PLASTICA › CECILIA IVANCHEVICH ESTRENA EN LA NUEVA GALERíA CECILIA CABALLERO
Hoy la artista inaugura una exposición en la que dialogan dibujos e instalaciones. Imagen y sonido cohabitan metafóricamente para componer una suerte de pentagrama visual hecho de contrapuntos, texturas, contrastes y ritmos.
› Por Lorena Alfonso *
La exposición Contrapuntos de la artista Cecilia Ivanchevich propone un diálogo entre dibujo e instalación a través de la interrelación de múltiples elementos gráficos. Círculos, diagonales, rectas quebradas, figuras, líneas y fragmentos de vacío, integran una suerte de pentagrama visual que adquiere ritmo a medida que las formas se relacionan en el espacio.
En la primera sala, dos paredes opuestas actúan como grandes lienzos donde la artista trabaja negro sobre blanco y blanco sobre negro, enfrentando cromáticamente las composiciones. Algunas líneas se fugan de las instalaciones para correr al encuentro de los dibujos a tinta que se ubican en el fondo. El sistema de tensiones y distensiones entre elementos sugerido en los dibujos adquiere volumen en las instalaciones y aumenta el contraste entre las diferentes técnicas. En los dibujos, el trazo es fugaz y la mancha tienden a aproximarse a una geometría orgánica; hay una forma narrativa condensada que se vuelve más sintética con el cambio de escala que implica la presencia de los elementos gráficos en la superficie de las paredes. Ivanchevich comenta que para las instalaciones “la composición tiene al menos dos tiempos, inicialmente un planteo espacial -virtual- en la computadora, y luego, un armado en el espacio real permitiéndome modificaciones del diseño previo”; así, la práctica virtual oficia de preludio al momento de disponer las formas y se diferencia de la actividad más inmediata de ir encontrando los signos a medida que se dibuja.
En la segunda sala, ubicada en el subsuelo de la galería, se presentan diferentes obras lumínicas: instalaciones y obras en pequeño formato. La luz negra deviene un recurso estético que permite a la artista “acentuar los blancos y generar ambigüedad espacial”, según sus propias palabras. La ilusión referencial es provocada por los elementos en la escena: volúmenes, figuras blancas, geometrías encontradas, silencios espaciales. El espectador se encuentra con una abstracción sometida a su propia dinámica que logra envolverlo y desmenuzar su sentido de lo real para dar paso a las sugerencias de la imaginación.
El interés por el espacio como herramienta donde recrear sus composiciones visuales fue desarrollándose en la trayectoria de Cecilia Ivanchevich en consonancia a su inclinación por la relación entre imagen y sonido. Sus investigaciones en el campo del arte interdisciplinario la llevaron a colaborar con diferentes músicos, como el estadounidense León Gruenbaum (también matemático) en el proyecto Una luz en desarrollo y con Diego Romero Mascaró (director de la carrera de Música y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes) en el Laboratorio Interdisciplinario de Arte. Este último proyecto fue invitado a realizarse en la Universidad de Lyon (Francia) y el Conservatorio de Innsbruck (Austria) en octubre de 2012, y en sus versiones más recientes, en el Centro Cultural Haroldo Conti y en la Fundación Fortabat durante 2014.
Avalando sus preocupaciones interdisciplinarias, imagen y sonido cohabitan en las instalaciones formando un discurso interno donde tiempo, textura, contraste y ritmo organizan el recorrido y duplican como un eco la experiencia visual. Es por ello que la fuerza de las instalaciones reside en la musicalidad con la que se “mueven” los elementos en el espacio, donde el vacío aparece como una constante. En una entrevista publicada en esta misma sección hace casi dos años, la artista explicaba: “El vacío es una constante en la obra porque al igual que el silencio sirve para categorizar lo otro que está sucediendo. Para mí tiene que haber un espacio vacío. Lo relaciono con la música, en donde el espacio vacío tiene relación directa con el silencio. El vacío y el silencio permiten la tensión, el disfrute”.
Contrapuntos desafía al espectador en una puesta íntima que poco tiene que envidiarle a las grandes instalaciones de los museos contemporáneos. Dos interrogantes se tensan en el recorrido que propone la muestra: por un lado, cómo enlazar la tridimensionalidad de las instalaciones con los dibujos, el volumen de las formas geométricas que juegan a relacionarse en el espacio, con las estructuras narrativas que se sitúan dentro del marco y, por otro lado, cómo situarse ante el artificio provocado por la ambientación con luces negras que invita al espectador a moverse más allá de la contemplación pasiva. Algunos de estos interrogantes pueden ser hallados en los intersticios del lenguaje visual, en los “entre” que se expresan en las obras. Según el teórico de arte francés Nicolás Bourriad, “Intersticio es un espacio para las relaciones humanas que sugiere posibilidades de intercambio distintas de las vigentes” (Estética relacional, 2006), que nos convoca intersubjetivamente a tomar nuestras propias posiciones y, también, al encuentro vivo entre espectador y obra de arte.
Hay, además, dos temporalidades distintas en la muestra. Por un lado, el tiempo interno de las obras que tiene que ver con las etapas de producción y creación donde “cada línea, cada punto, cada mancha, cada gesto y cada obsesión rigurosa se suceden en una secuencia temporal, de tensión física frente al material y sus recursos”, explicaba Ivanchevich en el catálogo de su anterior exposición en Galería Rubbers y, por otro lado, el tiempo externo de las obras dictado por el propio espacio de exhibición y el cambio de escala de los elementos geométricos en su paso de la tinta al volumen. Al concebir las instalaciones para su puesta en un sitio específico, la relación de los elementos está determinada por el juego de tensiones y distensiones que propicia el propio espacio de la galería abriendo las posibilidades de intercambio.
El recorrido por la exposición tendrá la duración que los espectadores le brinden: acercándose o alejándose de las imágenes, animándose a los vacíos intersticiales, trazando en el camino sus propios desvíos y rupturas, abriéndose a las interpretaciones que los efectos de las obras generan, de modo que las relaciones que se ofrecen entre ellas, sistema de formas abiertas o cerradas, adquiera nuevos significados.
Al expandir las posibilidades de su repertorio visual, Cecilia Ivanchevich se instala con precisión en su contemporaneidad y se atreve a exhibir diferentes mecanismos y técnicas compositivas que se relacionan con sus nuevas preocupaciones, tanto estéticas como curatoriales. Contrapuntos está concebida para ser mirada pero también escuchada, una muestra cuya big band de elementos se esparce por el lugar instalando un discurso visual realizado a base de microsituaciones que se mueven por la cadencia de las formas, la sintonía de los volúmenes blancos y negros y los contrastes, más o menos perceptibles, que se descubren en las zonas iluminadas por la luz negra.
Inaugura hoy, a las 19 –y sigue hasta el 19 de noviembre–, en la nueva galería Cecilia Caballero Arte Contemporáneo, en Montevideo 1720.
* Periodista especializada en artes visuales.
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