Miércoles, 21 de mayo de 2008 | Hoy
DISCOS › LIVE AT THE MONTREAL JAZZ FESTIVAL, DE PIERRE LACOMBE
El DVD recién editado permite apreciar una monumental actuación del Segundo Quinteto. La fiesta se completa con un inédito de Trova.
Por Diego Fischerman
La historia del segundo quinteto de Astor Piazzolla comienza, por supuesto, con la disolución del primero. Entre 1969 y 1979 ese grupo primigenio, aunque con significativos cambios de integrantes en el piano y la guitarra eléctrica, había grabado tres discos extraordinarios, Adiós Nonino (Trova, 1969), En vivo en el Teatro Regina (RCA, 1970) y Concierto para Quinteto (RCA, 1970), si bien este último ya ponía en escena la despedida del grupo reservando su Lado B para solos de bandoneón y un cuarteto de esos instrumentos. Pero la crisis venía de antes. Ya a partir de 1965 Piazzolla casi no había compuesto temas nuevos y sus experimentos con textos de Borges, con arreglos de tangos clásicos para grabar una suerte de historia personal del tango y, más tarde, con Horacio Ferrer pueden verse como un intento por encontrar un nuevo camino.
En 1972, Piazzolla formó un noneto que duró dos años y, después, se mudó a Italia, donde comenzó a grabar con sesionistas y a trabajar con instrumentos como el órgano Hammond y el bajo eléctrico. Libertango, de 1974, abre esa etapa que tendría su correlato en vivo con las dos versiones del octeto electrónico y que se plasmaría en varios discos para el sello Carosello, entre ellos el encuentro con Gerry Mulligan. El remedio, podría pensarse, había resultado peor que la enfermedad. Piazzolla ya no tenía que discutir con sus músicos ni quedaba prisionero de la dinámica del “grupo estable” pero, a cambio, debía tocar con gente que no conocía su estilo y a la que le costaba entrar en el código de su música. Entonces, en 1979, llegó el nuevo quinteto. La formación era la misma de otrora, aunque cambiaban los músicos: en el violín se integraba Fernando Suárez Paz, en el piano Pablo Ziegler y en el contrabajo Héctor Console. En la guitarra volvía un viejo conocido, Oscar López Ruiz, que, invirtiendo de manera simétrica lo sucedido con el quinteto de los ’60, luego dejaría su lugar a Horacio Malvicino. Y aunque esa vuelta a la conformación instrumental con la que el bandoneonista había logrado su máximo de eficacia parecía una renuncia a los vientos de modernidad que había buscado en los años anteriores por las vías de la sonoridad del jazz rock y de la incorporación de ostinatos, algo de todo eso había quedado.
El nuevo quinteto, como lo demuestra la actuación de 1984 en el Festival de Jazz de Montreal registrada en un DVD que acaba de publicar Warner, daba un lugar a la improvisación y a la repetición de secuencias fijas de acordes para permitir algún solo –como el de Ziegler en “Chin Chin”, ovacionado por una concurrencia curtida en el jazz–. Era, en algún sentido, una versión más esquemática en cuanto a la escritura y más confiada en la interpretación, tal vez como consecuencia de la propia exposición a los festivales de jazz, donde comenzaba a participar con asiduidad. El DVD, que recoge la filmación realizada por Pierre Lacombe, es extraordinario. Ver y escuchar al quinteto en el fugato de “La muerte del ángel” o en el final de “Otoño porteño”, que tocó como bis, es una experiencia sobrecogedora. El mismo sello también publicó una versión en CD pero, en realidad, se trata del mismo disco que ya había salido con el nombre de Otoño porteño dentro de la serie con tapas de Tamara Lempicka. En cambio, sí es un inédito –y con un sonido espectacular, por añadidura– el Milan 1984 que acaba de editar Trova. Dos actuaciones del mismo año y dos piezas imprescindibles del universo piazzolliano.
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