Vie 15.05.2015
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PLASTICA › OLFATO, EN TIEMPO Y LUGAR, LA MUESTRA DE LUIS FELIPE NOE EN EL C. C. HAROLDO CONTI

Múltiples miradas de un artista esencial

La muestra en la ex ESMA habilita diferentes modos de vincularse con el trabajo de Yuyo. Y va de obras de gran porte como Esto no tiene nombre III a la notable serie de ilustraciones que realizó en Página/12 sobre Memorias del fuego, de Eduardo Galeano.

› Por Andrés Valenzuela

Noé busca los elementos esenciales que cada texto de Galeano exige para construir sentido.
Imagen: Sandra Cartasso.

Pocos artistas llevan adelante una obra tan coherente a lo largo de más de medio siglo de producción. Pocos, además, consiguen pensar y representar a través de la plástica la historia de su país y el mundo. Pocos como Luis Felipe Noé, o Yuyo, como prefiere que lo llamen. Por todo eso es particularmente significativo que Yuyo exponga en el Centro Cultural Haroldo Conti (Av. del Libertador 8151), que antes fue la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, escenario indispensable para el horror de la última dictadura militar, sobre el que el propio plástico ya advertía en su obra Esto no tiene nombre III, que además forma parte de la exhibición. En esa pieza notable se ve un águila refulgente y feroz atravesando los cuerpos de hombres partidos, engullidos por un río de negrura y verde oscurísimo.

La muestra se llama Olfato, en tiempo y lugar y si bien oficia de gran exposición retrospectiva, también celebra los cincuenta años de Antiestética, suerte de tratado en el que Yuyo formalizó sus tempranas reflexiones sobre la práctica artística. Pero, además, la muestra tiene un sector destacado que los lectores de Página/12 sin duda reconocerán: se trata de la serie de ilustraciones en acrílico, tinta china y corrector líquido que el artista realizó entre 2008 y 2009 para acompañar la serialización en fascículos de Memorias del fuego, de Eduardo Galeano, que acompañó a este matutino cada semana. Verlos sobre las paredes, reunidos y ordenados en subseries, permite apreciarlos nuevamente. Encontrarlos en el contexto de medio siglo de producción de Noé impulsa a integrarlos en el desarrollo y a conectarlo con el resto de su obra. Al ver el conjunto de trabajos no queda más que preguntarse, ¿quién más adecuado que él para hacerlo?

La serie de Memorias del fuego está compuesta por cantidad de piezas de 30x20 centímetros y ese pequeño formato contrasta notoriamente con las obras de gran tamaño que dominan la exposición. Este formato pequeño y de dimensiones regulares obliga al visitante a acercarse a las paredes, lo que de por sí establece una relación distinta con el objeto-obra, mucho más cercana e íntima. Esto, además, resulta apropiado para una creación pensada para formar parte de textos literarios: con el libro y el diario, en su dimensión de papel, se establece un contacto que incluso es físico. En la exposición, esta intimidad está presente antes que en ninguna otra obra.

Otro rasgo distintivo de esta serie pasa por el planteo gráfico que realiza Noé. Su obra en general está repleta de detalles. Cada cuadro de grandes proporciones obliga a observarlo detenidamente y durante largo rato. Cada expresión de los rostros que aparecen en ¿A dónde vamos? O Presente (de 1964) pide ser estudiada con detenimiento. Difícil comunicación, de 1989, incluso reclama verse también en su reverso porque en ella Yuyo no se conformó con el lienzo, sino que ocupó además su reverso y hasta las maderas que lo sostienen. Pero en los dibujos de Memorias del fuego, además de volver sobre la línea (que se intuye en sus otros trabajos, pero queda disimulada bajo los materiales y las texturas), Noé busca los elementos esenciales que cada texto de Galeano exige para construir sentido. Un montón de pañuelos blancos y un único reclamo de “aparición con vida” es todo lo que necesita una ilustración, por ejemplo, o un trabajo sutil de la ropa sobre el cuerpo de un habitante originario antes y después de la conquista europea. Además, aquí adquiere una dimensión determinante la presencia de la multitud: las cholas de pie, con sus manos juntas, el montón de cuerpos apiñados en una plaza, los rostros observando al hombre prendido fuego. Finalmente, entre estas planchas hay otros dos ejes temáticos importantes: la conquista en la que Europa aportó al continente americano su propia barbarie y la serie en que Noé trabaja con mapas continentales, graficando la relación de Estados Unidos con los países latinoamericanos.

Es en estos dos ejes donde más se advierte la relación del trabajo en torno de Galeano con la obra de su exclusiva concepción, pues ambas se anclan en una reflexión sobre la historia. Es cierto que Galeano trabajaba más sobre el pasado y Yuyo se enfocó casi siempre en su presente, pero no deja de haber coincidencias notables. Por ejemplo, las “naturalezas” que se exhiben en la exposición no tienen nada de los ejercicios con frutas que se proponen en los talleres para desarrollar técnica en los principiantes, ni en las que usan los vanguardistas para mostrar el enfoque de su corriente. Las naturalezas de Noé están vivas, son verdes y continentales, tienen la frescura y los dolores de la tierra y, sobre todo, no olvidan dónde nacieron.

La curaduría de Cecilia Ivanchevich, además, propone algunos diálogos interesantes en la obra del propio Noé. Traza, por ejemplo, una ligazón entre la mencionada ¿A dónde vamos... con Al día de hoy, de 2014. Entre una y otra median 50 años y dos importantes obras escritas del mismo artista. En una misma pared se advierten dos lecturas diametralmente opuestas del presente argentino. De un lado, las figuras son grises y sus rostros crueles, casi excitados por un dolor que queda fuera de cuadro. En la más actual, los colores cambian, son vibrantes y hasta fluorescentes, por momentos, y los espacios de negro ya no dominan, sino que son invadidos por la luminosidad de los rostros y las ráfagas de movimiento.

Otro diálogo reúne contra una de las paredes laterales dos obras de 1989: Extraña relación santidad-demonio y El poder y su base, donde se advierte la preocupación del artista por la permanencia de elementos de la última dictadura en distintos sectores de la sociedad (en particular, claro, en la Iglesia Católica y el establishment económico).

Pero además de la obra de Noé, Olfato introduce otro elemento, que es la participación del Laboratorio Interdisciplinario de Arte, que coordinan desde 2011 la curadora Ivanchevich y Diego Romero Mascaró. Ellos, junto con otros artistas visuales (Silvia Katz, Julio Lascano, Mónica Milán, Elena Nieves y Eduardo Stupia), sonoros (Martín Liut, Hernán Samá y Juan Pedro Torresani), la audiovisual Melisa Aller y el fotógrafo Ezequiel Díaz Ortiz, realizaron una intervención durante el día de la inauguración de Olfato, que quedó registrada en un video que se proyecta de continuo en la sala y en una extensa mesa sobre la cual todos improvisaron. El desborde de sentidos se entiende mejor a partir de un texto que el propio Noé publicó en Noescritos sobre eso que llamamos arte: “La gente cree que el dibujo es nominal porque llega a nombrar cosas, porque dibujar un vaso es como decir ‘vaso’, pero en realidad la estructura del dibujo, como en todas las artes plásticas, es casi musical”.

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