PLASTICA › ARTE Y CULTURA CUBANOS EN UNA MUESTRA MAYOR QUE SE PRESENTA EN ESTOS DíAS EN MONTREAL
América del Norte también es Canadá y allí desembarcó en estos días, en la ciudad de Montreal, una gigantesca exposición histórica sobre la cultura cubana: pintura, escultura, gráfica, fotografía, también cine y música.
› Por Lilian Rodrígue *
Desde Montreal
¡Cuba! Arte e Historia desde 1868 hasta nuestros días es una muestra que rinde homenaje al arte, la historia y la cultura de un país. Se trata de una exposición mayor exhibida en estos días y hasta el 8 de junio en el Museo de Bellas Artes de Montreal (MBAM) y es el fruto de una colaboración de más de tres años entre esta institución, el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (MNBA) y la Fototeca de Cuba.
El corpus de la muestra reúne alrededor de 400 obras, constituyendo un conjunto coherente, exhaustivo, muy bien orquestado, que teje una trama alrededor de cuestiones centrales de la cultura cubana, incluyendo por supuesto las creaciones más espontáneas de la cultura popular.
La exposición, de carácter multidisciplinario, concentra un centenar de obras pictóricas, incluyendo el famoso y gigantesco mural colectivo del Salón de Mayo, organizado en La Habana en 1967, que salió excepcionalmente del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana para ser prestado en esta ocasión. También se incluye un centenar de obras gráficas y alrededor de doscientas fotografías y documentos; varias esculturas, instalaciones, videos, extractos de música y películas.
Cuba no escapa a las complejidades y contradicciones de la cultura latinoamericana, que se fue forjando a través del tiempo apoyada en la diversidad de sus etnias. No caben dudas de que Cuba es una tierra de cultura, que participa desde el siglo XIX a la expansión de las artes plásticas, creando en 1818 la primera escuela de arte. Acontecimiento que corresponde a una inquietud que se hacía sentir en el continente: México crea la primera escuela de arte, la Academia de Bellas Artes de San Carlos, en 1785, y en Buenos Aires se funda en 1815 la Escuela de Dibujo de la Universidad, aunque el primer intento –cerrado un año después de fundación– fue 1799.
Desde los comienzos del siglo XX, Cuba se inscribe en la continuidad del movimiento modernista en las artes. Con una historia que acumula las marcas dejadas por la colonización, el esclavismo, las luchas internas e internacionales, la revolución y sus figuras emblemáticas, las manifestaciones artísticas atesoran en el patrimonio de la isla un discurso afirmado, único, “surrealista”, de contenido mágico y legítimo en relación con la “cubanidad”, ese deseo impreso en la necesidad de encontrar la expresión de una identidad nacional.
La exposición en el MBAM se divide en cinco partes: “Imágenes de Cuba: a la búsqueda de una expresión nacional” (1868-1927); “Arte Nuevo: vanguardia y recreación de una identidad” (1927-1938); “Un estilo cubano: afirmación y resplandor” (1938-1959); “Con la revolución todo, contra la revolución nada” (1959-1979); “La revolución: el individuo en la historia” (1980-2007).
A través de una selección de fotos muy importantes, la exposición nos invita a seguir una narración histórica. La selección ilustra la cronología de los acontecimientos, proponiéndonos obras de fotógrafos notables, abarcando imágenes inéditas, pasando por el cliché mítico de Alberto Korda, a personajes y situaciones de la cultura isleña. Dentro del conjunto de fotografías, se encuentran las obras de artistas conocidos fronteras adentro, como Blez o Arias, y de otros célebres como Salas, Cordales y Korda.
Destacamos las fotografías del autodidacta Constantino Arias, que utiliza su talento particular para captar “cuerpo y espíritu”, una realidad cubana que, dadas las estructuras político-social y económica de la época, se podía presentir con el instinto y la razón, el impactante contraste entre el fasto de una sociedad de privilegiados y la sórdida miseria de una sociedad vulnerable y marginada.
El pintor Pogolotti, participante de la primera vanguardia cubana, es una de las sorpresas de la exposición, con su pintura refinada que expresa de forma personal las preocupaciones pictóricas de la época logrando reunir en sus obras el discurso social y el vanguardismo artístico.
Sostenidos por los movimientos de avanzada en Europa y teniendo como ejemplo el apoyo oficial que recibía el arte reivindicativo de Diego Rivera y los muralistas mexicanos, como consecuencia de la Revolución Mexicana de 1920, los artistas cubanos se abren a nuevos horizontes de creación, viendo con ojos más críticos el academicismo que constituía la realidad artística de la época.
Entre las culturas precolombinas de algunos países y la rica herencia africana de Cuba, los artistas buscaron la expresión de una auténtica identidad nacional.
Otros artistas más conocidos, como René Portocarreño, José Mijares, Mario Carreño, Mariano Rodríguez, Cundo Bermúdez, Antonio Gattorno, Jorge Arche y Amélia Peláez, entre otros, ilustran la expresión de mediados del siglo XX en la isla. Muchos de estos artistas viajaron a Europa para perfeccionarse, frecuentando los talleres y los círculos literarios donde brillaban las figuras clave de los “ismos” que marcarían el siglo. De vuelta al país, se consagraban a su arte y a enseñar, modificando, poco a poco, el contexto artístico y preparando el terreno para los sucesos de fines de siglo.
Las obras de Wifredo Lam, como era de esperar, se despliegan en una sala: espléndidas, misteriosas, enormes. Un arte que fascina por sus múltiples lecturas, síntesis de culturas diversas que exploran la vida y el contenido humano de una experiencia vasta. El de Lam es un arte que atraviesa el tiempo y guarda consigo la fuerza y la pertinencia de un arte universal.
Vivido como una aventura colectiva con sabor político, o también como la expresión de individualidades, el arte cubano se recrea permanentemente, validando con las obras el estatuto del artista en la sociedad. El arte contemporáneo cubano es uno de los más dinámicos y apreciados en el ambiente internacional. En la exposición, Carlos Garaicoa, Alejandro Aguilera, Fernando Rodríguez, Leandro Soto, Alexis Leiva (Kcho), Los carpinteros... nos llegan con propuestas que se inscriben en las preocupaciones de la creación contemporánea. Son expresiones fuertes, originales, contundentes, reflexivas, que por circunstancias varias son conocidas parcialmente, más que nada profesionales del medio artístico.
La creación de la Bienal de La Habana viene siendo desde hace más de dos décadas un polo importante de promoción y difusión del arte. Entre problemas internos y cambios económicos surge como consecuencia de la revolución, reivindicando el lugar de Cuba dentro del espectro latinoamericano. Luego de la disolución de la Unión Soviética la realidad de la isla se deteriora, desde 1990, al mismo tiempo que los artistas e intelectuales cubanos ganaban mayor visibilidad y mercado internacional, comenzó una diáspora importante de figuras notables. Esta situación va a influenciar el imaginario cubano en los artistas contemporáneos: lo vemos, entre otros, en la problemática del éxodo que evoca la obra de Kcho. Por ello, la importancia fundamental de la presente exposición en el MBAM y la voluntad de presentar las obras dentro de un contexto, y de una realidad.
El MBAM ha integrado en su colección varias obras de artistas cubanos contemporáneos, un gesto que saludamos con optimismo. Las obras de artistas latinoamericanos en los museos canadienses no son legión. Pero las obras de artistas canadienses tampoco son numerosas en las colecciones institucionales de América latina. Y es que antes de coleccionar hay que apreciar, conocer, “saborear”, profundizar y amar una expresión artística, que más que particular, es única. La historia del arte latinoamericano fue y es muchas veces olvidada en los libros y relatos de la historia universal que se escribe en el llamado Primer Mundo. Pero tenemos la íntima convicción y la esperanza de que el siglo XXI permita una lectura más amplia y más justa de toda su importancia. El trabajo a realizar es enorme. Cada país de América latina cuenta con su propio contexto, pero las iniciativas conjuntas, como la de Montreal y La Habana, resultan muy elocuentes.
* Galerista nacida en Argentina y residente en Canadá hace 30 años. Directora de la galería que lleva su nombre, en Montreal. Especial para Página/12.
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