PLASTICA › PINTURA POST POST EN EL ESPACIO DE ARTE DE LA FUNDACIóN OSDE
La muestra que se inauguró la semana pasada con curaduría de la artista plástica Cristina Schiavi, y que incluye once pintores y pintoras, reafirma el lenguaje pictórico e indaga en la relación entre los artistas y sus obras.
› Por Fabián Lebenglik
“Pinturas post post –explica Cristina Schiavi, curadora de la muestra– es lo que hacen un grupo de artistas que gotean, acarician, arrastran, violentan la materia, sin un plan previo, reafirmando el pensamiento de Willem de Kooning respecto del contenido de sus trabajos ‘como algo minúsculo, minúsculo; un esbozo de algo, sólo un comienzo.”
Esa condición de indeterminación expresiva, de violencia creativa, de estallido de la imagen, es notoria cuando comienzan a verse las obras incluidas en la muestra, apenas se suben las escaleras de acceso a la gran sala de exposiciones.
La exhibición incluye obras de Juan Astica, Carlos Bissolino, Sofía Bohtlingk, Delfina Bourse, Jorge González Perrin, Victoria Musotto, Luis Felipe Noé, Hernán Salamanco, Susana Saravia, Juan Tessi y Paola Vega.
La curadora otorgó espacios generosos a cada artista, con lo cual la enorme sala ofrece al visitante un mapeo en donde a cada uno de los expositores le corresponde un sector del que se apropia. De modo que cada espacio individual constituye una afirmación muy personal acerca de la pintura. También hay un espacio dedicado a la interacción entre varios de los participantes.
La selección (que agrupa a artistas que van de los 30 a los 81 años) responde al gusto de Schiavi, quien continúa diciendo: “En sus obras vemos pinturas, pero presentimos un cuerpo en acción. Vemos pintura y percibimos la relación con el pasado sin invocarlo. Vemos pintura revitalizándose a través de diferentes formatos, al mismo tiempo que se manifiesta su deconstrucción”.
Es evidente el modo en que cada artista le pone el cuerpo a la obra. En este sentido, la muestra viene a combatir de manera explícita lo que Yves Michaud califica como “un arte en estado gaseoso” cuando habla de estos tiempos. Como contrapartida, aquí se proponen el estado líquido de la pintura combinado con el estado sólido del cuerpo.
Parte de la potencia visual de estas obras es la intuida presencia del cuerpo de cada artista: del gesto, de la actividad física frente a su objeto, del trabajo como despliegue de energía; del pensamiento en acción, que no responde tanto a un plan sino más bien a una lógica del hacer, de camino hecho al andar. En esa misma lógica, la acción de pintar y los gestos asociados o derivados serían anteriores a toda reflexión. Y en el caso de haber alguna simultaneidad, sería el propio gesto el que supone un modo particular de pensamiento activo.
Como dice el curador, crítico de arte y docente universitario Jorge Zuzulich en el catálogo de la exposición, cuando responde la pregunta ¿Cómo ver Pintura post post?: “Como la instantánea de un momento en donde la pintura se derrama, en tanto disciplina, invadiendo otros territorios, dislocándolos, alterando los relatos de esos campos artísticos ligados a la imagen”.
Junto con el impacto expresivo que supone la exposición, también resulta notorio el afán expansivo en el que la pintura se excede a sí misma en una versión ampliada. No sólo hay pinturas de todos los tamaños en las paredes (hasta llegar a la pintura mural), sino también se expande por el piso y luego toma volumen, transformándose en objeto. De la pintura se pasa entonces a lo pictórico, como categoría inspiradoramente excesiva e invasiva, que avanza gracias al gesto de ocupación (artística, estética) al que recurren varios de los convocados en esta exposición.
En cuanto a la relación de cada uno de los participantes con su propia obra, y de acuerdo con el orden de los sectores que ocupan en la sala, uno a uno van dando sus claves personales:
Susana Saravia cita a Leonora Carrington: “El mundo que pinto no sé si lo invento yo, creo que más bien es ese mundo el que me inventa a mí”.
Sofía Bohtlingk afirma: “Entonces Lucrecia me dijo: ‘Si en la pintura se puede ver el cuerpo enfrente, haciendo los movimientos, las repeticiones, ya las esculturas de cemento se vuelven cuerpo mismo. Hay una transformación’”.
Delfina Bourse: “Lo que queda. La pintura sucede entre las acciones que la van generando. Gestos, trazos, líneas, algunos planos. Pequeños momentos, partes de un devenir de algo que aún no tiene forma y que tal vez nunca la tenga, un continuo hacerse”.
Hernán Salamanco: “Llegando al barrio de La Boca en el colectivo desde San Cristóbal, caminábamos con Blo hasta el puente Avellaneda. En la base había un hombre con un bote de madera despintado. Ofrecía el servicio de cruzarte hacia la otra orilla. Remaba sin prisa esparciendo todo lo que flotaba. Basura, madera, algas, restos de embarcaciones, peces, cámaras de autos. Todo era negro. Negro profundo, flotando en un agua negra y espesa. El nauseabundo olor, que se manifestaba cuadras antes de llegar, no era un escollo para mí. Yo esperaba ansioso volver a ver esa superficie nuevamente. Negra y brillante. Hipnótica”.
Carlos Bissolino: “El acto de crear una obra pictórica deviene la sustancia de la obra misma, su forma, aunque en una acepción nueva del término. El motivo último de la realidad está en su proceso y no en su objetivo”.
Juan Tessi: “El proceso de estas obras somete la tela y los materiales tradicionales de la pintura a otras posibles formas de trazo y línea. Construidas desde su dorso, en capas, e insistiendo en acotar la gestualidad de la mano. En una suerte de ejercicio pendular de descontrol y orden. Pensando en el óleo y su capacidad de penetración sobre distintos campos. La estetización del proceso. Las condiciones mínimas para que se manifieste una pintura”.
Paola Vega: “Me interesa la relación de la pintura con el tiempo. Su temporalidad. La relación misma con la historia. Me interesa indagar acerca de las diferentes instancias de visualización de las pinturas, tanto en sus aspectos y formatos conocidos, como todos aquellos que componen una historia no oficial”.
Victoria Musotto cita a Florencia Braga Menéndez: “La artista se encuentra y se pierde, la ola la da vuelta, dibuja y borra, y en el registro matérico del dripping se esconden, se prenden como pequeños artrópodos, como bichitos de mar, como cáscaras óseas de personajes devenidos arqueología de su propio cuento, los minúsculos dibujitos que la ola descubre incidentalmente”.
Juan Astica: “Pintar tiene algo de quijotesco, una empresa prácticamente imposible, en la que cada artista se arma de las estrategias necesarias para poder abordar esa extraña pasión. Me he pasado largo tiempo tratando de inventar las mías y las encuentro muy parecidas a las de un músico que vuelve a tocar una y otra vez la misma pieza o que improvisa sobre ella, buscando un sonido, en el que ‘lo mismo’ reaparezca como algo nunca antes escuchado”.
Jorge González Perrin: “Cuando realicé mi primer cuadro de la serie Construir la destrucción, en el año 2001, y tenía la obra ‘terminada’, le arrojé una aguada color verde; allí comenzó una serie sobre esas manchas invasoras que sólo dicen cuando tapan otras significaciones”.
Luis Felipe Noé: “Para hablar de mi trabajo quiero representarlo como alguien que está en una estación de tren y saca un pasaje para ir a un lugar que no conoce. El lugar para el que saqué pasaje es la estación Caos. ‘Caos’ en general se entiende como un superlativo de desorden. Orden y desorden son categorías estáticas. En cambio ‘Caos’ es una categoría temporal: trato de entender todo eso que en segundos se transforma”.
* En Suipacha 658, hasta el 2 de mayo.
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