Mar 05.09.2006
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PLASTICA › MUESTRA ANTOLOGICA Y LIBRO DE DUILIO PIERRI

35 años de pinturas audaces

Una muestra y un libro consagran la trayectoria artística de uno de los grandes pintores argentinos. Obras de imagen desaforada y caótica donde el color pugna por el desborde.

› Por Fabián Lebenglik

Se acaba de inaugurar una muestra antológica de Duilio Pierri en la galería Zavaleta Lab. La exposición reúne pinturas que van de los años setenta hasta el presente y fue el marco para el lanzamiento del libro Duilio Pierri, obra 1970-2006, de Ediciones Larivière, compilado por Alberto Petrina.

“Pocos artistas –escribe Petrina en el texto introductorio del libro– pueden mostrar entre nosotros una tendencia tan afilada y un gusto tan seguro y personal, que lo conduce al riesgo de alianzas y combinaciones cromáticas no aptas para indecisos. Sus metas como pintor se sitúan siempre hacia delante, lanzadas varios cuerpos más allá de los límites que marca la prudencia o la costumbre.”

El libro y la muestra (aunque breve y de cámara) tienen un carácter consagratorio, en relación con la trayectoria y la madurez artística del pintor.

Duilio Pierri (Buenos Aires, 1954) es hijo de los pintores fallecidos Orlando y Minerva Pierri, con quienes comenzó su formación, y nieto de Juan José Daltoé. Por la casa taller de sus padres pasaban Emilio Pettoruti, Raquel Forner, Raúl Russo, Leopoldo Presas y Luis Barragán. Allí ya hay una genealogía pictórica que marcaría la obra futura de Duilio. Luego completó su formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y en la Escuela Superior Ernesto de la Cárcova. A la etapa de formación sigue la de los viajes de estudio por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Brasil. En 1975 recibe una beca del gobierno francés para residir en la Cité Internationale des Arts, de París. Y luego vienen los viajes por Europa, hasta radicarse unos años en Nueva York, durante la primera mitad de la década del ochenta, hasta que a mediados del decenio vuelve a la Argentina.

Hasta ahora el pintor presentó una treintena de exposiciones individuales y alrededor de setenta muestras grupales y colectivas. Entre otros reconocimientos, recibió el Primer Premio de Pintura del Concurso Anual Estímulo para jóvenes artistas otorgado por la Asociación Hebraica Argentina (1977); el Premio Adquisición de la Asociación Amigos del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (1983); el Primer Premio Pintura Joven Argentina otorgado por la Fundación Fortabat (1988) y el Primer Premio del Salón Manuel Belgrano (1993).

En la pintura de Pierri siempre hay un componente desaforado, desbordante y caótico. Se advierte un desequilibrio, una tensión y una fuerza que aparecen o pugnan por aparecer en todas sus series, de manera a veces manifiesta y a veces larvada, latente.

La audacia de su obra comienza por ser material: en los colores y las formas, en la aplicación de la pintura, en el gesto y la pincelada. Luego sigue en las relaciones, las citas, la manera de evocar especialmente a los clásicos, pero también a los artistas del renacimiento y luego a los modernos, especialmente a los fauvistas.

En relación con la cuestión de la herencia pictórica como lazo de sangre (en sentido simbólico pero también, debido a la familia y el ambiente del pintor), Pierri se juntó en 1996 con grandes amigos y colegas artistas –Schvartz, Stupía, Pirozzi, Pino y Pietra–, para presentar la extraordinaria exposición Sangre italiana, en el Museo de Arte Moderno porteño, donde sobresalía la profunda determinación de las obras. En aquella oportunidad, quien firma estas líneas escribió algo que viene a cuento: “El carácter de la búsqueda no tiene retorno: es hasta las últimas consecuencias. Hay un componente fuerte de exasperación y locura que atrapa porque tantea los límites. Este tipo especial de manía establece un funcionamiento doble. Por una parte marca un corte violento entre el mundo exterior y el propio y por la otra genera consecuencias en las obras, porque cuando el artista se lanza de ese modo no necesita dar cuentas anadie. El acento en la locura supone una marginación de las poéticas dominantes y fundamentalmente un corte con la lógica estándar. El punto álgido lo constituye el perfecto conjunto de Duilio Pierri, que ordena el caos del espacio en obsesivos remolinos concéntricos que, dentro de paisajes turbulentos, convergen en distintos puntos. La serie ‘El vivo presentimiento de la verdad’ podría funcionar como emblema de la exposición, que quiere encontrar esos puntos inmóviles, esas manifestaciones de certeza y lucidez absolutas que sólo serían posibles en el arte”.

La exposición recorre brevemente algunas de las series y etapas de la obra del artista. Desde la época inicial, con el óleo San Jorge y el Dragón (1975), pasando por algunos interiores como Vida suspendida o El baño (también los setenta). Luego viene un período freak, como el neoyorquino de los ochenta: Radio on, Pie gigante azul y mosquito, Fucking, Waiting, Headless, radiator and window y Dedoman. Pero hay temas que recorren su obra de manera transversal, atravesando todas las etapas. Esto sucede con el paisaje, al que el pintor se dedicó de lleno durante la última década. Más allá de los paisajes que salpican la exposición, una pequeña sala del subsuelo se dedica especialmente a un conjunto de bosques. “Lo bueno de los paisajes –dice D. P.– es que el tema está dado a priori. Me libero de buscarlo y quedo entonces librado a la pintura. La fuerza del género es tal que uno juega y produce algo en el contexto de una estructura previa.” Sin embargo, como el artista no puede con su genio, en las últimas pinturas (no exhibidas en la galería) los paisajes y los árboles del paisaje se vuelven cada vez más abstractos y se deshacen en un proceso personal que al mismo tiempo parece evocar la rítmica descomposición y recomposición de un árbol que hizo Mondrian.

También hay que señalar la relación con la literatura, a través de series inspiradas en textos célebres como El matadero, de Esteban Echeverría; los sonetos de Miguel Angel; las Metamorfosis de Ovidio; el clima por momentos siniestro de los relatos de Stevenson. De casi todas estas series inspiradas en textos hay ejemplos en la antología de Zavaleta Lab. Además se exhibe el disparatado video “Reynols conoce a Duilio Pierri”, un ejemplo del delirio imaginativo del artista en el que se encuentran evidentes conexiones con las pinturas.

(En Arroyo 872, hasta el 16 de septiembre.)

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