Miércoles, 18 de junio de 2008 | Hoy
DISCOS › ESA-PEKKA SALONEN INTERPRETA LA MúSICA DE BERNARD HERRMANN
Para Welles, Hitchcock y Scorsese, Herrmann fue el autor de músicas que, sin las películas, se escuchan con el mismo interés que con ellas, como lo prueba el fantástico disco en el que el notable compositor finlandés dirige la Filarmónica de Los Angeles.
Por Diego Fischerman
La ducha de Psicosis. La quema de libros en Fahrenheit 451. Las noches de Taxi Driver. Y, desde ya, esa obsesiva, inquietante introducción de The Twilight Zone. Son varias las escenas que no serían lo mismo sin la meticulosa y vanguardista escritura de Bernard Herrmann. Tal vez se trate del mayor compositor de música para el cine y, como corresponde a un arte en permanente tensión –y seducción–, con el negocio del entretenimiento, su único Oscar fue por una pieza olvidada, la banda de sonido de All That Money Can Buy, un film dirigido por William Dieterle en 1941, el mismo año en que había compuesto la música para Citizen Kane de Orson Welles.
Experimentó con el theremin, realizó procesamientos electrónicos con el sonido de gritos de pájaros –obviamente para Los pájaros, que no tenía música– y fue, con la música para Fahrenheit 451, de Truffaut, el inspirador de las cuerdas en “Eleanor Rigby”, ideadas por George Martin al salir del cine. Pero, sobre todo, Herrmann, el primer estadounidense en inscribirse en la gran tradición iniciada por Korngold, Steiner y Rosza, fue el autor de músicas que, sin las películas, se escuchan con el mismo interés que con ellas. Y el fantástico disco en el que el notable Esa-Pekka Salonen dirige la Filarmónica de Los Angeles en las versiones de concierto realizadas por el propio Herrmann de algunas de estas obras lo prueba. Recién editado localmente por Sony-BMG, en este álbum el compositor y director finlandés recorre la Suite para cuerdas de Psicosis, las bandas de sonido para Marnie, North by Northwest, Vértigo, la Suite para cuerdas, arpas y percusión de Fahrenheit 451 y Taxi Driver (música nocturna para orquesta con saxo alto obligado). “No se trata de nada especial ni de ninguna concesión a la ciudad de Los Angeles, a la que esta orquesta pertenece”, explica Salonen. “Si no hubiera motivos artísticos para dirigir esta música no lo haría.”
Las interpretaciones son de altísimo nivel y al trabajo sobre los planos de Salonen se une una orquesta de virtuosismo impactante.
Para Herrmann, que había sido alumno del compositor australiano Percy Grainger, nada estaba más alejado de los planes que convertirse en músico de cine. Fue la crisis del ’30 la que lo llevó a aceptar un trabajo dirigiendo una orquesta en la radio. Después vino su colaboración con Welles en La guerra de los mundos y, luego, el trabajo consagratorio de El ciudadano. Pero, desde ya, fue la serie de trabajos con Hitchcock la que lo colocó en el punto más alto de consideración entre los autores de música para cine. Su explicación era sencilla. “Hitchcock es alguien con una gran sensibilidad musical y me deja hacer lo que quiero. Si no puedo decidir, no trabajo. La mayoría de los directores de cine carecen de cultura musical y si uno les hiciera caso en sus sugerencias, el resultado sería pobrísimo.”
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