PLASTICA › “SILLAS INTERVENIDAS”, EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA
León Ferrari, Mariano Sapia, Carlos Gorriarena, Norberto Onofrio y Ernesto Pesce, entre otros artistas, intervinieron sillas restauradas por personas sin techo. La exposición podrá verse del 6 al 30 de marzo en el Centro Cultural Recoleta.
› Por Oscar Ranzani
De la necesidad aflora la solidaridad y surge la creatividad. Ese puede ser un resumen de la nueva propuesta de la Asociación Civil Arte sin Techo cuando se pensó la exposición que podrá verse del 6 al 30 de marzo en el Centro Cultural Recoleta. “Sillas intervenidas, una exposición y algo más”, dicen sus autoridades y tienen motivos para justificarlo: 53 prestigiosos artistas plásticos intervinieron sillas, restauradas por personas sin techo, transformándolas en verdaderas obras de arte. Entre ellos hay personalidades como León Ferrari, Mariano Sapia, Carlos Gorriarena, Norberto Onofrio y Ernesto Pesce. Gentilmente donaron sus obras a la institución que trabaja con personas que no tienen casa, que se encuentran en situación de vulnerabilidad social y que gracias al trabajo diario de la institución y al esfuerzo propio de cada uno pueden salir adelante. Los artistas que colaboraron con Arte sin Techo “son muy solidarios. Tenemos que generar una manera que sea más justa para ellos. Porque estamos siempre demandando de los artistas que hagan corazones, o que hagan vacas o que hagan sillas y siempre ha habido una buena respuesta de parte de ellos. Uno de los secretos de que Arte sin Techo sea lo que es hoy es el apoyo de los artistas”, dice muy convencida Felicitas Luisi, presidenta de la ONG. Es por eso que tuvo la idea de celebrar la propuesta a través de un brindis de agradecimiento que se llevará a cabo el miércoles próximo a las 19 en el Hotel Dazzler Tower (San Martín 920), con todos los artífices de la muestra.
Sillas intervenidas tiene una historia muy particular. Hubo un momento en que crecía la cantidad de gente que se acercaba a Arte Sin Techo. “El hecho es que cuando estábamos todos juntos éramos muchos. Las reuniones eran un barullo de intenciones y necesidades. Y las sillas no alcanzaban. Nos era difícil sentarnos a charlar, a tomar mate, a pensar, a descansar. Necesitábamos sillas”, relata Luisi. “Se me ocurrió, entonces, escribir a los amigos y pedirles sillas que no usaran o que estuvieran deterioradas –continúa Luisi–. Las arreglaríamos en nuestra carpintería y quizá alguno de los pintores que nos acompañaban, quisiera darles una pincelada.” El primero que contestó fue nada menos que León Ferrari. “Muchachos tengo un silloncito, es para ustedes, se los mando”, dijo el ganador del León de Oro en la última Bienal de Venecia. Luisi cuenta que nadie se animaba a sentarse y que, a medida que iban llegando las otras sillas de los artistas, se repetía esa escena. Hasta que un amigo que colabora con la institución consiguió una donación de sillas de una escuela. Estas se utilizaron, entonces, para los trabajos cotidianos y, a su vez, surgió la idea de enviarles a los artistas plásticos las sillas que ellos habían donado para que las intervinieran y las transformaran en obras de arte. Nadie quiso quedar afuera de la propuesta. El resultado podrá verse en el Recoleta.
La idea era que cada artista, cuando recibía la silla “pudiera interpretar ese signo con la mayor libertad posible. Entonces, hay encares desde todo punto de vista: desde el poder, desde lo lúdico, desde la simple decoración. Es decir, hay muchas interpretaciones. Justamente ahí está la riqueza: no se puso ninguna pauta salvo el objeto en sí mismo, despojado de todo”, describe el artista plástico Jorge Pietra, coordinador artístico de Arte Sin Techo, quien también señala que conoce “a la gran mayoría de los colegas que participaron y en todos encuentro coherencia con su obra”.
Una vez que concluya la exposición, las sillas serán subastadas y lo recaudado servirá para mejorar los programas y los talleres de esta institución como, por, ejemplo, los de carpintería, murales, luthería y multimedia. Las personas que se acercan a Arte sin Techo tienen “un fuerte sostén terapéutico”, afirma Luisi. Primero se incorporan a los espacios terapéuticos colectivos (arte terapia). Después, les brindan terapias individuales y pueden participar de los talleres. ¿Qué encuentra en este lugar la persona que se acerca y qué le brinda Arte Sin Techo? “Cuando llega acá la persona sin techo, acostumbrada al asistencialismo del Estado y al adormecimiento que genera ese asistencialismo, viene y pregunta: ‘¿acá qué dan?’. Lo primero que les contesto es ‘acá no damos nada. Acá quitamos’. Encuentran muchas cosas: un lugar de pertenencia, una forma de no sentirse solos, encuentran quien los acompañe por el camino y encuentran algunas formas que usamos como herramientas para que ellos ordenen sus almas. Salimos a pintar murales que es algo muy especial porque para la gente que vive en la calle los muros de la ciudad son las paredes de sus casas”, comenta Luisi.
El objetivo sigue siendo el mismo desde su origen: “Que la gente sin techo pueda volver a las redes sociales, culturales y productivas, que vuelva a retomar la cultura del trabajo, que vuelva a la idea de lo colectivo. Porque para sobrevivir en la calle la gente se tiene que transformar en algo así como lobos esteparios, luchando por la supervivencia. Siempre digo que individualmente no hay salvación sino que la salvación llega desde la idea de lo colectivo. Ese es uno de los desafíos. Por otro lado, se trata de despertar el deseo. Sacar al sin techo de esa cosa de pulsión de muerte, de dejarse estar y dejarse morir, y recorrer un camino con ellos, con todos aquellos que quieran aceptar el desafío de que se puede volver”, concluye Luisi. A diario lo intentan en este viaje hacia una vida más plena.
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