Mié 03.09.2008
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DISCOS › COMME SI DE RIEN N’ETAIT, LO NUEVO DE CARLA BRUNI

Susurros de una primera dama

La mujer de Sarkozy grabó un álbum austero y bello, compatible con la corriente de la nueva canción francesa. Su belleza ayuda.

› Por Fernando D´addario

Aquietadas las aguas que convulsionaron la edición de Comme si de rien n’etait, acaso sea tiempo de aludir exclusivamente al contenido musical del nuevo disco de Carla Bruni. La empresa está, de cualquier modo, condenada al fracaso: aunque todas las canciones fueron escritas antes de que la ex modelo italiana iniciara su romance con Sarkozy, las letras, el tono del álbum y la subjetividad de quien lo escucha se ven sometidos invariablemente al trajín de los hechos posteriores. Comme si de rien n’etait es, entonces, un buen disco grabado por la primera dama de Francia.

Claro que la adorable Carla Bruni no es inocente en este ejercicio de reinterpretación forzada. Más allá de que los versos de “Tu es ma came” (“Sos mi droga/Más mortal que la heroína afgana/Más peligrosa que la blanca colombiana”) tengan ya varios años, su lectura política está mediada por el status actual de la cantante. Del mismo modo que “Je suis une enfant”, cuando dice: “Soy una niña pese a mis cuarenta años/pese a mis treinta amantes”, convoca a un ratoneo que incluye (desde la envidia o desde la mirada conmiserativa) la foto del premier francés, llevándola de la mano en los actos oficiales.

Sería injusto, no obstante, juzgar la calidad del disco en función de sus amplificaciones farandulescas y políticas. Bruni salteó el paso en falso dado con su segundo CD, No promises –cantado en inglés y atravesado por cierto esnobismo en la musicalización de poemas de Emily Dickinson y William Butler Yeats, entre otros– y se sitúa donde debió continuar Quelqu’un m’a dit, su sorprendente disco debut. Más cómoda como intérprete privilegiada de la nueva canción francesa que en el lugar de la folk/pop singer, Bruni despliega una serie de recursos infalibles: una voz ligeramente ronca y sensual, que susurra en francés y sugiere más de lo que canta; la apuesta a una fingida austeridad, que opera por sustracción de elementos sonoros a partir de la exquisita producción e instrumentación de Dominique Blanc-Francard; una invocación al descuido elegante, que jamás abandona la sobriedad expositiva.

Las sombras de Serge Gainsbourg y Françoise Hardy atraviesan buena parte de un disco cuyo desasosiego nace, precisamente, de su aura serenamente bella. En “L’antilope” se deja acompañar por mandolina y violín, y no parece que haga falta nada más; una tibia melancolía invade “Déranger les pierres” y un oscuro presagio nocturno envuelve “La possibilité d’une île”, escrita por el notable (y cínico) novelista francés Michel Houellebecq. Su versión de “You belong to me” no avergonzaría a Bob Dylan, y es probable que Benjamín Biolay (quien participa brevemente del álbum) hubiese estado orgulloso de componer “Salut Marin”. Bruni se deja llevar “Como si nada” (que es la traducción al español de Comme si de rien n’etait), una prescindencia poco creíble que resulta de todos modos cautivante. ¿A quién le importa descubrir las verdaderas intenciones de Carla Bruni?

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