorios... es una muestra itinerante que llevó tres años de investigación y preparación. Comenzó en el Museo Nacional de Arte de México DF (Munal) y luego de ser exhibida en Buenos Aires, pasará al Museo Caraffa de Córdoba. La exposición se pudo organizar gracias al apoyo de la Fundación Mundo Nuevo y el Centro Recoleta –de Buenos Aires–, el Munal y la Fundación “Rafael Botí” de Córdoba, España.
(Centro Recoleta, Junín 1930, de martes a domingos, de 10 a 21, hasta el 16 de julio.)
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