Mié 30.07.2008
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DISCOS › MOMOFUKU, LO úLTIMO DE ELVIS COSTELLO

El color original del camaleón

El músico británico, al frente de los Imposters, vuelve con su CD más “rockero” en años y reminiscencias de la new wave.

› Por Fernando D´addario

En treinta años de carrera, Elvis Costello fue alimentando –seguramente sin proponérselo– la construcción de dos tipos de fans: aquellos que admiran cada nueva pirueta estilística del verdadero camaleón del pop (Bowie, un poroto al lado de él), y los que se atrincheran en alguna de sus etapas artísticas (casi siempre la primera) desdeñando cualquier desviación heterodoxa. El flamante Momofuku tal vez defraude a los apologistas eclécticos, porque el último gran Elvis no los sorprendió con el rescate del último baladista de los Apalaches ni decidió adaptar para orquesta sinfónica alguna novela de Tolstoi; como contrapartida, deleitará a quienes quedaron anclados en los primeros ’80, cuando Costello y sus Attractions marcaban el rumbo de la new wave.

Un clima de urgencia artificial gobierna este nuevo disco de Costello. Como si la declamada espontaneidad de sus doce canciones sencillas y queribles obedeciera menos a una pulsión natural que a una necesidad de expresar, a través de la apuesta minimalista, un mensaje muy profundo. El nombre del CD, Momofuku, ilustra sobre esta inmediatez premeditada: según parece, Ando Momofuku fue el inventor de los “Ramen”, esos fideos instantáneos que constituyen la dieta casi exclusiva de los inmigrantes asiáticos en Estados Unidos. Las canciones fueron compuestas –según admite el propio Costello– en la semana previa a la grabación, aparentemente a las apuradas. El disco fue publicado originalmente en vinilo y sólo a regañadintes Costello aceptó que se distribuyera también en CD. Las lecturas posibles son varias, pero se intuye cierto hastío, focalizado al mismo tiempo en la hipermodernidad del siglo XXI y en el aura de sofisticación que se desprende de su figura.

En Momofuku se quitó todos sus disfraces. O, más bien, adoptó el “original”, que se expresa a través de canciones como “No hiding place”, “Stella hurt”, “American gangster time” y “Go away”, entre otras. Guitarra al frente, una simple y encantadora línea melódica sosteniendo aquella estética garagera, la apelación al despojo para recuperar una frescura que sólo le reclaman, precisamente, los que no crecieron con él. Algunos exegetas compararon este álbum con Spike y hay quienes van más allá en su arrebato nostálgico, buscando analogías con temas clásicos como “Pump it up”, “Radio Radio” (de This year’s model), o “(what’s so funny ‘bout) peace, love and understanding”, de Armed Forces. Las conexiones tienen más que ver con las herramientas y la puesta a punto que con los contenidos. Ni aunque quisiera, sería el mismo Costello de antes.

Sin baladas sobre piano, dejando de lado todo barroquismo instrumental, Momofuku se defiende bien, con un puñado de canciones sutilmente venenosas. El nerd que en los ’70 apostó al futuro rescatando imágenes del pasado (Buddy Holly) vuelve a potenciar una de las paradojas de la cultura pop: aunque su naturaleza la condena a la degradación biológica y a la necesidad de reinvención permanente, el dispositivo posmoderno permite que incluso aquello que fue cristalizado como vanguardia hoy pueda ser nuevamente reivindicado, esta vez como retro.

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